En este artículo: Cuba, Día Internacional del Hombre, 19 de noviembre, estereotipos
Elianis Cutiño López/ Radio Cadena Agramonte.
Estoy segura que cuando en 1999 se comenzó a popularizar en el mundo la celebración del 19 de noviembre como Día Internacional del Hombre, sus promotores jamás pensaron que la noble causa que iniciaban se vería ensombrecida al compartir jornada con el Día del Retrete.
Y aunque la segunda “efeméride” poco tenga que ver con las bromas que circulan por las redes, la realidad es que la mayoría nos hemos hecho partícipes en algún momento de la burla, o hemos menospreciado jocosamente a los representantes masculinos, quienes no tienen culpa de la idea establecida de que por el hecho de haber nacido con genitales del mal llamado sexo fuerte tienen la vida resuelta.
Basta con ponerse serios y conversar a camisa quitada con amigos o conocidos para darnos cuenta que más allá de las apariencias, ser hombre encierra demasiados significados que en muchas ocasiones, más que legitimar una supuesta superioridad genérica, someten a nuestros compañeros a una presión inimaginable.
En los casos más extremos, y lamentablemente más comunes, desde pequeños los rasgos masculinos deben estar bien marcados: nada de juegos medianamente cuestionables, voz ronca, cero lágrimas, carácter fuerte…
Todo “buen hombre” debe saber arreglar los más diversos aparatos, ser buen deportista por naturaleza, proveer todo lo necesario para el hogar, nunca tener miedo, y menos ante una confrontación directa; y por si ello fuera poco, debe tener sexo en la adolescencia temprana, ser buen amante, romántico- pero no en exceso-, poner mano dura a su pareja aunque lo tilden de machista, y avanzar sin pensarlo dos veces si, por casualidad, alguna mujer se le insinúa.
Un hombre en toda la extensión de la palabra debe, sin dudarlo, pagar siempre las cuentas, cargar grandes pesos, gustarle el alcohol y sobre todo, ser heterosexual, porque al parecer, cuando la preferencia no es la más común, aunque se cumplan con todos los anteriores “requisitos”, se pierde la mayor dosis de hombría.
Y entonces yo, como mujer, me digo una y otra vez que no quiero continuar viviendo en un mundo donde todos los matices están tan definidos, tan grises, tan impuestos, y que hacen tanto daño.
Admiro a todos esos representantes del sexo masculino que más allá de un estereotipo, tienen todas las luces y sombras de los seres humanos plenos, se enorgullecen de ello, y luchan por un mundo más equitativo e inclusivo.
De lo que sí estoy segura es que este 19 de noviembre pienso celebrarlos a ellos, a los que aman, a los que crean, a los que se sacrifican, a los que alegran, a los que halagan, a los que ponen las gotas de color para que nos olvidemos de las burlas de los inodoros y los veamos sólo a ellos, en toda la verdadera extensión de la palabra.