Entre los frondosos árboles del Casino Campestre, céntrico pulmón verde de la ciudad de Camagüey, está enclavado el majestuoso monumento dedicado a Salvador Cisneros Betancourt, marqués de Santa Lucía, sentado en posición reflexiva, con los dedos de la mano izquierda sobre la sien, y en el mármol de su pedestal una elocuente inscripción sugerida por sus compañeros de armas: “Forjó con los pergaminos de su nobleza la antorcha que iluminó el sendero de la libertad de Cuba”.
En Camagüey las edificaciones más antiguas constan de cubiertas de tejas de barro, tienen una sola planta y un puntal moderado. Estas casas tenían el techo en una sola corriente, altísimo en la sala, bajando en declive hasta el puntal que daba al patio, que por lo general era muy bajo.
A través de los bicitaxis andariegos se puede descubrir la medio milenaria ciudad de Camagüey. Un recorrido en estos vehículos por las principales calles de la otrora Villa de Santa María del Puerto del Príncipe muestra a lugareños y visitantes los atractivos de la conocida como Ciudad de los Tinajones.
Nadie, salvo algún que otro minado por los virus de la envidia y la mediocridad, pone en duda la estatura poética ni el calado de la narrativa, ni la brillantez de los ensayos de Mario Benedetti.
Desde Pinar del Río hasta Guantánamo le han cantado a la Palma en los más diversos estilos y enfoques. Personalidades como José María Heredia, Plácido Milanés, Julia Pérez Montes de Oca, Mercedes Matamoros, José Martí, Regino Eladio Boti, Emilio Ballagas, Agustín Acosta, Nicolás Guillén, Virgilio Piñera, Cintio Vitier, Fina García, César López, y otros, pusieron su ingenio en función del árbol, de su belleza, bondades y significación.
En cualquier parte de la ciudad de Los Tinajones podemos encontrar disímiles variedades de faroles, luminarias que además de alumbrarnos en las noches, coronan con su inigualable belleza ornamental a cualquier hora del día la estirpe patrimonial nuestra.
Todo transeúnte queda deslumbrado ante la belleza inigualable de las construcciones arquitectónicas del legendario Camagüey, pues en perfecta armonía confluyen estilos, estructuras y detalles, que confirman el diálogo epocal entre la otrora Villa de Santa María del Puerto del Príncipe y la contemporánea Ciudad de Los Tinajones.
Los camagüeyanos entre tantas fortunas poseen un medio ambiente único, colmado de hermosas plantas, paisajes y una fauna sin igual.
“¿No la veis? Mi bandera es aquella que no ha sido jamás mercenaria, y en la cual resplandece una estrella, con más luz, cuando más solitaria”.
Desde antaño, la provincia de Camagüey nunca ha estado ajena a la presencia de la herrería. Ya sea en exteriores como en interiores, las construcciones domésticas legendarias de esta suave comarca de Pastores y Sombreros, a decir de Nicolás Guillén, nuestro Poeta Nacional, deslumbran a todos con la belleza de sus rejas.
En Camagüey como en Cuba, podemos encontrar a nuestra Palma Real, la reina de la campiña, esa, que con su altivez nos evoca siempre el orgullo patrio y el coraje de los mambises en la otrora manigua insurrecta. (Texto: Jorge Enrique Fuentes Ruiz /Radio Cadena Agramonte) (Fotografía: Humberto Cid González)
En cualquier techo, esquina o porción de tierra de la provincia agramontina, los transeúntes pueden admirar las plantas silvestres, esas que con sus alegres coloridos coronan hermosamente el medio que las circunda.
El legendario Camagüey en los más de 500 años de existencia no claudica en el empeño de enamorar a todos. Historia, cultura, tradición, así como su cubanía, lo destacan en cualquier parte del mundo.
El medio ambiente agramontino enamora a todos. La quietud local, el inigualable verdor tropical del paisaje silvestre y la presencia de los legendarios tinajones confirman lo auténtico de la tierra de El Mayor.
En el Casino Campestre de Camagüey, el parque urbano más extenso de Cuba, se puede disfrutar de un palomar en forma de colmena que atrae a niños y adultos.
Desde la colonia los camagüeyanos se caracterizan por el refinado ideal estético a la hora de amueblar sus casonas lugareñas. Hasta la actualidad pervive en el tiempo el diseño sobrio de los juegos de sala, comedor, cuartos, entre otros.
Es posible desde los cristalinos espejos de agua que se forman en los adoquines camagüeyanos después de la lluvia, apreciar el entorno citadino.
La artesanía en vidrio constituye manifestación cultural que sublima el espíritu humano de los camagüeyanos. Los vistosos vitrales, juegos de copas, así como figuras, ceniceros, entre otros objetos decorativos elaborados en esta tierra, revelan indiscutiblemente el refinado paradigma ideo-estético de sus creadores.
Al pasear por la capital agramontina deslumbran al visitante con un torbellino de claroscuros los faroles, en cada esquina, plaza o recinto enriquecen el patrimonio y dan un matiz mágico a la ciudad. (Jorge Enrique Fuentes Ruiz/Radio Cadena Agramonte) (Foto: Humberto Cid González/Radio Cadena Agramonte)
La imaginería católica de antaño forma parte indisoluble del patrimonio cultural agramontino. Ya sea en plazas, en construcciones arquitectónicas eclesiales, o en el Cementerio General de Camagüey, entre otros espacios, estas sugerentes esculturas cuentan lo real y maravilloso de la comarca principeña.
Quien visite la Quinta Simoni en el legendario Camagüey, recinto que fraguó para siempre el genuino amor entre Amalia Simoni e Ignacio Agramonte, encontrará a su alrededor un medio ambiente colmado de historia, simbolismo y solemnidad.
De belleza incalculable son las arboledas que forman parte del paisaje urbano en plazas, parques, avenidas y otros espacios de la ciudad de Camagüey.
Nuestro Instituto Pre-universitario Álvaro Morell Álvarez, colosal y soberbia construcción arquitectónica ecléctica con notable influencia neoclásica, deslumbra a todos los lugareños y extranjeros, mediante sus majestuosas e imponentes columnas, que ofrecen culto perenne al ideal falocéntrico de los antiguos templos griegos.
Si de cultura se trata, la religiosidad popular también distingue al camagüeyano. La fe, el sincretismo en el credo, así como la espiritualidad de los fieles hacia lo divino, hacen de esta tierra un espacio de esperanza y sosiego.