Por Cilio Díaz / AIN
Poco después de los atentados terroristas del 11 de septiembre del 2001 en Nueva York y el Pentágono, el presidente de Estados Unidos George W. Bush dijo:
Para alcanzar la victoria se debe tener a disposición la mejor inteligencia posible.
Y también:
Se requiere unidad para fortalecer las agencias de inteligencia, para así conocer los planes antes de que sean perpetrados y detectar a los terroristas antes que ataquen.
Desde luego, revelaciones posteriores, ya en el 2002, demostraron que la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y el Buró Federal de Investigaciones (FBI) para nada trabajaron unidas para prevenir aquellas criminales acciones terroristas, a pesar de poseer información de que algo se preparaba.
Incluso, se conoció además que el propio Presidente supo de antemano de planes contra Estados Unidos de organizaciones extremistas, y tampoco hizo nada para evitar que se consumaran, como tristemente ocurrió.
Por Cilio Díaz / AIN
En el prolongado, amañado e injusto juicio que se le realizó en Miami a los patriotas cubanos Ramón Labañino, René González, Gerardo Hernández, Antonio Guerrero y Fernando González por el supuesto acto de espionaje en Estados Unidos, quedó demostrada inequívocamente su inocencia.
Un grupo de abogados norteamericanos que para nada se identifican con el proceso revolucionario que vive Cuba y actuando de oficio, cuando se adentraron en el caso de sus representados, cuando los conocieron, cuando comprobaron la lealtad a la Patria de los jóvenes, hicieron un procedimiento brillante y desmontaron una a una las mentiras y trampas de la fiscalía, aparte de que antes habían solicitado el traslado del juicio hacia otro lugar que no fuera el viciado y predispuesto Miami.
Entre los argumentos más sólidos que esgrimieron y enseñaron resultó la acción terrorista de la ultraderecha de origen cubano asentada en el sur de la Florida y otros estados de la Unión en contra del pueblo de la mayor de las Antillas.
Demostraron, además, la tolerancia por parte de las autoridades estadounidenses de que gozan esos grupos, y hasta su apoyo a la falacia del anticastrismo de los inmigrantes, no de los exiliados, como gustan de hacerse ver estos elementos reaccionarios.
Aunque la gran prensa de Estados Unidos no se ha hecho eco de ello, con lo que demuestran su parcialidad y el apego contra el pueblo cubano y su Revolución, en el juicio quedó claro que la labor patriótica de los hoy cinco Héroes de la República de Cuba para nada afectó la seguridad interna de aquel país ni ocasionaron daño a nadie.
Importantes y respetadas figuras de la vida estadounidense, como oficiales del FBI y altos militares, ofrecieron sus testimonios durante el proceso para demostrar la afirmación anterior.
Por ejemplo, los generales Charles Wilhelm, antiguo comandante del Comando Sur, Edward Atkinson, ex segundo jefe del Estado Mayor del Ejército para la Inteligencia, James Clapper, quien dirigió la Agencia de Inteligencia Militar (DIA), el almirante Eugene Carol, ex vicejefe de Operaciones Navales, y el coronel George Buckner, que se había desempeñado en puestos de responsabilidad en el Comando del Sistema de Defensa Aérea, dejaron evidencias de que los cargos de espionaje eran algo ridículo.
Los acusados no habían realizado ninguna actividad de espionaje, no habían obtenido ni buscado información alguna relacionada con la seguridad, la defensa o cualquier otro interés de los Estados Unidos. No hicieron nada para causar daño a ese país o a sus ciudadanos. No fue presentada ninguna prueba inculpatoria. No apareció ningún testigo que pudiese sostener la acusación, escribió después Ricardo Alarcón, presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba en el prólogo a un libro sobre el tema publicado por la Asociación de Amistad con Cuba de Colombia.
A pesar de que las evidencias demostraban tajantemente la inocencia de los cinco cubanos, estos fueron hallados culpables por un jurado cómplice de la extrema derecha de Miami y condenados a duras y criminales penas de cárcel.
Gerardo a dos cadenas perpetuas, más 15 años; Ramón a una cadena perpetua, más 18 años; Antonio a una cadena perpetua, más 10 años; Fernando a 19 años y René a 15.
Su labor de penetrar a los grupos terroristas de Miami para prevenir a su pueblo de la muerte, como se ha dicho, no merecía tanta saña.