Un testimonio pleno de matices

Por Rosa María Moros Fernández.

Inmersa como periodista y directora de programas desde hace casi 43 años en la dinámica de Cadena Agramonte, planta matriz del sistema de la Radio en la provincia de Camagüey, jamás pensé ser convocada para una tarea tan fuera de lo habitual como resulta hablar en primera persona.

Sin dudas, más de cuatro décadas de desempeño en un mismo espacio laboral trasciende el marco meramente de trabajo, al ser partícipe de un lapso significativo de la historia de una emisora que forma, por derecho propio, parte de nuestros afectos cercanos. 

Nunca olvidaré mis primeros años como periodista, ni el valioso equipo de colegas que me adiestraron en habilidades prácticas y rutinas productivas, asignaturas pendientes entonces en las aulas universitarias. A muchos compañeros de aquellos tiempos iniciales guardo eterno agradecimiento: Raúl Noriega Mendoza, el subdirector informativo que me recibió en 1974, y que apostó por el pequeño grupo de jóvenes recién graduados de la Universidad, a quienes ayudó a crecer con cada nuevo desafío por alcanzar.

Eran tiempos de máquina de escribir, robustas grabadoras, cintas magnetofónicas y laboriosas pre-ediciones a las que cada quien imprimía su toque personal. Mucho aprendimos del maestro de Redacción y Estilo, Manuel Rodríguez Cruz; de periodistas integrales como Oscar González Vázquez, o Manuel Cano Iglesias; de locutores estelares, discotecarias, realizadores de sonido, prestos a materializar esa labor de equipo imprescindible para lograr una buena factura del producto radial.

La mayor deuda de gratitud la tengo, sin dudas, con la propia emisora. Aquí encontré amplias posibilidades de superación técnica y artística, que me permitieron multiplicar roles y abarcar un diapasón mucho más amplio que, en lo personal, aportó una visión mucho más integradora del quehacer radial. 

Redactora-reportera de prensa, guionista de programas diversos, jefa de Redacción, directora del Noticiero Provincial de Radio y de otros espacios, la incursión gradual en otras especialidades me enamoraron cada vez más de este medio de difusión, mágico, exigente y pleno de matices.

Integrar la familia radial camagüeyana es un privilegio para quien, con sensibilidad y fantasía, pone colores a la inmensa obra de la Revolución que nos formó y a la que nos debemos como profesionales cubanos de estos tiempos.

Muchas satisfacciones nos han deparado estos años de trabajo. Y no son solo los premios, distinciones y reconocimientos que atestiguan nuestro paso por estos trajines sonoros, sino la consecuente contribución a la hora de preparar el relevo que, en nuestros días, garantiza una generación joven, plena de vitalidad y deseos de hacer.

En esa integración de generaciones, de la cual hemos formado parte, y en la entrega de cada uno de nosotros a esta gran obra colectiva, tiene Cadena Agramonte asegurados los nuevos éxitos por venir.