El periodismo es una profesión para serla y parecerla

Por Arailaisy Rosabal García/ Radio Cadena Agramonte.

Bailar en casa del trompo. Es esa la expresión que solemos usar los cubanos cuando alguien presume de experto ante quien sí lo es. Entrevistar a Pedro Paneque Ruiz fue entonces algo como eso. Y es que no solo es considerado por el gremio un decano del periodismo en esta tierra que se enorgullece de tener una emisora sexagenaria y el primer periódico de la Revolución; sino que lleva consigo el estigma de ser, para muchos, el más popular de los periodistas camagüeyanos.

No lo digo para alardear; más de una vez cuando me han preguntado qué hago y dónde trabajo, siempre que saco a relucir a Cadena Agramonte, me han soltado sin más: Entonces eres colega de Paneque, no.

He dicho que sí, que lo conozco, y muy bien; y no sé si por compromiso o porque sí, me han hablado bien de él. Tal vez por eso de que, como me confesó en esta conversación, el periodismo es una profesión para hacerla y parecerla. A ella llegó siendo muy joven, pero hoy, a pesar de la nostalgia, ya no lo es tanto.

En todo este tiempo, ¿qué ha marcado la vida profesional de Pedro Paneque?

En tantos años son muchos los acontecimientos que me han marcado profesionalmente. En primer lugar, el merecer la confianza, tanto profesional como política, para atender tareas de primer orden en el desarrollo socioeconómico de Camagüey. Desde que comencé en Cadena Agramonte atendí la labor del Partido, de la Junta Central de Planificación y el Poder Local –que después sería el Poder Popular-; además de la zafra azucarera, el sector agropecuario y los organismos de defensa del país.

Imagínate, en una provincia más extensa que Holanda, que en aquel entonces ocupaba los territorios desde el río Hatibonico hasta el Jobabo, con 22 centrales, era bastante difícil trabajar. En etapas como las de la zafra del 70, el trajín era mañana, tarde y noche. Cadena Agramonte fue, de hecho, la primera emisora de provincia en transmitir 24 horas, precisamente en esos años.

También ha marcado mi vida profesional el haber estado al lado de grandes hombres de la Revolución, comenzando por el Comandante en Jefe Fidel Castro. No quiero parecer petulante, pero es mi orgullo personal y profesional que alguien como el Comandante Juan Almeida Bosque pidiera públicamente que cada vez que él viniera a Camagüey el periodista que lo atendiera fuera yo. Aprender de ellos, de su vida, de su sencillez, te hacen más clara la relación profesional y personal.  

En esa etapa del 70 tuvimos también la posibilidad de tener aquí a las grandes glorias del periodismo cubano, entre ellos a José Antonio Benítez, Elio Constantín, José Gabriel Gumá, Susana Lee, y al hombre radio Orlando Castellanos. Con ellos aprendimos muchísimo del trabajo reporteril. Siempre he creído que debí haber sido más vivo y aprovechar más sus conocimientos.

En los 80, llegó una nueva oportunidad profesional: Etiopía.

Esa fue la primera experiencia internacionalista de la Radio Cubana. En Etiopía instalamos una emisora, que transmitía una programación para más de 50 mil combatientes cubanos que habían llegado hasta allá para, como sentenció después el Comandante, saldar nuestra deuda con la humanidad.

Éramos un equipo compuesto por radialistas de varias provincias, pero no fuimos como corresponsales, sino como combatientes. Teníamos la honrosa misión de mantener vivo en esos jóvenes la conciencia y la certidumbre de por qué estaban allí, por qué había que cumplir con el deber internacionalista en tanto su país seguía desarrollándose.

Allá transmitimos, por ejemplo, un "Miscelánea" especial, y otros programas grabados que nos enviaban desde aquí. Lo mismo hacían todas las emisoras del país. Recuerdo cómo los muchachos y hasta nosotros nos emocionábamos cuando escuchábamos “Esta es Radio Tatek, frecuencia internacionalista para los combatientes cubanos en Etiopía socialista”; lo mismo nos pasaba cuando la emisora se despedía con los acordes del tema musical El mambí.

En lo personal, visitar un palacio de esos que se ven en películas, con baños y pasamanos de escaleras de oro;  conocer un pueblo que se transculturizó pero nunca fue colonizado, recorrer de punta a cabo un país sumamente rico pero con una población muy pobre; fue gratificador, sí, pero duro también, sobre todo porque de allí, como dijo Fidel, solo sacamos nuestros muertos.

Me atrevo a poner a “Camagüey al día” entre otras de las experiencias profesionales más importantes de Pedro Paneque Ruiz. ¿Es así?

Así es. “Camagüey al día” fue un reto muy grande. Ese espacio fue concebido como el amanecer informativo de Cadena Agramonte, y antes que yo, tuvo varios directores de primer nivel, quienes me dejaron la varilla bastante alta.

A eso le sumo el hecho de que nunca dejé de hacer mi labor reporteril. Eso implicaba que cuando regresaba de un recorrido a las 9:00 o 10:00 de la noche, tenía que quedarme en la Redacción adelantando la revista, y regresar sobre las 4:00 de la mañana. Fue una época muy fuerte.

Por esos años, Fidel reflexionaba casi todos los días, y nunca me pareció bien sacarlas tal cual al aire, porque la Radio tiene sus características muy propias. Me daba a la tarea entonces de versionarlas, y a veces eran bastante extensas.

Fue un reto también desde la realización, porque dirigir un equipo como el de “Camagüey al día”, de primer nivel, ayuda mucho, sí, pero te obliga a estar en la viva, porque ante lo más mínimo, tu equipo nota el fallo, y no puedes perder de vista que eres el director.

En lo que va de esta conversación ha sido recurrente un nombre: Fidel.

¿Qué sintió Paneque cuando el 1ro de diciembre de 2016 él volvió a Camagüey, pero esta vez para una eterna despedida?

El haber tenido la posibilidad de estar al lado del Comandante Fidel Castro más de una vez significó mucho, porque su grandeza pude percibirla de primera mano, de tú a tú. Fidel tenía la característica de que cuando hablaba miraba siempre a los periodistas a los ojos, como invitándolo a dar una opinión, incluso te convocaba a hacerlo públicamente.

Fidel fue un hombre de una dimensión tremenda, como estadista y como persona. Siempre estaba pendiente de los periodistas, se preocupaba porque uno comiera, porque tuviera un transporte seguro para regresar, porque nos dieran las mejores atenciones, por facilitarnos el trabajo.

El día que llegaron sus restos a Camagüey le comenté a Roberto Chile que uno no estaba diseñado para verlo así. Fue realmente fuerte aquello, en todos los sentidos: ver un hombre de su dimensión en una urna tan pequeña, y ver cómo todo un pueblo salió a la calle a darle el último adiós.

Paneque lleva ya un tiempo jubilado, sin embargo es bastante raro no verlo un día por los pasillos de la emisora.

¿Es que le cuesta desprenderse de Cadena Agramonte?

Por supuesto. Yo llegué muy joven, con apenas 21 años. Soy fruto de una escuela de corresponsales organizada por el Partido para reforzar la labor periodística en la provincia. Yo no venía para la emisora, porque tengo una pseudodislalia (arrastro la r), a mí me gustaba la prensa escrita y me estaba formando para eso, pero en Cadena Agramonte crean por ese entonces un Comité de Base de la Juventud, y como yo era militante y tenía experiencia directiva, me mandaron para acá.

Empecé en Avellaneda 215. En aquellos tiempos la gente vivía en la emisora, a pesar de que no se transmitía 24 horas. Aprendí entonces ese hábito de trabajo, y desde hace 50 años paso más tiempo aquí que en mi casa. Así y todo formé mi familia, de quien siempre he tenido comprensión y apoyo; llevo casi 43 años junto a la misma mujer, y nunca hemos tenido un desacuerdo por mi entrega al trabajo. Yo amo con la vida a mis hijas, a mis nietos, a mi esposa, pero Cadena Agramonte ocupa un espacio importante también en mi corazón.

Hoy la juventud es mayoría en Cadena Agramonte.

¿Qué opinión tiene de esos jóvenes que hacen periodismo en un medio que demanda tanto como la Radio y en circunstancias económicas adversas?

En más de una ocasión he dicho públicamente que yo me siento relevado, porque he visto empinarse, algunos con más deseos que otros, a un grupo de jóvenes. Hubo un tiempo en el que a nuestra emisora no llegó ni un solo periodista. Fuimos los mismos por mucho tiempo, hasta que comenzaron a llegar esos jóvenes, muy bien formados académicamente, pero que necesitan del apoyo, de la orientación de los de más experiencia, porque una cosa es la Universidad y otra la calle. Considero que el staff de jóvenes de Cadena Agramonte tiene todas las posibilidades, a pesar de las carencias, de hacer un buen periodismo. De hecho, creo que ya lo hacen, con mucho decoro, mucha voluntad y preparación profesional.

¿Está consciente Paneque de que el público camagüeyano asocia su nombre con el periodismo camagüeyano; cuánto orgullo le da eso?

Imagínate. Eso te da orgullo, pero te crea también un compromiso tremendo; te obliga a mantenerte informado, te convierte en un líder de opinión, te obliga a una conducta en la vida, porque el periodismo, muchacha, hay que serlo y parecerlo.

Recuerdo que después de toda una noche de pases en vivo cuando el huracán Ike azotó a Camagüey, salí temprano en la mañana con Miozotis (Miozotis Fabelo Pinares, corresponsal de Radio Rebelde) a tomar café, y como siete u ocho gente nos dieron las gracias por haberlos mantenido al tanto de cuanto estaba aconteciendo; y yo les decía que ese era nuestro deber. Eso te enorgullece mucho como persona.

¿Qué ha significado entonces Radio Cadena Agramonte?

Mi vida, en todas sus dimensiones, profesional y personal. Cadena Agramonte me ha prestigiado, me ha formado como persona, es mi otra casa, mi otra familia. Si cuando me gradué no venía para aquí, hoy no hay quien me saque de aquí. (Foto: Archivo)