El crucero de la armada española Sánchez Barcaíztegui se fue a pique en un abrir y cerrar de ojos, a solo unos metros de El Morro habanero, en la noche del 18 de septiembre de 1895. El crucero español había sido embestido por el vapor Mortera, y, en instantes, se hundió a la entrada del puerto sin que nadie, dada la rapidez del naufragio, pudiera conjurar la tragedia. Decenas de cuerpos humanos forcejeaban en un escalofriante impulso por sobrevivir a las violentas olas y, sobre todo, a la terrible apetencia de los tiburones, abundantes entonces en la bahía de La Habana. Fallecieron 31 personas, entre ellas, el capitán del crucero siniestrado, Francisco Ibáñez Varela, quien perpetuando la tradición marina, se quedó en el buque hasta el último instante. El buque español construido en 1876, en los astilleros franceses de Tolón, de 935 toneladas, armado con tres cañones y una ametralladora, tripulado por más de 150 hombres, había salido del puerto de La Habana , en la más absoluta oscuridad. Y lamentablemente, tuvo la mala suerte de que en la mismísima boca del Morro lo embistiera el mercante Mortera, de 1 172 toneladas, que llegaba a la bahía habanera justo en esa precisa hora y no pudo vislumbrar al crucero español en noche tan negra.