La juventud camagüeyana y cubana aporta desde cada posición laboral, aprende de las generaciones más experimentadas en cada oficio y hace de los centros de trabajo otro espacio para hacer amigos y aportar a su país.
La mujer cubana vive, trabaja, cuida, ama, tiene derechos, cumple deberes y merece la admiración y el amor de los que son dignos todos los seres humanos, no por preferencia, sino porque le corresponde.
Dos manos tomadas, una sonrisa, un gesto, una mirada, un beso... El amor tiene tantas formas como personas existen en el mundo; el amor tiene tantos colores, tonos, voces, como seamos capaces de entregar a mamá, a papá, a un hermano de sangre o de vida, a una tía, a una amiga, a la pareja que tiene en cada 14 de febrero su día mayor.
La ciudad crece todos los días con el corazón y la obra de su gente; tanto es así, que en sus calles, edificaciones y espacios públicos en general los lugareños han escrito buena parte de sus vidas y le profesan amor infinito a un lugar que, incluso a miles de kilómetros de distancia, ocupa parte imborrable de recuerdos y pasiones.