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Joaquín de Agüero y Agüero, precursor del antiesclavismo y el independentismo cubano


El 12 de agosto del año 1851 es fusilado el prócer independentista camagüeyano Joaquín de Agüero y sus 3 compañeros, Tomás Betancourt, Fernando de Zayas y Miguel Benavides, luego de fracasar el intento de tomar Victoria de Las Tunas.

Bachiller en Leyes se hizo cargo de los negocios de la familia al fallecimiento de su padre; fue un hombre de espíritu liberal que “¡Cumpliendo un deber de humanidad y de conciencia!”, les dio la libertad a ocho esclavos heredados de sus padres y les entregó tierras, aperos de labranza y dinero para que fueran autosuficientes.

En 1842 junto a algunos vecinos fundó una escuela pública gratuita en el poblado de Guáimaro; y a fines de 1849 participó en la fundación de la Sociedad Libertadora de Puerto Príncipe, organización clandestina cuyo objetivo era la preparación de un levantamiento armado contra el poder español, y que extendió sus actividades a otras partes de la Isla.

Mal visto por las autoridades coloniales abandonó Cuba en mayo de 1843 y vivió durante algunos meses en Filadelfia, y a su regreso criticó públicamente las arbitrariedades del régimen colonial y a fines de 1849 participó en la fundación de la Sociedad Libertadora de Puerto Príncipe, organización clandestina cuyo objetivo era la preparación de un levantamiento armado contra el poder español, que extendió sus actividades a otras partes de la Isla.

Joaquín de Agüero y Agüero se levantó en armas con unos 60 hombres en un lugar conocido como El Palenque o El Farallón, en Camagüey, donde organizó un campamento de alzados dispuestos a poner fin a la dominación española término municipal de Guáimaro; bajo la persecución del poder colonial, el 4 de julio de 1851 se declaró en rebeldía contra la metrópoli y junto a un numeroso grupo de conspiradores redactó un acta de independencia.

Capturado por las autoridades españolas, fue sometido a un consejo de guerra que decretó la pena de muerte para él y para sus compañeros; rechazó el indulto, ofrecido a cambio de su arrepentimiento y una declaración de adhesión a España, respondiendo: “Sé que la vida me va en ello, pero no me haré traición a mí mismo, siempre he sido fiel a mis principios de honradez y nada recuerdo haber hecho en el transcurso de mi vida que pueda avergonzarme en esta materia. Zayas, Benavides y Betancourt se muestran igualmente grandes e identificados conmigo”.

Y ante las gestiones para la conmutación de la pena de muerte hechas por dos damas camagüeyanas, expresó: “Esa presentación es inútil y humillante, y por nada de este mundo deben humillarse las matronas del Camagüey, que son gloria y orgullo de mi patria, las lágrimas no pueden romper las cadenas, al hierro solo lo rompe el hierro”. (Texto y foto: Radio Florida)


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