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Excavaciones arqueológicas en el Convento de Santa Clara de Asís, La Habana Vieja


La Habana, 14 nov.- El convento de Santa Clara de Asís es la construcción de mayor escala, de carácter no militar, edificado en la segunda mitad del siglo XVII en La Habana. Cuando fue inaugurado, en 1644, solo contaba con la iglesia y lo que hoy se conoce como primer claustro.

Aunque no existen datos exactos sobre su ampliación, varios historiadores coinciden que para 1732 estaba concluido en su totalidad, ocupando las 4 manzanas que posee en la actualidad (Herrera, 2006). Fue destinado a monjas de clausura pertenecientes a la orden de Santa Clara de Asís, siendo este el primer convento para una orden femenina edificado en la Isla, manteniendo esta función hasta 1922.

Durante ese período, el crecimiento urbano había sobrepasado en altura los muros del convento, y los ruidosos tranvías eléctricos que transitaban por las calles cercanas atentaban contra la tranquilidad y privacidad necesaria para la vida conventual. Por esta razón, el inmueble es vendido y con el dinero recaudado se edifica uno nuevo en las afueras de la ciudad (Herrera, 2006).

Adquirido por el gobierno, se comienza a transformar adecuándolo a su nueva función como sede del Ministerio de Obras Públicas. En 1959, con el triunfo de la Revolución cubana, dicha institución cambia su nombre a Ministerio de la Construcción, el que radica en este espacio hasta su traslado en 1962. La edificación pasa entonces a ser propiedad del Ministerio de Cultura, aprovechando los amplios espacios y varias de sus dependencias.

En 1982, con la declaratoria de Patrimonio de la Humanidad al Centro Histórico y sus Sistema de Fortificaciones, comienza el proceso de rescate del edificio con un proyecto de restauración encabezado por el arquitecto Daniel Taboada; concluidos los trabajos se instaura el Centro Nacional de Conservación, Restauración y Museología (CENCREM) hasta su disolución en el año 2011.

Para esta fecha el inmueble se encontraba en un avanzado estado de deterioro. En el año 2018, bajo la administración de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, inicia una nueva etapa de revitalización y restauración (aún en proceso) para acondicionar la edificación a su nueva función, el Colegio Santa Clara para la Formación en las Artes y los Oficios de la Restauración de Cuba y el Caribe.

El Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana comienza las intervenciones arqueológicas en el convento en agosto del año 2013. En aquel entonces, era conocido que, desde la década de 1960, la edificación había sido objeto de estudios arqueológicos en algunas de sus áreas (ver, por ejemplo, Domínguez, s/f; Payarés, 1983; Elso, 1984; Arduengo y Domínguez, 1998). A pesar de que no fue posible consultar todos los resultados de estos pesquisajes, la información recabada permitió plantear objetivos de investigación que abarcaron los tres claustros y la huerta.

En el primer claustro se realizaron intervenciones en las estructuras del patio relacionadas con el sistema de recogida y abasto de agua (casetas de baño y sus alrededores, aljibe, lavaderos y fuente). Se realizaron calas exploratorias en galerías y varios locales para determinar los niveles de pisos originales. Se aplicaron técnicas de Arqueología de la Arquitectura en los muros de la iglesia para determinar las técnicas constructivas y diferentes transformaciones de este espacio.

Los trabajos en el segundo claustro se enfocaron en la denominada Casa del Marino debido a que, dentro del convento, es la estructura que más hipótesis ha generado en torno a su origen y uso. Se excavó el 90 % del área que ocupa esta pequeña casa, ubicada en el centro del patio. En las excavaciones realizadas dentro de este inmueble se localizaron una serie de cortes para la extracción de material utilizado en la construcción de muros de mampostería ordinaria (mampuesto), y las unidades estratigráficas removidas presentaban una alta concentración de restos cerámicos con un rango cronológico entre 1625 y 1750. Otros trabajos se realizaron en varios locales de este claustro para determinar su posible función y modificaciones estructurales.

La restauración que se realizó en 1980 no contó con presupuesto para incluir el tercer claustro, por lo que este tiene el mayor nivel de deterioro del convento. Se centró el estudio de esta área en identificar elementos arquitectónicos, determinar sus dimensiones espaciales y posible uso. Se realizaron con este objetivo, calas en habitaciones, galerías y el patio. En este último se excavó una letrina con escaso material cerámico y gran cantidad de restos de dieta.

En la zona que ocupara la huerta, las excavaciones tuvieron como objetivo localizar los restos de una capilla, reservada exclusivamente a la inhumación de monjas. Edificada en el siglo XVIII, se mantuvo en uso hasta 1915 y fue demolida en el año 1960. Al no contar con un plano o información exacta sobre la localización de esta estructura, fue necesario calcular su ubicación aproximada. En el área donde se comenzó la excavación se identificó un canal de aguas limpias y restos de uno de los muros de la capilla. Se amplió la excavación hacia este nuevo sector donde se encontraron los muros perimetrales de la estructura, cortados al nivel del piso, y cuatro tumbas. Esta intervención aún se encuentra en proceso, ya que los trabajos fueron detenidos temporalmente por la dinámica propia del proceso de restauración.

Los resultados de las intervenciones arqueológicas realizadas en el convento desde el año 2013, han aportado datos en cuanto a la disposición espacial del edificio y sus transformaciones. La interpretación de estos tributa a los proyectos de inversión y restauración, apoyando de este modo la labor de rehabilitación del inmueble. En ese sentido destaca, por ejemplo, la reutilización de algunas estructuras halladas, adecuadas a nuevos usos. Este es el caso de los elementos correspondientes al abasto y recogida de agua del primer claustro, que se recuperarán y pondrán en funcionamiento, formando parte del proceso de recolección de aguas pluviales que se utilizará en el riego de la huerta y otros servicios.

Los materiales cerámicos exhumados en la letrina del tercer claustro permitieron datarla cronológicamente en la segunda mitad del siglo XIX. Asimismo, el estudio de la dieta, consistente en abundantes restos óseos de animales, cáscaras de huevo y una amplia variedad de semillas, aportó información sobre las costumbres alimenticias de quienes habitaron la edificación en ese periodo.

La excavación realizada en el área de la huerta permitió la identificación de transformaciones en vanos y muros de los restos de la capilla. Por otra parte, se conocía que, en 1915, las monjas adquieren una parcela en el cementerio de Colón y trasladan hacia ese nuevo espacio los restos óseos de sus hermanas allí enterradas, razón por la cual el material óseo encontrado durante las excavaciones realizadas en las tumbas fue escaso y disperso. Sin embargo, un hallazgo significativo fueron los crucifijos de madera y bronce, conocidos como crucifijos de pectoral, que formaban parte del ajuar reglamentario de las monjas clarisas, siendo estos los primeros artefactos religiosos exhumados, asociados directamente a estas mujeres.

Todas las evidencias con valor museable pasarán a formar parte de la colección del Museo de Sitio Convento de Santa Clara de Asís, ubicado en la Casa del Marino. (Texto y Foto: Cubadebate)


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