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cambio climático, erosión, hábitat natural

La agricultura y el impacto medioambiental


Por Raysa Mestril Gutiérrez/Radio Cadena Agramonte.  
 
El cambio climático y sus impactos en nuestra vida cotidiana deben ser del interés de todos, pues específicamente en el desarrollo agrícola ya se aprecian daños cuyo mayor responsable es el hombre, y con los que tiene que aprender a convivir y paliar sus efectos en lo posible. 

Entre ellos están los que dimanan del desmonte o recuperación de nuevas tierras, el efecto que se crea al intensificar la producción y la forma en que se sustentan los proyectos.  

Al incorporarse áreas nuevas se producen impactos, algunos irreversibles, entre ellos la pérdida de recursos naturales como bosques primarios, pantanos y tierras, su erosión, y la consiguiente extinción  o huida de especies de la fauna silvestre al desaparecer su hábitat natural.

Al pretender intensificar las producciones, sin un análisis casuístico de posibilidades, puede perderse la calidad de la tierra, y también por el uso excesivo de fertilizantes,  lo que origina al principio resultados alentadores, pero que a la larga no resulta beneficioso.  
 
En el manejo de la producción agrícola está comprobado que los propósitos que son sólidos y sostenibles, también lo serán con respecto al medio ambiente.  

Sin excepciones, los que impliquen la conversión de áreas naturales de importancia ambiental -en este caso tierras no cultivadas, como manglares, zonas con salinidad, bosques tropicales y otros- ocasionan impactos indirectos, como el desarrollo inducido y la caza o tala incontrolada.
 
La agricultura sostenible reduce al mínimo las pérdidas de suelo, mantiene la productividad mediante el uso de insumos orgánicos e inorgánicos, tiene en cuenta la capacidad productiva de la tierra -como factor fundamental para cualquier decisión en cuanto a la inversión agrícola-, y reconoce que la diversificación es clave para  un funcionamiento equilibrado.

En  Camagüey especialistas y agropecuarios aplican las prácticas de conservación de suelos y su cultivo para  mantener la productividad  y  reducir al mínimo los daños ambientales causados por la pérdida de la capa vegetal, mayor afluencia de las aguas, erosión del suelo y sedimentación.

 El uso racional de los químicos, tanto fertilizantes como pesticidas es conveniente por razones económicas, pero  para proteger el medio ambiente hay que observar cuidadosamente su  aplicación, siempre que la sustancia utilizada no sea inapropiada por razones toxicológicas o biológicas.

Para contrarrestar  los efectos dañinos de esos productos, en Camagüey está muy difundido el uso de materias orgánicas como el estiércol y otros desperdicios, una práctica común  que protege el entorno.

En tierras bajas, las preocupaciones principales son los efectos de los agroquímicos y el riego; mientras en las altas es más probable encontrar problemas de erosión, pérdida de la fertilidad del suelo, uso inadecuado de la tierra y manejo incorrecto de las cuencas hidrográficas. Resulta provechoso el uso de cualquier residuo vegetal, como bagazo, cáscara de café o cacao, hojas de la mazorca de maíz y muchos más que no se utilicen en la producción de vapor, tanto como alimento de ganado, materia prima para producir cartón o lámina de fibra, o procesado para obtener gas combustible y fertilizantes, en vez de ser arrojado en el riachuelo más cercano, como a menudo sucede.  

En cuanto a la ganadería,  las fincas  que se establecen en terrenos de pastizales naturales precisan de un control constante de su capacidad para prevenir el pastoreo excesivo, mayormente en las etapas de sequía.   De ahí que se requiera crear condiciones para  atender el ganado y a la vez cuidar el potrero.

Todo proyecto agrícola debe estudiar cómo la tierra está siendo utilizada dentro de la economía local y como fuente de alimentos, y con mayor celo durante los años de pobres cosechas.

Ello es parte de la responsabilidad común con el medio ambiente, unida a la voluntad de mitigar en lo posible los efectos del cambio climático.


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