Por Fidel A. Manzanares Fernández/Radio Cadena Agramonte.
A Eugenio George jamás lo conocí; no tuve la oportunidad de estrecharle la mano como saludo para darle comienzo a una entrevista, que sin dudas figuraría entre mis mayores éxitos profesionales. Entonces me quedé en la misma categoría de sus tantos miles de admiradores. Ayer, como golpe al mentón, recibí la noticia de su muerte, para compartir similar dolor al experimentado por la familia del deporte cubano.
La obra del Profe atesora entre sus valiosas joyas la creación del movimiento más glorioso de la historia de todas las modalidades colectivas para damas de América Latina.
Y dispensen las “leonas” del jockey femenino de Argentina, pero nuestras Morenas del Caribe no tienen precedentes y no admiten comparación. No me alcanzaría este espacio para narrar sus anécdotas. Podría ir más allá de los galardones y lo meramente cuantitativo a la hora de cosechar triunfos atléticos.
Cuando la Federación Internacional de Voleibol (FIVB) anunció al elenco japonés como el mejor de los equipos de la rama femenina en el siglo XX, me sentí poco menos que ofendido.
George había logrado moldear a mujeres de bien, preparadas para asumir cualquier reto, lo mismo en el orden personal que en el profesional. Más de tres generaciones de chicas estuvieron atentas a sus consejos. Tras las conquistas de los cetros olímpicos y mundiales se encontraba la mano sabía del padre, del maestro.
Mireya Luis, su más grande discípula comentaba en su sepelio: “Uno nunca se prepara para estas cosas. El voly siempre lo va a necesitar. Su legado es incalculable, pero la vida se acorta. Perdimos a un Héroe del deporte”.
Mientras, otra camagüeyana universal, Yumilka Ruiz, lo recuerda contenta: “Es triste pero me siento feliz, lo veo sonriendo…solo le puedo decir GRACIAS”.
Eugenio paseó su sabiduría por Barcelona, Atlanta y Sydney. Hoy, cada Grand Prix, o torneo de carácter mundial debería guardarle más de un minuto de silencio.
Pero Eugenio George Lafita no se va. El mejor entrenador de voleibol de todos los tiempos seguirá portando la bandera del orgullo de esta nación, porque si deletreamos su nombre escucharemos el nombre de Cuba.