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Una gesta mambisa en Santa Cruz del Sur (+ Fotos)


Por Abraham Sierra Quiros/Radio Cadena Agramonte

El ataque comenzó a las seis de la mañana del 28 de septiembre de 1873, cuando los primeros rayos del sol aparecían en el horizonte. Más de 600 hombres de infantería y caballería bajo las órdenes del mayor general Máximo Gómez Báez se lanzaban sobre el pueblo costero de Santa Cruz del Sur.

El entonces jefe del Camagüey, y sustituto de Ignacio Agramonte Loynaz, conocía la dificultad de aquella operación por ser una zona cenagosa, con abundante mangle y lodo, y ser la base de operaciones del Batallón de Cazadores El Rayo Insular, informaciones corroboradas días antes por Miguel Betancourt Guerra, dirigente de la inteligencia insurrecta.

De camino a las inmediaciones del pueblo, Gómez dejó tras de sí al coronel Lino Pérez Muñoz al mando de una reserva de 100 infantes y 20 jinetes en un lugar conocido como Lunanco, a unos cinco kilómetros al noroeste de Santa Cruz, con la misión de proteger la retaguardia mambisa.

Poco antes del amanecer, y desde el actual parque Las Yanas, las fuerzas mambisas se dividieron para tomar posiciones en torno al pueblo y atacarlo de modo sorpresivo y simultáneo desde distintos puntos.

El asalto inició justo al amanecer y superó los primeros obstáculos de manera impetuosa. Los coroneles Gregorio Benítez Pérez y José González Guerra, con 100 y 200 hombres de infantería respectivamente, asestaron el golpe principal a través del cementerio, por el extremo oeste del poblado, zona donde se encontraban el cuartel y el polvorín, y se concentraban los pertrechos del enemigo.

La acometida de ambas fuerzas sorprendió a los españoles y los obligó a abandonar las dos importantes posiciones. Los peninsulares retrocedieron a una trinchera cercana desde donde ofrecieron una tenaz y prolongada resistencia.

Mientras tanto, el coronel Manuel Suárez Delgado, al mando de 100 hombres de la caballería, tomó posiciones frente al fuerte Monitor en el Camino Real, acceso principal del pueblo, y disparó sobre él hasta neutralizarlo, manteniéndose en disposición de apoyar al resto de las fuerzas en caso necesario.

Con el objetivo de distraer la atención del enemigo, el teniente coronel Bernardo Montejo y medio centenar de infantes atravesaron la entrada del pueblo y se situaron en las inmediaciones de un playazo del noreste, lugar casi intransitable y desde el cual hostigaron a las fuerzas peninsulares.

Aprovechando el fuego de cobertura de Suárez sobre el Monitor y con el propósito de dividir a los defensores, el coronel Henry Reeve y 50 jinetes avanzaron impetuosamente por el Camino Real hasta la costa y giraron al este hasta Playa Bonita, donde desalojaron el cuartel de voluntarios.

Al retirarse, el Inglesito, como fue conocido Reeve, encontró un emplazamiento con artillería y fue recibido con un cañonazo del que resultó ileso. En un gesto de arrojo y valentía atacó esta posición enemiga que le cerraba el paso y consiguió ocupar momentáneamente la pieza artillera.

En medio de esta situación el jefe mambí recibió un disparo a quemarropa de una carabina española, lo cual le provocó una grave herida en la pierna derecha y se la inutilizó de por vida.

Neutralizados los principales focos de resistencia, los mambises quedaron dueños de la mayor parte del poblado y fue necesario traer la fuerza de reserva dejada en Lunanco para ayudar al acopio del cuantioso material de guerra ocupado.

Transcurridas dos horas desde el inicio de la acción y cumplidos plenamente sus objetivos, Gómez ordenó la retirada, dejando tras de sí la parte oeste de pueblo incendiada.

Sobre las ocho de la mañana las fuerzas insurrectas salieron de Santa Cruz del Sur. Los movimientos se efectuaban con lentitud debido a la pesada carga y un temporal desatado previamente. Los victoriosos mambises marchaban de regreso a la región de Najasa.

En su Diario de campaña el mayor general señaló que el asalto era “uno de los que han dado mayores ventajas”, pues se había ocupado “mucho parque y un rico botín de efectos de comercio y alhajas”, aunque al precio de 17 muertos y 50 heridos del bando insurrecto.

Desde el punto de vista de la historiografía militar el ataque a Santa Cruz del Sur puede situarse como magnífico ejemplo de la elección y exploración de un objetivo, las maniobras ocultas para ocupar posiciones ventajosas, el ataque sorpresivo en la dirección principal y acciones distractivas en otras, las medidas de seguridad para impedir el acceso de refuerzos y la salida oportuna del combate.

Gómez concedió tanta importancia a los resultados de esta acción que años después, en su obra El Convenio del Zanjón, escribiría: “Desde entonces creí realizado mi proyecto”, refiriéndose a su idea de invadir la región de Las Villas. (Fotos: Archivo, Invasor, Perlavisión, Online Tours)

Fuentes consultadas: Diario de campaña, de Máximo Gómez Báez; Bala, tizón y machete, de Gilberto Toste Ballart; Historia militar de Cuba Primera Parte, del Centro de Estudios Militares de las Fuerzas Aarmadas Revolucionarias.


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