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La educación formal no es casualidad


María de las Nieves Galá/ACN

Las malas palabras se han puesto de moda: en algunas canciones (sí así se les puede llamar); están en la boca de muchachos y hasta de personas mayores que suben a un ómnibus o están en una cola. Hay quienes lo ven como algo normal, incluso sin darse cuenta tararean letras que ni siquiera debieran pronunciarse.

A mí, tengo que confesarlo, no me gustan las malas palabras. Nunca las he tolerado, agreden mis oídos. Mis padres, que tuvieron pocas oportunidades para la superación, fueron exigentes con su numerosa prole en cuanto a normas de conducta: jamás se pronunciaban frases indebidas, aunque otros las dijeran.

También insistieron en la educación formal; era menester dar los buenos días a todo el que encontrábamos por el camino; agradecer cuando se recibía un favor o ayudar a los ancianos si lo requerían.

Por supuesto, eso estuvo acompañado de buenos maestros que, con mucha didáctica y sobre todo ejemplo personal, nos llevaron por el camino del aprendizaje y estimularon a asumir actitudes acordes con la sociedad. Valores como honestidad, respeto, responsabilidad y laboriosidad eran inculcados desde que se llegaba al aula.

No se forman jóvenes con correctos hábitos de educación por casualidad. Desde la cuna comienza esa etapa que moldea a los retoños, y que la familia siempre tendrá que seguir de cerca; luego, la escuela tendrá que sostener con calidad ese proceso educativo con el firme propósito de entregar ciudadanos cívicos y responsables.

Si bien los investigadores coinciden en que son la escuela y la familia los agentes socializadores fundamentales en la formación de valores, no puede soslayarse el papel cada vez más diverso de los medios de comunicación masiva, teniendo en cuenta el impacto de las nuevas tecnologías.

Ningún análisis en ese sentido puede hacerse hoy sin tener en cuenta esos medios, que se han convertido en redes mediadoras de la opinión pública en el mundo. Difícil reto, en un planeta donde se potencia la cultura del consumo sin importar sus consecuencias.

El destacado investigador y profesor, Dr. Gilberto García Batista, en su artículo: ¿Por qué la formación de valores es también un problema pedagógico? reafirma la necesidad de un “sistema de influencias coherente con la participación de la familia, organizaciones, medios de difusión”, e insiste en “crear las condiciones adecuadas para el desarrollo de cualidades morales esenciales, teniendo en cuenta las particularidades de las edades, sus motivos, puestos todos de acuerdo para su accionar sistemático”.

No creo que por arte de magia “las malas palabras” que han ido ganando espacio en el hablar de determinado grupo de personas vayan a desaparecer. Pero hay que insistir por todas las vías para que ese lenguaje nos agreda lo menos posible.

Existe un catálogo de palabras mágicas que toda familia y maestro deben tener cerca, enmarcadas en un gran cuadro: “buenos días”, “por favor”, “gracias”, “perdón”, “lo siento"… Nada cuesta enseñarlas y mucho se agradecen en la vida, pues contribuyen a entregar a la sociedad hombres y mujeres respetuosos, que construyen puentes de hermandad y asumen con optimismo los retos cotidianos. (Foto: Periódico 5 de Septiembre)


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