Camagüey, 6 jun.- No nació en Cuba, pero se le quiere igual.
Lo adoptamos y nos adaptamos a su convivencia desde aquel día de 1864 cuando los niños Nemesio y Ernesto Guillot (hermanos) y Enrique Porto trajeron un bate y una pelota desde el pueblo estadounidense de Alabama.
Literalmente los cubanos suelen respirar béisbol, y no es una verdad absoluta pero de que tiene un poder indiscutible de seducción lo tiene; injusto sería entonces denegárselo.
Basta recordar aquella famosa frase de Dad al César, lo que es del César. Y es cierto que tiene otros “rivales peligrosos”, como el fútbol internacional, el atletismo o el boxeo, pero algo es innegable: ninguno le amenaza su liderazgo.
Sencillamente sigue siendo el rey.
Sin que fuese requisito indispensable haber tenido presencia como equipo en la Liga Élite las personas se aliaban a otras "novenas" por razones geográficas o porque tuviesen a alguna representación de su provincia entre los elencos en competencia.
Nada, absolutamente nada, se sabe, deviene obstáculo para que los fieles seguidores del pasatiempo nacional cejen en ese empeño permanente de venerarlo y al que se adora cual si fuese la mismísima Julieta.
No exagero, para los fans una victoria o una derrota pueden desencadenar disímiles emociones, desde el llanto hasta la euforia.
Y la causa, o una de ellas, es que cuando se trata del llamado deporte de las bolas y los strikes es virtualmente imposible obviar sentimientos, cualquier evento -incluso el más simple en una esquina- siempre atrae espectadores.
Pero el tema no es fortuito, es que por estos días se celebraron los partidos de la 48 edición del Torneo Provincial de Béisbol y salta a la vista su poder de convocatoria.
Muchos pudieran ser los ejemplos referentes, como los encuentros celebrados entre Florida y Guáimaro, donde las gradas de los estadios fueron tribuna para mezclar en dosis adecuadas el arte en función del espectáculo.
Fue un jonrón emocional, visual. Personas que apoyaban a sus jugadores con un fervor envidiable e, incluso en el caso de los floridanos, el ánimo se extendía a los cespedeños Michael Thompson, Luis González y Yosbel Pérez, quienes tuvieron participación decisiva en los resultados globales del equipo.
Es sabido que se quisieran más juegos, muchos más juegos, pero es pura ficción suponer ahora mismo que pueda habilitarse un programa más amplio cuando los recursos materiales escasean.
La voluntad reina en las estructuras directivas del INDER y en el resto de los organismos involucrados, pero eso no es suficiente; si bien se logró organizar una competencia que sin llenar expectativas estimula el sistema de participación en una disciplina con gran contenido popular.
En esta campaña se modificó el calendario y aunque hubo selecciones que apenas jugaron tres encuentros esa temprana depuración facilita que permanezcan los colectivos con mejor desarrollo cualitativo, porque el espectáculo requiere una elevada dosis de calidad de los concursantes.
Ojalá que en una fecha próxima los torneos domésticos puedan rescatar la realización de citas más largas, porque se aprecia que miles de aficionados, incluidos los propios jugadores, se quedan deseosos del disfrute.
La causa es harto conocida, la pelota o el béisbol -como prefiera de llamarle- no pierde ese latido vital para millones de cubanos porque es causa y razón de polémicas y debates, de críticas y aplausos.
No podemos ignorar tampoco, bajo ningún concepto, que sus virtudes continúan intactas en el corazón patrio.
Y si París merece una misa, para los cubanos el béisbol también. (Texto: Gilberto Rodríguez Rivero/Colaborador de Radio Cadena Agramonte) (Foto: Internet)