Naciones Unidas, 11 jun.- El cambio climático en curso acidifica y calienta el océano, dañando la vida marina y acelerando el ascenso del nivel del mar, lo que amenaza a comunidades enteras en todo el mundo, recordó este martes en Niza el secretario general de la ONU, António Guterres.
Guterres se encuentra en la costera ciudad francesa participando en la Tercera Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Océanos (UNOC3), que comenzó este lunes y concluirá el viernes.
En conferencia de prensa en el marco de la cumbre, Guterres advirtió que el futuro del océano −y con él el de la humanidad− se acerca un punto de inflexión, “más allá del cual la recuperación podría volverse imposible”.
“Y seamos claros: son los intereses poderosos los que nos están llevando al límite. Nos enfrentamos a una dura batalla contra un enemigo claro que se llama avaricia”, sentenció el secretario general.
– “No podemos permitir que la avaricia dicte el destino de nuestro planeta”.
Guterres señaló que la industria de los combustibles fósiles está haciendo un esfuerzo drástico por distorsionar la realidad. “Pero hay algo que, para mí, es inevitable: la era de los combustibles fósiles está llegando a su fin y la era de las renovables se consolidará como la era del futuro”.
Sin embargo, añadió al responder una pregunta, “el problema es si se logrará a tiempo. Lo que necesitamos es acelerar esa transición. Espero que en la COP [Conferencia de la ONU sobre Cambio Climático] se transmita un mensaje muy contundente al respecto”.
En este sentido, subrayó que tanto los Gobiernos como los líderes empresariales, los pescadores y los científicos tienen una responsabilidad y un papel vital que desempeñar.
Para salvar los océanos, y con ellos el planeta, Guterres delineó varias prioridades. Entre ellas están transformar la forma en que aprovechamos los recursos del océano, afrontar la plaga de la contaminación por plásticos, extender al mar la lucha contra el cambio climático e implementar el reciente Acuerdo sobre la Biodiversidad Marina de las Zonas Fuera de la Jurisdicción Nacional.
El secretario general de Naciones Unidas insistió en la necesidad de actuar de manera colectiva, responsable y cautelosa en cuanto a la minería marina para no permitir que la explotación de los fondos del mar “se convierta en el salvaje Oeste”.
Enfatizó, además, que es urgente actuar, pues la salud de los océanos es inseparable de la salud humana, la estabilidad climática y la prosperidad mundial.
Las acciones −dijo− deben incluir estrategias basadas en el océano, como la protección de los manglares, las praderas marinas y los arrecifes de coral.
“Debemos aumentar el apoyo financiero y tecnológico a los países en desarrollo para que puedan protegerse de las condiciones climáticas extremas y responder ante los desastres”, recalcó, insistiendo en que la supervivencia de las comunidades costeras y de los pequeños Estados insulares en desarrollo depende de ello.
Pese a los grandes retos pendientes, Guterres se declaró “con energía y aliento” por las numerosas promesas que ya se han hecho en la reunión de Niza.
“Me voy animado por las naciones insulares y los pueblos indígenas que comparten sus historias y experiencia”, apuntó, destacando también la participación de los jóvenes activistas que exigen acción y rendición de cuentas, de los científicos, de los líderes empresariales y, en general, de la sociedad civil que suman fuerzas por salvar al océano.
“Esta es la coalición global que necesitamos”, aseveró, e instó a los asistentes a la conferencia a asumir compromisos decisivos y financiamiento tangible.
“El océano nos ha dado mucho. Es hora de que le devolvamos el favor. Nuestra salud, nuestro clima y nuestro futuro dependen de ello”, concluyó el secretario general.
El plancton, el sustento del océano, regula el clima, alimenta los mares y da forma a la vida en la Tierra. Es el corazón del océano.
Pasan desapercibidos, pero todo depende de ellos. Estos minúsculos organismos absorben dióxido de carbono, liberan oxígeno y sustentan toda la cadena alimentaria marina. Sin ellos, la vida tal como la conocemos no existiría.
Pero, ¿qué es el plancton?
No es una sola criatura, sino un vasto elenco de nómadas marinos, todos unidos por un rasgo: no pueden nadar contra la corriente.
Van a la deriva con las mareas y los remolinos, siguiendo corrientes invisibles que gobiernan sus vidas. Algunas no son más grandes que una mota de polvo; otras, como las medusas, pueden tener más de un metro de ancho.
Hay dos tipos principales. Los que aprovechan la luz solar: el fitoplancton, plantas marinas microscópicas que realizan la fotosíntesis como la naturaleza terrestre y que, a lo largo de la historia, han producido más de la mitad del oxígeno que respiramos. Y los que se alimentan: el zooplancton, animales diminutos que se alimentan de sus primos vegetales, se cazan entre sí y se convierten en presas para peces, ballenas y aves marinas.
En el Laboratorio Oceanográfico de Villefranche (LOV), en Francia, los científicos llevan décadas rastreando a estas criaturas. Sus muestreos diarios, a pocas millas de la costa, han dado lugar a uno de los registros continuos de plancton más largos del mundo.
Y ese récord muestra ahora signos de estrés.
“En nuestro centro de observación, la temperatura de la superficie ha aumentado aproximadamente 1.5 grados centígrados en los últimos 50 años”, explica Lionel Guidi, investigador del LOV. “Hemos observado un descenso general de la producción primaria de fitoplancton”.
Las consecuencias podrían ser de gran alcance. El fitoplancton es la base del ecosistema marino. Una disminución de su número podría desencadenar un efecto cascada, perturbando el zooplancton, las poblaciones de peces y la biodiversidad oceánica en su conjunto.
También podría debilitar su capacidad de absorber dióxido de carbono, extrayéndolo de la atmósfera y transportándolo a las profundidades, lo que los científicos llaman “la bomba biológica”, uno de los reguladores naturales del clima más vitales de la Tierra.
La investigación a largo plazo del LOV es importante, porque capta tendencias que abarcan años e incluso décadas, ayudando a los científicos a distinguir los ciclos naturales de los cambios provocados por el clima.
“Cuando explicamos que, si no hay más plancton, no hay más vida en el océano, y si no hay más vida en el océano la vida en tierra tampoco durará mucho más, entonces de repente la gente se interesa mucho más sobre por qué es importante proteger el plancton”, afirma Jean-Olivier Irisson, otro especialista en plancton del LOV.
Por estos días, la ciudad de Niza, también en los Alpes Marítimos franceses, acoge la tercera Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Océanos (UNOC3), una cumbre de cinco días que reúne a científicos, diplomáticos, activistas y empresarios para trazar el rumbo de la conservación marina.
Una de las prioridades de la reunión es avanzar en el compromiso “30 para 30”, que consiste en proteger el 30% de los océanos para 2030, y acercarse a la ratificación del histórico Tratado de Alta Mar o Acuerdo BBNJ para salvaguardar la vida en aguas internacionales.
Guidi subrayó la urgencia de estos esfuerzos liderados por la ONU: “Todo esto hay que pensarlo con gente capaz de hacer leyes, pero basadas en razonamientos científicos”.
No pretende ser él quien redacte las políticas, pero sabe dónde encaja la ciencia. “Transmitimos resultados científicos; tenemos pruebas de un fenómeno. No son opiniones, son hechos”. (Texto y Foto: Cubadebate)