
EE.UU, 28 dic.- La Estación Espacial Internacional (EEI), situada a unos 400 kilómetros sobre la Tierra, representa uno de los proyectos de ingeniería más ambiciosos de la humanidad. Desde la primera misión Expedición 1, más de 280 astronautas y cosmonautas han visitado la estación, que se mantiene habitada de forma continua desde hace 25 años. Para quienes nacieron después del 2 de noviembre de 2000, la presencia humana en el espacio ha sido una constante.
La EEI simboliza lo que puede lograrse mediante cooperación internacional y demuestra que los seres humanos, cuando trabajan juntos, alcanzan metas extraordinarias. Sin embargo, el camino ha estado lleno de retos. A lo largo de su historia, cada cifra revela un aspecto clave de esta aventura espacial.
El primer módulo, Zarya, fue lanzado en noviembre de 1998 desde Kazajistán. En aquel momento, el proyecto enfrentaba críticas por retrasos y sobrecostos, y algunos políticos pedían cancelarlo. Dos años después, Bill Shepher, Sergei Krikalec y Yuri Gidzenko encendieron las luces de la estación formada por tres módulos: Zarya, Zvezda y Unity. Permanecieron cinco meses, realizaron 22 investigaciones científicas, siete caminatas espaciales y recibieron dos tripulaciones visitantes. Hoy, la estación suele albergar siete astronautas.
El ensamblaje requirió 42 vuelos, principalmente del transbordador espacial estadounidense, que transportó y colocó módulos fabricados en Rusia, América del Norte, Europa y Japón. Actualmente, la EEI cuenta con entre 16 y 20 módulos presurizados y ocho grandes paneles solares. Su volumen habitable alcanza 388 metros cúbicos, equivalente a una casa de seis habitaciones, aunque en microgravedad cada superficie se aprovecha. Para mantener la salud, los astronautas deben ejercitarse dos horas al día. Como dato curioso, el astronauta Tim Peake corrió una maratón completa en 2016 dentro de la estación.
El sistema de reciclaje recupera el 98% del agua del aliento, sudor y orina, transformándola en potable. A pesar de la limpieza constante, conviven cerca de 55 tipos de microbios. La investigación científica es intensa: más de 4 400 estudios publicados abarcan desde biología humana hasta nuevas tecnologías. Don Pettit vivió en la estación el día que cumplió 70 años, demostrando que la edad no es un límite, y Frank Rubio estableció el récord de permanencia en la EEI con 371 días en 2023.
La Cúpula, con vidrio de 25 milímetros, ofrece vistas únicas de la Tierra y se ha convertido en un espacio icónico. Los astronautas también llevan instrumentos musicales, como Chris Hadfield, quien grabó “Space Oddity” en órbita. Cada uno dispone de un espacio privado y un saco de dormir de 211 centímetros, aunque el ruido y la falta de gravedad complican el descanso. La estación cuenta con cuatro baños, cuya reparación ha sido motivo de orgullo para algunos astronautas.
La comida espacial ha evolucionado: desde máquinas de expreso hasta menús gourmet. En 2019 se hornearon cinco galletas con chips de chocolate, enviadas a la Tierra para comprobar su seguridad. La EEI ha realizado 40 maniobras para evitar basura espacial y más de 270 caminatas, incluida la más larga de casi nueve horas. Canadá aportó el brazo robótico Canadarm2 y el sofisticado Dextre. Además, 13 civiles han visitado la estación como “participantes en vuelos espaciales”.
La EEI orbita la Tierra 16 veces al día, ofreciendo amaneceres y atardeceres constantes. El costo de un asiento en la Dragon de SpaceX ronda los 55 millones de dólares, mientras que en la Soyuz asciende a 80 millones. La misión de prueba del Starliner en 2024 se prolongó 286 días por fallos técnicos, dejando a dos astronautas varados hasta marzo de 2025.
Los paneles solares generan 735.000 kWh al año, con sistemas de refrigeración que han requerido reparaciones de emergencia. El software de la estación suma tres millones de líneas de código y se complementa con dispositivos modernos como Raspberry Pi adaptadas. A bordo flotan 486 000 objetos registrados con códigos de barras. El costo total estimado supera los 150 mil millones de dólares, con un gasto anual de la NASA de entre 3 000 y 4 000 millones.
La EEI es un testimonio de perseverancia, cooperación y ciencia. Cada cifra refleja un logro que ha marcado la historia de la exploración espacial y plantea la pregunta final: ¿valió la pena? La respuesta queda en manos de quienes observan el cielo y sueñan con el futuro. (Texto y Foto: Cubadebate)