Por Conrado Vives Ania/ Radio Cadena Agramonte.
La postura asumida por el General Manuel Boza Agramonte, proveniente de una de las familias más acaudaladas de la Villa de Santa María del Puerto del Príncipe, hoy Camagüey, es otra de las leyendas apasionantes que atesoran las guerras por la independencia cubana del colonialismo español en esta rica y extensa región.
Educado en correspondencia con la posición económica y social de sus padres Manuel Boza Varona y María de la Cruz Arteaga, propietarios de enormes extensiones de tierra dedicadas a la ganadería, Manuel decide formar su propio hogar junto a Elena Borrero Estrada, y de cuya unión matrimonial nació su único hijo Virgilio.
Era el 4 de noviembre de 1868, cuando los camagüeyanos se sumaron a la lucha iniciada por Carlos Manuel de Céspedes, iniciada el 10 de octubre en La Demajagua. Ni corto ni perezoso, Manuel apresa la llama libertaria que encendió la Isla, junto a sus hermanos Jerónimo, Gregorio y Juan Nepomuceno.
Previo al célebre alzamiento de los camagüeyanos, en Las Clavellinas, que concluyó con el fusilamiento de Joaquín de Agüero y sus compañeros, los principales conspiradores de la urbe principeña fueron citados para la Sociedad Filarmónica con el fin de ultimar los detalles del referido pronunciamiento.
Manuel Boza Agramonte, al recibir la citación, dejó bien claro los propósitos de su incorporación a la guerra: "Iremos a la junta a votar por la guerra; pero tengan en cuenta los señores de la reunión, que si los Boza salen al campo, antes morirán que someterse al gobierno que van a combatir".
Los Boza comienzan a tejer su leyenda de guerreros y patriotas. Cuando se funda la Junta Revolucionaria del Camagüey, en 1866, ellos figuran entre sus miembros más activos.
Posteriormente a los sucesos de Las Clavellinas, Manuel y sus hermanos participan en el combate de Bonilla el 28 de noviembre de 1868. Allí, se enfrentaron estoicamente a un batallón de 800 hombres al mando del militar español Blas de Villate y la Hera, más conocido por el conde Valmaseda.
Cuando la columna avanzaba por la línea férrea rumbo al puerto de Nuevitas, los Boza y sus subordinados prepararon una emboscada, y arremetieron con arrojo contra el enemigo que se vio obligado a desviar la ruta hacia la localidad de San Miguel.
Las llanuras del Camagüey temblaron ante la bravura de Manuel en otras batallas importantes, como la de Las Yeguas, en diciembre de 1868, donde hostigó al tristemente célebre "Batallón del Orden" que conducía el brigadier español Francisco Acosta y Albear.
También brilló en el puerto de Guanaja, donde acudió en auxilio de los expedicionarios del vapor “Galvanic”, que traía un fuerte apoyo para los insurrectos, y era atacado desde el mar por un esquife de guerra español.
En el Gobierno de la República en Armas, en abril de 1869, creado a raíz de la Asamblea de Guáimaro, Manuel Boza es nombrado coronel jefe de la Primera Brigada del Ejército en el territorio de Camagüey, al frente de la cual libra numerosos combates.
Ya en 1879 es ascendido a Mayor General del Ejército Libertador y ocupa la jefatura militar de la región principeña, pese a que modestamente decía no tener los conocimientos militares necesarios para tal responsabilidad.
Su alto sentido patriótico lo llevó a manifestar en aquella ocasión: "¿Qué le voy a hacer? Si no acepto será peor para Camagüey".
Pudieron más su prestigio y autoridad incuestionables y continuó en esa responsabilidad hasta los primeros días de enero de 1871 cuando el Mayor General Ignacio Agramonte y Loynaz reasumió la jefatura de la División.
La gloria se vistió de luto el 13 de mayo de ese mismo año.
En plena pelea en la zona de La Jagua, al sur del territorio, muere atravesado por las balas españolas Manuel Boza Agramonte, uno de los luceros de las páginas de la historia camagüeyana.
No lograron sus asesinos apagar ese brillo, porque aún a la vuelta de 140 años, renace como el Ave Fénix en busca de la libertad.