Cuba, desde que respiró como país, no ha cesado de batallar. Exclusividad irrepetible de generaciones colmadoras de esta ínsula de poemas, historias y virilidad, de las cuales nacieron sus hijos quienes, a lo largo de cinco centurias y algo más, han escrito historias -contadas o no- pero integradoras de esas cuatro letras distintivas.
Es el sentir “(…) de los hombres que saben mirar desde ellos, y sienten con entrañas de nación, o de humanidad”, como sentenciara el más preclaro de los cubanos, quien a los 160 años de habernos regalado su presencia y enseñanzas, como doctrinario incansable e insaciable, sigue con la mirada fija en el porvenir, bien en alto la bandera de sus vitales ideas.
A esta altura del tiempo, las concepciones, los postulados y preceptos de José Martí, y acudo al poeta: “hacen camino al andar”. Lógica continuidad en la llamada generación del centenario, que encabezada por otro pensador inagotable, levantaron el fusil del Apóstol ante las amuralladas fortalezas santiaguera y bayamesa, en aquel julio cargado de corazón y patriotismo.
La frase visionaria de Fidel sentencia el hecho: “Ellos, hoy, habrían sido como nosotros; nosotros, entonces, habríamos sido como ellos”.
Gabriel García Márquez ha escrito sobre Fidel: “José Martí es su autor de cabecera y ha tenido el talento de incorporar su ideario al torrente sanguíneo de una revolución marxista”.
El engranaje de semejante manantial de ideas no es obra de la casualidad. Incluso, hace vida hasta en la preclara concepción que cobra creciente fuerza en nuestros días: la de América Latina como una comunidad autónoma e integral, capaz de mover los destinos del planeta.
Ambos pensadores, quizás como pocos, desnudaron las verdaderas raíces de los Estados Unidos de Norteamérica desde las estructuras de poder, caracterizadas por las segundas intenciones de sus gobiernos, hasta la verdadera génesis de su pueblo.
Vuelvo a García Márquez, y esta vez me atrevo a incluir al Apóstol en esta definición que hizo el escritor sobre Fidel: “Hombre de costumbres austeras e ilusiones insaciables, con una educación formal a la antigua, de palabras cautelosas y modales tenues, e incapaz de concebir ninguna idea que no sea descomunal”.
Es la imbricación de dos personalidades que marcan para siempre nuestra historia como estrellas iluminadoras capaces de convertir lo inalcanzable en logros salvadores y en ansias de brillante porvenir.
“La vida cubana, como confesara el Poeta Nacional Nicolás Guillén, y la de cualquier país, suele estar llena de muertes y resurrecciones” y “(…) Todo esto sin contar que la muerte no existe como fenómeno vital y que de cada ‘muerte’ brotan siempre oleadas de vida”.
En la historia cubana pululan los ejemplos: la Guerra de Independencia de 1868, la Guerra Chiquita, la del 95, el Machadato y la revolución que se fue a bolina, el Moncada, el Granma, el triunfo del Primero de Enero de 1959 y este más de medio siglo de bloqueo… batallas y luchas de este pueblo de historias y poemas. (Foto: Archivo)