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Recuerdo de Nicolás Guillén


Por Lisandro Otero (Colaborador de Prensa Latina)

Lo conocí en la década del cincuenta del pasado siglo, cuando vivía en un hotelito, cerca del Boulevard Saint Michel, en París. Para él eran años de exilio y de madurez. Guillén comenzaba a ser reconocido en Francia, gracias a las dos ediciones de Pierre Seghers, con traducciones de Claude Couffon, que fueron éxitos resonantes.

Mis condiscípulos de La Sorbona, al saber de mi amistad con él, me solicitaron que actuase de intermediario para poderlo conocer. Así lo hice y aquellos muchachos se agruparon frente al hotelito, turbados, conmovidos ante la perspectiva de contemplar a un maestro en su trono. Todos esperaban que al abrirse la puerta se escucharía el Aleluya de Handel y emergería, potente y diáfana, una luz celestial del interior de la habitación.

Fue un anticlimax. Nicolás abrió la puerta despeinado y en pijama, terminaba de darse una ducha. Nos invitó a pasar con el mismo desenfado de quien vistiese un traje con chaleco y poniéndome un zapato en la mano me dijo: "Mira que buen par me compré hoy, y baratísimos".

Se evaporó la veneración deshumanizada y siguió una charla informal, con la algarabía usual de aquellos estudiantes que vieron a Guillén como uno de los suyos, como si siempre hubiese pertenecido a ese grupo de amigos.

Lejano era el tiempo en que un joven mulato publicó los poemas de Motivos de Son que constituyeron una revelación. Por primera vez un poeta se atrevía a acometer una poesía rítmica y sonora como la música negra.

Las formas coloquiales y populares del habla irrumpían en la literatura cubana. El ron, la rumba, el panteón de la santería, un universo de tipos populares, se deslizaban por encima de las hipocresías burguesas que habían dominado las relaciones sociales.

Guillén logró adentrarse en la esencia nacional sin caer en el pintoresquismo ni el costumbrismo.

Después de aquel afortunado golpe inicial, que le hizo famoso y discutido, repitió al año siguiente el experimento con Sóngoro Cosongo. Miguel de Unamuno leyó con delectación aquellos versos, se los hizo leer a Federico García Lorca, y le escribió a Guillén una carta en la que confesaba que el sentido del ritmo, de la música verbal de negros y mulatos "es el espíritu de la carne, el sentimiento de la vida directa, inmediata, terrenal. Es, en el fondo, toda una filosofía y una religión."

En ese libro ya se advertía que Guillén se apropiaba de elementos que cada cubano conocía pero que ninguno había sabido exaltar hasta la categoría culta de la esencia nacional.

En 1937 se organizó en México un congreso convocado por la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR). Acá le invitaron a participar en el II Congreso por la Defensa de la Cultura, que iba a celebrarse en España, en medio de la Guerra Civil. Según el propio Guillén ha confesado fue la lucha contra la tiranía de Machado en Cuba, y la Guerra Española, los dos acontecimientos políticos que impulsaron su vocación revolucionaria.

En 1934 publicó West Indies Ltd. y en 1937, Cantos para Soldados y Sones para Turistas. En 1947 publicó en Buenos Aires El Son Entero y en 1951 La Elegía a Jesús Menéndez, que es considerado, quizás, su mejor poema. Después del golpe de estado de Batista, en 1952, comenzó un largo exilio. El triunfo de la revolución cubana le sorprendió en Buenos Aires.

Empezó entonces su etapa de maduración perfecta: reverdeció su talento y entró en su lozanía mayor. Nicolás Guillén fue llamado el Poeta Nacional de Cuba. Y lo es porque su obra trasunta una tradición que surge con José María Heredia y culmina en Martí, la de aquellos poetas que "...sienten a la patria como necesidad del alma", según Cintio Vitier.

En Guillén hubo varias facetas simultáneas: fue un poeta afrocubano, un poeta caribeño y un poeta social. Cuba fue su razón de ser, su motivo máximo de expresión, pero la vio siempre insertada en el contexto caribeño, en el semicírculo de islas que comparten la raíz africana.

Con su obra ayudó a entender mejor a los latinoamericanos la importancia de ser ciudadano de nuestra América.


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