Por Adolfo Silva Silva/ AIN Camagüey
Es una realidad tan poco divulgada que anda oculta para la mayoría de la gente, y marca uno de los pasajes apenas conocidos o inéditos de Santa María del Puerto del Príncipe.
Tiene, quizás, la apariencia de una especulación: emigrados de una amplia diversidad de procedencia vivían en el siglo XVII en la hoy ciudad de Camagüey.
Documentos eclesiásticos y de escribanías de la época testimonian que la población de la villa no la integraban solamente, en cuanto a la procedencia extranjera, oriundos de España y África.
El resto de la presencia foránea provenía de lugares como Irlanda, Roma, Génova, Venecia, Sicilia, Gran Bretaña, Alemania, Francia, Holanda, Portugal, Venezuela, México, Perú, Colombia, Guatemala, Jamaica, Puerto Rico y Santo Domingo.
De la emigración en aquella centuria quedaron en amarillentos folios nombres como Domingo Antonio de Aritona, Bartolomé de Xaynes Sunnia, Manuel de Coffin, Juana de Silva Copengier, Martín de Estert, Manuel de Roha, Juan de Li Coé, Antonio González de Figueroa, Lope Rodríguez de Ximénez y el indio Francisco Carrión.
Era singular esa confluencia multinacional en una etapa en la cual la villa tuvo, por ejemplo en 1689, apenas dos mil 739 habitantes, y distaba mucho el comienzo de su etapa de consolidación, iniciada en 1800 según expertos en el tema.
A ello se suma la permanencia del asentamiento, desde 1528, en su definitiva ubicación en el centro de una enorme sabana, lo cual la condenaba a un supuesto aislamiento.
Santa María del Puerto del Príncipe había perdido su primitivo emplazamiento costero y aumentaban las dificultades de sus contactos con el exterior, en un período en el cual la vía marítima resultaba la principal vía de comunicación en la Isla.
Tantas adversidades no impidieron las corrientes migratorias desde tantos disímiles puntos a una localidad donde de forma mayoritaria residían españoles, africanos y criollos, así como indios sobrevivientes de una población diezmada por la conquista y la colonización.
¿Cuántos de los no pertenecientes a los flujos migratorios más nutridos en el siglo XVII a la villa murieron allí? ¿Cómo influyeron en el pensamiento, en las costumbres y en otras facetas de la vida local? ¿Cuáles descendientes suyos aún radican en Camagüey?
Esas son solo algunas de las preguntas cuyas respuestas, incluso en los casos más completos, tienen notorias grietas en la historia de uno de los más antiguos asentamientos humanos fundados por España en el Nuevo Mundo.
Son, además, uno de los tantos enigmas que han llegado a nuestros días con más de 300 años de existencia, y siguen con su velo tendido en una de las centurias menos conocidas de Santa María del Puerto del Príncipe.