El emperador Nicolás II de Rusia abdicó del trono el 2 de marzo de 1918, a bordo de un tren, pero no de uno cualquiera.
El tren imperial, construido entre 1894 y 1896, fue variando a lo largo de los años y disponía de 11 vagones, que contenían dormitorios, espacio para los niños, cocina, compartimentos de equipajes y hasta una capilla.
Su interior estaba pintado de azul y decorado con materiales lujosos, como maderas valiosas, sedas, cuero y porcelana.