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Radio Cadena Agramonte emisiora de Camagüey

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Incendio de Guáimaro, el honor como premisa


Manuel de Quesada, General en Jefe del Ejército Libertador cubano Muchos ejemplos de patriotismo, entrega y sacrificio total en aras de lograr el supremo ideal, la independencia, se pueden encontrar en el desempeño de los cubanos durante el proceso emancipador contra el yugo colonial español durante el siglo XIX.

Cuando el adversario era muy superior y los poblados ocupados por las fuerzas cubanas corrían el riesgo de caer en manos de la soldadesca española, el fuego era preferible a entregar el amado terruño al enemigo. Ejemplo de ello aconteció el 10 de mayo de 1869, cuando el poblado de Guáimaro, en Camagüey, ardió devorado por el fuego.

Ya en los meses iniciales de 1869, este comenzó a tener relevancia al celebrarse allí la Asamblea de la cual resultó elegido el gobierno que representaría a las fuerzas cubanas y buscaría, por una parte, la unidad entre todos los criollos y, por otra, el reconocimiento internacional de la lucha.

La limitada autoridad de ese gobierno sobre los territorios de Cuba que se encontraban sobre las armas, y el hecho de tener que actuar a escondidas para evitar la represión de las autoridades españolas, ocasionó que el alto mando de estas últimas no desechasen cualquier oportunidad para desarticularlo.

Conocido por ellos que la sede del gobierno independentista radicaba en Guáimaro, muy pronto se convirtió en aspiración tratar de desalojarlos de allí y, de ser posible, apresar a sus integrantes, en particular a Carlos Manuel de Céspedes, elegido Presidente de la República en Armas, así como algunos de los miembros de la Cámara de Representantes o al menos, el local donde radicaban.

A tal empeño dirigieron sus esfuerzos, por lo que se armó y organizó una fuerte columna con el expreso propósito de apoderarse de la sede del gobierno e interrumpir sus sesiones de trabajo.

Si este objetivo se lograba, la administración española en la Isla demostraría que el órgano cubano no estaba en posesión de ningún territorio donde ejercer su mando, viéndose obligado a vagar por los campos.

Para las fuerzas criollas la situación resultaba compleja, ya que carecían de suficientes hombres con los cuales defender la ciudad, pues concluidas las sesiones que dieron origen a la Constitución se trasladaron a sus respectivos territorios de operaciones.

Manuel de Quesada, General en Jefe del Ejército Libertador en esos momentos, no disponía de suficientes hombres para hacer resistencia a las fuerzas españolas con posibilidades reales de triunfo.

Ante tal situación dio indicaciones a su coterráneo, el coronel Bernabé de Varona, para que procediera a incendiar la ciudad.

Tal procedimiento no era empleado por primera vez, existía el precedente de Bayamo, cuna de la Revolución, que en el mes de enero ya había sido devorado por las llamas ante el peligro de caer en manos de las fuerzas enemigas.

Una vez tomadas todas las previsiones, Guáimaro ardió mientras los pobladores del lugar y el gobierno abandonaban el sitio con el corazón oprimido, pero convencidos de que era mejor opción que pasar por la vergüenza de ver el lugar en manos de España.

De manera inmediata la Cámara se trasladó a la hacienda de Santa Lucía y desde allí solemnizó la proclamación de la República. Se demostraba así que la necesidad de instalarse de manera momentánea en disímiles lugares, no sería obstáculo para que la revolución iniciada el 10 de octubre de 1868 tuviera su gobierno. (Por Yolanda Díaz Martínez/Investigadora en Ciencias Históricas/Servicio Especial de la AIN)   


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