La Iglesia de nuestra Señora de la Merced, construida en 1748, es notable por su arquitectura. Sus bóvedas de cañón, de fuerte herencia románica, fueron hechas de ladrillo. Era un orgullo de los antiguos habitantes decir que en el templo sólo se había empleado madera en las puertas y ventanas.
Su esbelta y sólida torre es una de las más bellas de Cuba. Leyendas locales enmarcan su origen y reconstrucción. Una refiere que allí, en las cercanías de una laguna y un bosque, supersticiosamente temidos, en pocos días apareció, por acción divina, una encalada ermita, cuidada por los correspondientes religiosos. La segunda, que el constructor del templo actual desapareció misteriosamente al concluirlo.
Una versión lo da como castigo celestial, porque usó los planos destinados a otro santuario; otra, que el Diablo se lo llevó, pues vendió su alma para poder erigir la magnífica obra; y la tercera, que fueron salteadores, conocedores del buen pago que le habían dado los mercedarios por su trabajo.