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Padres, día de los padres, hijos

Mi padre


Camagüey, 16 de junio.-- Al mirar al pasado pienso en mi padre, recuerdo que no le importaba el agotamiento, apenas le alcanzaban las horas para caer sobre el colchón y quedar rendido ante un descanso profundo, que no duraba mucho. 

Ya en la mañana nos sorprendía con la energía de siempre, tarareando las canciones que acomodaba a su antojo, lo cual provocaba en mí la primera carcajada matutina. Volvía cada día al trabajo, de lunes a lunes, sin tiempo para detenerse, para conversar… sin tiempo para mí.

De su diarismo aprehendí la importancia de esforzarse, de luchar la vida con honradez. Pero nunca se percató de que necesitaba jugar con él, pasear juntos, comer juntos. Nunca supo de mis tristezas, de mis preocupaciones. No estaba cuando yo fallaba o necesitaba un consejo, tampoco cuando triunfaba y anhelaba su felicitación, su orgullo. 

Quizás para él la solución era llegar con una golosina o un juguete entre las manos, no tuvo chance de comprender que muchas veces las caricias son el mayor y el mejor de los regalos, de esos que conmueven el alma y dan fuerzas para seguir. 

Luego vino la separación. Tenía seis años, el dolor caló hondo, dejó huellas. La vida me obligó a ser el único hombre de la casa, un niño que tuvo que asumir decisiones anticipadas a su edad. Y aunque fueron momentos duros, los agradezco cada aprendizaje, cada decisión, el destino me preparó para hacer frente a la realidad. 

Con su partida llegó no solo la nostalgia, sino también la ausencia. Faltó la atención, la compañía en los buenos y malos momentos, el regaño oportuno, la conexión entre ambos. Necesitamos jugar pelota, una salida al parque, y tomarnos unos tragos como buenos amigos, me faltó tiempo junto a él.

Hace dos años mi padre ya no está. Creo se fue de este mundo necesitado de amor, del calor de un abrazo, de la inmensidad de una familia. Quizás tuvo muchos miedos, no lo sé. Lo cierto es que miro al pasado y encuentro fuerzas para amar a quienes me rodean, para hacer feliz a mi madre, para pensar en el padre enorme en el que ansío convertirme, de esos que no se pierden ni un instante de sus hijos. 

Él no está. Y quiero que sepa que no lo juzgo. (Texto: Alexis Peña Hernández/RCA, foto: Internet)

 


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