logo Imagen no disponible

Radio Cadena Agramonte emisiora de Camagüey

Cuba, Fidel Castro Ruz, Fotografía, Pobreza, Tercer Mundo

Fidel Castro y su impacto en la Cumbre Sur


La Habana, 13 abr.- La Cumbre Sur, celebrada en La Habana del 10 al 14 de abril del año 2000, se convirtió en un escenario crucial para el diálogo entre naciones en desarrollo, donde el Comandante en Jefe Fidel Castro desempeñó un papel relevante. Este evento reunió a representantes de varios países de América Latina, el Caribe, África y Asia, con el objetivo de abordar los desafíos económicos y sociales que enfrentan las naciones del Sur global.

Durante la cumbre, Fidel enfatizó la necesidad de una mayor cooperación entre los países en desarrollo y criticó las políticas neoliberales impuestas por las potencias occidentales. Resonó entre los líderes presentes, quienes aplaudieron su firme postura en defensa de los derechos de los países en desarrollo. La cumbre resultó en una declaración conjunta que subrayó el compromiso de los países participantes para trabajar juntos en la creación de un orden mundial más justo.

La Cumbre Sur de abril de 2000 fue un hito en la historia de la cooperación internacional entre países en desarrollo. El discurso de Fidel dejó una huella imborrable, reafirmando su papel como defensor de los derechos de los pueblos y su crítica al imperialismo económico.

Cubadebate y el Sitio Fidel Soldado de las Ideas comparten con sus lectores las palabras del líder de la Revolución Cubana en la sesión inaugural de la Cumbre Sur hace 25 años:

Nunca antes la humanidad tuvo un potencial científico-técnico tan formidable, una capacidad de generación de riqueza y bienestar tan extraordinaria, y nunca antes el mundo fue tan desigual y la inequidad tan profunda.

Las maravillas tecnológicas, que han hecho más pequeño al planeta en términos de comunicaciones y distancias, coexisten con la enorme y cada vez mayor distancia entre riqueza y pobreza, entre desarrollo y subdesarrollo.

La globalización es una realidad objetiva, que pone de manifiesto nuestra condición de pasajeros en un mismo barco, este planeta habitado por todos. Pero en ese barco los pasajeros viajan en condiciones muy desiguales.

Una exigua minoría viaja en camarotes de lujo dotados de Internet, teléfonos celulares, acceso a redes globales de comunicación; disponen de dieta alimenticia abundante y balanceada; consumen agua limpia; tienen atención médica sofisticada y acceso a la cultura.

Una abrumadora y doliente mayoría viaja en condiciones que semejan las horribles travesías del comercio de esclavos entre África y América en el pasado colonial. Hacinados en bodegas insalubres, con hambre, enfermedad y desesperanza, viajan en ese barco el 85 por ciento de sus pasajeros.

Es evidente que carga demasiada injusticia para mantenerse a flote, y sigue un curso tan irracional y absurdo que no puede ser capaz de arribar a puerto seguro. Este barco parece destinado a chocar con un iceberg. Si así ocurre, nos hundiremos todos.

Durante dos décadas al Tercer Mundo se le ha repetido un discurso simplista y único, y se le ha impuesto una única política.

Se nos ha asegurado que el mercado sin regulación, la privatización máxima y la retirada del Estado de la actividad económica, eran los principios infalibles para alcanzar el desarrollo económico y social.

Siguiendo esos principios, los países desarrollados, y en especial Estados Unidos, las grandes transnacionales beneficiarias de esa política y el Fondo Monetario Internacional, diseñaron en las dos últimas décadas el orden económico mundial más hostil para el progreso de nuestros países, y también el más insostenible para el mantenimiento de la vida en términos sociales y ambientales.

La globalización fue encerrada en la camisa de fuerza del neoliberalismo, y como tal tiende a globalizar no el desarrollo, sino la pobreza; no el respeto a la soberanía nacional de nuestros Estados, sino su violación; no la solidaridad entre los pueblos, sino el "sálvese quien pueda" en medio de desigual competencia en el mercado.

Con el neoliberalismo, la economía mundial no ha crecido más rápidamente en términos reales, pero en cambio se ha multiplicado la inestabilidad, la especulación, la deuda externa, el intercambio desigual, la tendencia a ocurrir crisis financieras más frecuentes, la pobreza, la desigualdad y el abismo entre el Norte opulento y el Sur desposeído.

Crisis, inestabilidad, turbulencia e incertidumbre han sido los términos más utilizados en los dos últimos años para referirse al orden económico mundial.

El mencionado Fondo Monetario Internacional es la organización emblemática del actual sistema monetario. En ella Estados Unidos disfruta de poder de veto sobre sus decisiones.

Es hora ya de que el Tercer Mundo demande con energía la demolición de un organismo que no ofrece estabilidad a la economía mundial y funciona no para entregar fondos preventivos a los deudores y evitarles crisis de liquidez, sino para proteger y rescatar a los acreedores.

Para el Tercer Mundo es de vital importancia hacer desaparecer esta siniestra institución y la filosofía que representa, y sustituirla por un órgano regulador de las finanzas internacionales que funcione sobre bases democráticas y sin poder de veto para nadie, que no sea un defensor exclusivo de los acreedores ricos, que no imponga condicionalidades injerencistas y permita regular los mercados financieros para frenar la especulación desbordada.

La deuda externa de los países subdesarrollados asombra por su monto gigantesco, por el escandaloso mecanismo de sometimiento y explotación que implica y por la ridícula forma propuesta por los países desarrollados para hacerle frente.

Hoy es más evidente que nunca que la deuda no es un problema económico, sino político, y, por tanto, exige una solución política. No se puede seguir ignorando que se trata de un asunto cuya solución tiene que venir fundamentalmente de quienes tienen los recursos y el poder para ello: los países ricos.

Como hemos dicho otras veces, con sincero realismo, la deuda externa del Tercer Mundo es impagable e incobrable.

En el mundo globalizado, donde el conocimiento es la clave del desarrollo, la brecha tecnológica entre el Norte y el Sur se ahonda más en condiciones de creciente privatización de la investigación científica y de sus resultados.

El lucro se impone por encima de las necesidades en la investigación privada, los derechos de propiedad intelectual excluyen del conocimiento a los países subdesarrollados, y la legislación de patentes no reconoce los conocimientos ni los sistemas tradicionales de propiedad, que son tan importantes en el Sur.

La investigación privada se concentra en las necesidades de los consumidores ricos.

Las vacunas son las tecnologías más eficientes en relación con los gastos en la atención de salud, pues son capaces de prevenir la enfermedad con una dosis que se administra por una sola vez, pero producen pocas ganancias y son relegadas respecto a medicamentos que requieren aplicaciones reiteradas y generan ganancias mayores.

Los sombríos resultados sociales de esta carrera neoliberal hacia la catástrofe están a la vista.

Para el Grupo de los 77 la hora actual no puede ser de ruegos a los países desarrollados, ni de sumisión, derrotismo o divisiones internas, sino de rescate de nuestro espíritu de lucha, de la unidad y cohesión en torno a nuestras demandas.

Qué hacer es lo que debemos discutir aquí.

Nosotros en Cuba decimos: "¡Patria o muerte!" En esta conferencia cumbre del Tercer Mundo nos correspondería decir: ¡O nos unimos y cooperamos estrechamente, o nos espera la muerte! (Texto y Foto: Cubadebate)


En esta categoría

Comentarios


Tu dirección de correo no será publicada *