Junio, 2025.- La guerra de cuarta generación es una lucha por el capital simbólico de nuestros pueblos. Lo reconocen los «ideólogos» de la doctrina americana desde hace años. No por gusto Allen Dulles decía que, primero que los portaaviones, llegarían los símbolos, vendidos como glamurosos y heraldos de la eterna juventud y la felicidad ilimitada. “Es la manera que tienen de que los agredidos los reciban con los brazos abiertos”.
En esa atroz guerra por manipular conciencias, resulta doblemente importante el consenso, porque las revoluciones lo necesitan en su carrera por la supervivencia.
Del consenso prácticamente unánime que sobrevino al triunfo de la Revolución, hubo reconocimiento hasta de Lester DeWitt Mallory, en su infame memorando al presidente Eisenhower: “la mayoría de los cubanos apoyan a Castro… el único modo previsible de restarle apoyo interno es mediante el desencanto y la insatisfacción que surjan del malestar económico y las dificultades materiales”.
Ese consenso, reconocido hasta por nuestros enemigos, validaba la necesidad de cambiar el país, luego de unos años 50 que fueron devastadores, y los líderes de la Revolución, conducidos por Fidel, lo apuntalaron, dando todas las oportunidades a la participación popular.
Hoy ese Estado deseado es más difícil. La sociedad es cada vez más plural. Mi generación, por ejemplo, no vivió aquellos años de radicales transformaciones, y es blanco de una brutal ofensiva que busca, precisamente, destruir los consensos que podemos tener.
El socialismo, lo demostraron Fidel y Raúl, y lo hace hoy la dirección del país, se construye en la comunidad, en las fábricas, en las escuelas, en la conciencia de la gente. La construcción del socialismo hoy, como en los años 60, exige la consulta, la aprobación y el involucrar al pueblo en cada paso del proceso.
La Cuba actual es mucho más heterogénea y requiere de más diálogo, algo en lo que, desde el sistema de medios públicos y revolucionarios, tenemos que favorecer todavía más, ir al análisis, a la crítica oportuna, a la sugerencia y al cuestionamiento, a veces incómodo y no necesariamente bienvenido.
Para buscar consenso Cuba precisa cada vez más debate, ya sea en el ámbito físico o virtual, ese último en que dejamos tantos espacios vacíos que, no pocas veces, ocupan hipercríticos y extremistas.
Es absurdo no aprovechar más la inteligencia colectiva. Lo demuestran los últimos procesos de consulta popular, pues este pueblo se ha educado en eso y sabe hacerlo.
Hoy, la Revolución socialista tiene el reto de estar a tono con los códigos actuales y las dinámicas sociales del presente, ser parte activa de un proceso que está obligado a renovarse constantemente, a cambiar siempre que sea necesario, y que necesita de esa participación popular para no correr el riesgo de que las transformaciones sean contraproducentes y generen un rechazo innecesario.
En esta guerra híbrida en y por la mente de nuestra gente, defender el capital simbólico y el consenso que nos trajeron hasta aquí, es una de las claves para que nuestro futuro siga siendo la Revolución socialista y democrática de los humildes, con los humildes y para los humildes. (Fuente: Granma) (Foto: Internet)