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Fidel Castro Ruz, Revolución cubana, pueblo cubano, libertad, historia

El hombre que representa a un pueblo que no se rinde


Por Manu Pineda/Cubadebate

Hay hombres que trascienden su tiempo, que se convierten en símbolos de una causa y en encarnación de la voluntad de un pueblo. Fidel Castro Ruz es una figura excepcional, un ser humano de los que solo nacen cada varios siglos. Revolucionario, humanista y socialista, ocupa un lugar central en la historia contemporánea. Su vida y su obra son inseparables del pueblo cubano, al que representó y condujo en uno de los procesos de resistencia más largos, coherentes y heroicos frente al imperialismo estadounidense.

No fue únicamente el líder que encabezó la Revolución cubana de 1959, sino el hombre que supo interpretar las aspiraciones de los humildes, organizar la rebeldía y dotarla de estrategia, conciencia y horizonte socialista. Como él mismo definió en el año 2000:

“Revolución es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado; es igualdad y libertad plenas; es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos; es emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos; es desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional; es defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio”. (Discurso en la Tribuna Abierta de la Juventud, La Habana, 1ro de mayo de 2000).

Fidel como síntesis de un pueblo en rebeldía

Desde el asalto al Cuartel Moncada en 1953, Fidel comprendió que su destino estaba ligado al destino del pueblo. En su alegato de defensa, convertido en el histórico La Historia me Absolverá, no apeló al beneficio propio, sino a la justicia social:

“Yo traigo en el corazón las doctrinas del Maestro y en el pensamiento las nobles ideas de todos los hombres que han defendido la libertad de los pueblos. No vine a defenderme, vine a defender a los que no tienen defensa, a los que no se les escucha, a los que padecen injusticia y miseria”. (La historia me absolverá, 1953).

Este fue siempre su sello: hablar en nombre de los sin voz, convertir su liderazgo en síntesis de una voluntad popular que no se rendía ni ante dictaduras locales ni ante la dominación extranjera. El triunfo del 1ro de enero de 1959 no fue la victoria de un caudillo, sino la materialización de una esperanza colectiva.

La resistencia frente al imperialismo

Desde el primer día, la Revolución cubana estuvo bajo asedio. Estados Unidos, que consideraba la isla su “casino”, no aceptó que un pequeño país se declarara soberano y, menos aún, socialista. El bloqueo económico, comercial y financiero impuesto desde 1962 -condenado cada año por la Asamblea General de la ONU- constituye el ejemplo más largo y cruel de guerra económica en la historia contemporánea.

La invasión de Playa Girón en abril de 1961 fue la primera gran prueba. Ante el pueblo armado, Fidel proclamó:

“Lo que no pueden perdonarnos los imperialistas es que hayamos hecho una Revolución socialista en las mismas narices de Estados Unidos. Lo que no pueden perdonarnos es la dignidad, la entereza, el valor, la firmeza ideológica, el espíritu de sacrificio y el espíritu revolucionario de este pueblo”. (Discurso del 16 de abril de 1961).

Girón fue la primera derrota militar del imperialismo en América Latina y demostró que un pueblo decidido a no rendirse podía vencer a un enemigo mucho más poderoso.

Durante décadas, el imperialismo apostó al aislamiento de Cuba, a su asfixia económica, a atentados terroristas y a intentos de asesinato contra Fidel (la propia CIA reconoció más de 600 planes frustrados). Pero ninguno de estos métodos logró quebrar la voluntad de resistencia.

Dignidad y soberanía como banderas

Fidel convirtió la dignidad nacional en el principio rector de la Revolución. Una dignidad que no se limitaba a lo político, sino que debía abarcar lo económico, lo cultural, lo científico y lo internacional. En la educación, la Campaña de Alfabetización de 1961 erradicó el analfabetismo en un año. En la salud Cuba construyó un sistema universal y gratuito que se convirtió en referencia mundial.

Fidel sabía que la dignidad no se negociaba. Lo dijo con fuerza en 1979, en la ONU, en un discurso memorable ante la Asamblea General:

“La humanidad realmente no tiene otra alternativa que avanzar por un camino de paz y de justicia o perecer. Pero hay un enemigo real de la paz, hay un enemigo real de la justicia, hay un enemigo real de la supervivencia de la humanidad: el imperialismo estadounidense”. (Discurso en la Asamblea General de la ONU, 12 de octubre de 1979).

Internacionalismo: Cuba no se rinde ni abandona a otros pueblos

La resistencia cubana nunca fue endogámica. Bajo el liderazgo de Fidel, Cuba entendió que la lucha contra el imperialismo era internacional. Por ello, miles de combatientes cubanos participaron en la defensa de Angola, contribuyendo a la derrota del ejército racista sudafricano y acelerando el fin del apartheid.

Fidel lo explicó sin ambages: “Cumplimos con un elemental deber internacionalista cuando ayudamos al pueblo de Angola. Hicimos lo que teníamos que hacer y no pedimos nada a cambio. Solo cumplimos con un deber”. (Discurso en Luanda, 11 de noviembre de 1995).

La solidaridad también se expresó en la medicina: brigadas de médicos cubanos viajaron a los rincones más pobres del planeta, desde América Latina hasta África y Asia. Incluso en los momentos más duros del “Período Especial”, cuando el derrumbe de la URSS dejó a Cuba aislada, Fidel insistió en que la solidaridad no se podía abandonar:

“El socialismo no se construye con lujos, se construye con conciencia, y la conciencia internacionalista es parte inseparable de nuestra concepción del socialismo”. (Discurso en el VI Congreso de la UJC, 4 de abril de 1992).

El pueblo que no se rinde

En Fidel se condensó el espíritu de un pueblo que prefirió sufrir carencias antes que renunciar a su independencia. Lo expresó con rotundidad en 1989, en vísperas de la caída del bloque socialista: “Nosotros no nos rendiremos nunca. Antes pereceremos todos que traicionar la confianza que el pueblo ha depositado en nosotros y el ejemplo que Cuba representa para el mundo”. (Discurso en el acto de condecoración a combatientes internacionalistas, 2 de diciembre de 1989).

No era una frase retórica, sino una línea de acción que guio la supervivencia de Cuba en los años 90. Pese al hambre, los apagones y la escasez, Cuba resistió y mantuvo sus conquistas sociales.

Fidel Castro representa a un pueblo que no se rinde porque su vida fue la expresión de la resistencia frente a la injusticia, la dignidad como principio irrenunciable y la solidaridad como praxis revolucionaria.

Hoy, cuando el imperialismo intensifica sus ataques contra Cuba, su ejemplo sigue vigente. Fidel no es solo parte de la historia del siglo XX, sino guía en la batalla del presente. Como él mismo afirmó: “Quien intente apropiarse de Cuba recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en la lucha”. (Discurso en la Universidad Central de Venezuela, 3 de febrero de 1959).

En Fidel vive el pueblo cubano, y en el pueblo cubano vive Fidel: ambos inseparables en la convicción de que nunca se rendirán.


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