La Habana, 25 ago.- Mireya Luis, la voleibolista que aprendió a desafiar la gravedad y se ganó, a fuerza de coraje y talento, un lugar eterno en la memoria de Cuba, está hoy de cumpleaños.
El tiempo retrocede y se detiene en Camagüey, donde una niña parecía guardar en las piernas un secreto. Corría, saltaba, remataba con una potencia que no cabía en su edad, como si la vida le hubiese puesto alas invisibles.
Apenas adolescente, ya en Caracas 1983, vestía los colores de su patria y levantaba su primer oro. Ese día un país entendió que había nacido una legítima estrella.
Pasaron los años y la historia guardó escenas que parecen leyenda: aquella joven madre que, apenas tres semanas después de dar a luz, se plantó en una cancha de Checoslovaquia y condujo a Cuba a un subcampeonato mundial, para confirmar que su fuerza no tenía límites.
El recuerdo también nos lleva a los Juegos Olímpicos donde se alzó con la medalla de oro en Barcelona, Atlanta y Sidney. Saltaba y parecía quedarse suspendida en el aire, como si lo suyo no fuera un juego, sino un pacto secreto con el cielo.
Cada vez que el balón caía del otro lado la multitud celebraba eufórica, pero no solo fue potencia y destreza, fue también capitana, guía, hermana mayor de aquellas “Morenas del Caribe” que hicieron soñar a generaciones enteras. En su voz cabía la firmeza del liderazgo y en su sonrisa, la ternura de quien nunca perdió la humildad.
Hoy, más allá de los podios y las medallas, lo que queda es el amor de un pueblo que la tiene en un pedestal. Porque Mireya no fue solo la atleta imponente, fue también la mujer que nos enseñó que la grandeza no está en volar más alto, sino en hacerlo siempre con el corazón.
¡Feliz cumpleaños, Mireya Luis! (Fuente: ACN)