EE.UU, 12 oct.- Diane Keaton, la actriz de voz singular y estilo inconfundible que se convirtió en una de las figuras más queridas y versátiles de Hollywood, falleció en California este sábado a los 79 años.
Su deceso fue confirmado por su familia a la revista People. Por el momento no se han dado más detalles sobre las causas del deceso, y sus seres queridos han pedido respeto y privacidad en este momento de duelo.
Keaton, nacida como Diane Hall en Los Ángeles en 1946, se convirtió en un ícono del cine gracias a una carrera que abarcó más de cinco décadas. Con una presencia que mezclaba la comedia nerviosa con una profunda vulnerabilidad dramática, forjó un camino único en la industria.
Su salto a la fama llegó en la década de 1970 con su interpretación de Kay Adams, la novia —y más tarde esposa— de Michael Corleone en El Padrino (1972), dirigida por Francis Ford Coppola. Este papel crucial en una de las sagas cinematográficas más aclamadas la situó en el mapa de una nueva generación de talento.
Su naturalidad y profundidad emocional la llevaron a ser reconocida como una actriz distinta en una era dominada por los grandes nombres masculinos de Hollywood. Fue esta cualidad única la que captó la atención del director Woody Allen, con quien forjaría una de las colaboraciones más fructíferas de su carrera.
En 1977 alcanzó el máximo reconocimiento con Annie Hall, de Woody Allen, por la que ganó el Óscar a Mejor Actriz.
La película, un hito de la comedia romántica moderna, definió para siempre su personaje cinematográfico: inteligente, neurótica, encantadoramente torpe y vestida con un estilo andrógino que se convertiría en su sello personal. El rol no solo le dio la estatuilla dorada, sino que la consolidó como un ícono de estilo y una voz generacional.
Más allá de estos éxitos tempranos, Keaton demostró una remarkable longevidad en la industria, transitando con éxito entre la comedia y el drama en filmes como Mujeres al borde de un ataque de nervios (cameo, 1988), El club de las primeras esposas (1996), Algo para recordar (1993) y La novia de papá (1991), entre muchas otras. También se dedicó a la dirección, la fotografía y la escritura, mostrando una creatividad que trascendió la pantalla.
Su legado perdura no solo en su filmografía, sino en su inconfundible personalidad pública y su capacidad para reinventarse, permaneciendo como una figura relevante y admirada a lo largo de las décadas. (Texto y Foto: Cubadebate)