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Alberto Bayo, expedicionarios, yate Granma, México

Alberto Bayo, el camagüeyano que entrenó a los expedicionarios del Granma (+ Fotos)


No pocas personas cuando escuchan hablar de que el camagüeyano Alberto Bayo entrenó a los expedicionarios del yate del Granma en México se quedan sorprendidas.

El llanto del niño salido del vientre de Doña María de la Concepción Giraud y Varona quedó estampado en el Tomo 33 del Norte de Camagüey, con el Folio 94 y el No.111, en el que consta la citada fecha originaria, aunque la reseña judicial en el libro ocurrió casi un año después, el 16 de febrero de 1893.

Hijo legítimo de esa principeña y del coronel del ejército español Don Pedro Bayo Guía, domiciliado, según la escritura, en la calle Mayor No.29, hoy Cisneros 157.

Intensas indagaciones del investigador de la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey, Fernando Crespo Baró, no han precisado con exactitud la ubicación del inmueble a favor de Bayo Giraud.

Nadie imaginaría que con los años se transformaría en un estratega militar, experimentado aviador, estudioso de las Matemáticas, poeta, escritor y con el mérito excepcional de ser el entrenador en México de los expedicionarios del yate Granma, encabezados por Fidel Castro Ruz.

Bayo se educó en Estados Unidos y a su regreso a la península ibérica ingresó en la Asociación Militar Española. Con apenas 23 años se graduó como piloto y en 1924 integró la Legión de ese país que luchó en Marruecos, donde aprendió de los guerrilleros marroquíes cómo romper cercos.

Al estallar la Guerra Civil en 1936 poseía el grado de Capitán de Aviación y de Infantería, y al finalizar la contienda, tres años después, ascendió a Teniente Coronel en la primera especialidad militar y a Comandante en la segunda.

Fuentes consultadas señalan que en 1939 regresó a Cuba y creó en la habanera calle Prado No.12 una academia para impartir clases de Matemáticas hasta 1942 en que viajó a México para ocuparse de la Cátedra de Aerodinámica y Navegación Aérea de la Escuela de Aviación del país azteca.

HONOR QUE ME LLENÓ DE ORGULLO

Según relató Bayo en la dedicatoria de su libro Mi aporte a la Revolución cubana (1960): “En la historia de América tan preñada de hechos gloriosos, no hay un capítulo más abnegado y valiente como la expedición heroica que al mando del más puro de los dirigentes americanos, el Doctor Fidel Castro, iniciara la liberación de Cuba del oprobio y la tiranía”.

Transcurría el mes de julio de 1955 cuando el joven abogado tocó la puerta de la casa marcada con el No.67 de la avenida Country Club, en México, acompañado del amigo común Sariur Cancio Peña “que fue quien nos presentó, honor que me tiene lleno de orgullo, al ver que el mejor guerrillero del orbe creyó en mí, me buscó, escuchó y utilizó”.

Por entonces fungía como profesor de la Universidad Latinoamericana de Francés e Inglés y de la Escuela de Mecánicos Militares de la Aviación. Allí impartía una hora de clases en días alternos y simultaneaba como dueño de una fábrica de muebles en la colonia Portales, en la calle Canarias No.73.

Propuso a Fidel dar preparación a los expedicionarios tres horas diarias, después de terminar sus faenas, aunque recibió como respuesta: “No, General Bayo. Queremos de usted el día entero. Es preciso que se desentienda de todos sus quehaceres y se dedique de lleno a nuestro entrenamiento”.

En otra parte de su libro dice: “Tiene Fidel, como todo el mundo sabe, una simpatía peculiar, unida a su elocuencia, a su prestancia física, a su educación y cultura, que hacían irrebatibles sus órdenes”.

Un momento duro para él fue conocer de la partida de los expedicionarios hacia Cuba y no ocupar un espacio en el Granma, en su travesía tempestuosa hacia la libertad. Quizá la razón fuera preservarle la vida; cuando la embarcación zarpó de Tuxpan, Alberto Bayo contaba con 64 años.

Al triunfo de la Revolución recibe el reconocimiento y los honores de un militar, con el derecho a vestir el uniforme verde olivo y de ocupar responsabilidades.

No existía en el país entonces el grado de General y se le otorgó el de Comandante. Su labor aquí fue en las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Organizó los campeonatos nacionales de ajedrez en las FAR a partir de 1962.

Válido recordar estos pasajes: Duelos sobre el tablero en El Chalco

Cuando entrenaba a los futuros guerrilleros cubanos en la finca mexicana El Chalco estaba presente el ajedrez. Los principales contendientes eran Bayo y el Che, aunque en ocasiones intervenía el mexicano Alfonso Guillén Zelaya.

En su libro: Mi aporte a la Revolución Cubana, Bayo dejó constancia para la historia.

El Che es un fanático de la guerra de las 64 casillas; yo también le acompaño en esa noble afición y cuando nos reunimos en el pueblo de El Chalco, en México (…), él y yo nos dimos a conocer mutuamente en nuestra afición, y con un tablero y sus piezas que allí teníamos comenzamos en los momentos sin actividad nuestros duelos diarios.

Después de la cena el Che, jefe del campamento, daba un parte militar sobre las novedades e incidencias del día y yo siempre lo ayudaba en la confección (…) porque después de terminar esa obligación militar, entrábamos los dos en disputa ajedrecística. (Texto: Enrique Atiénzar Rivero/colaborador de Radio Cadena Agramonte) (Fotos: Internet)


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