Por Lázaro David Najarro Pujol/Radio Cadena Agramonte.
Aunque la guerra por la Independencia de Cuba se había detenido tras el Pacto del Zanjón, el espíritu libertador de los criollos prevalecía, lo que quedó expresado en la Protesta de Baraguá, liderada por el General Antonio Maceo.
Las razones por las cuales los cubanos se levantaron en armas el 10 de octubre de 1868 estaban en pie. Los emigrados de la isla en Estados Unidos y en los países de América Latina se preparaban para reiniciar la contienda.
La fundación del Partido Revolucionario Cubano, encabezado por José Martí, constituyó un paso decisivo. Unos años después se realizó el desembarco por Playita de Cajobabo, en Oriente, y ya el 24 de febrero de 1895 esa región estaba en pie de guerra, en tanto en Camagüey algunos patriotas creaban las condiciones para un levantamiento.
En enero de 1893 llegó a Puerto Príncipe, el comandante Gerardo Castellanos Lleonart, comisionado por José Martí para entrevistarse con Salvador Cisneros y otros revolucionarios de la Guerra Grande.
De los participantes en el encuentro sólo Cisneros y Francisco Sánchez Betancourt expresaron su disposición de crear las condiciones para el levantamiento, vinculados al Partido Revolucionario Cubano.
Los conspiradores de Puerto Príncipe desarrollaron una labor encomiable con los hacendados opuestos a ir a la guerra, quienes habían reconstruido cuatro ingenios y ejecutado igual cifra de fábricas azucareras. Además impulsaban el negocio agropecuario.
Martí encargó a Enrique Loynaz del Castillo, —bajo estrictas medidas de precaución,— introducir 200 fusiles Remington y 47 mil cápsulas, misión que fue cumplida en marzo de 1894.
El armamento fue desembarcado en el puerto de Nuevitas. No obstante las precauciones, debido a la indiscreción cometida por uno de los encargados de recibir el armamento, la información llegó a Bernabé Sánchez Adán, propietario del central Senado, quien hizo la delación al coronel Federico Alonso Gasco, y el parque fue ocupado, aunque el patriota Enrique Loynaz del Castillo logró escapar.
A pesar del revés, los independentistas de Puerto Príncipe continuaron los preparativos. Martí escribió en ese contexto: “El Camagüey quiere la guerra, y la quiere ahora, si las demás comarcas, en mucho —o poco— se levantan con él. No se levantará antes que los demás, ni dejará de levantarse con ellas”.
El 24 de febrero de 1895 estalló la insurrección en Oriente, y poco después en Camagüey comenzaron a operar dos grupos, integrados fundamentalmente por jóvenes...Pero Salvador Cisneros Betancourt, temeroso de un fracaso por la carencia de armas y municiones, indicó posponer el levantamiento.
En mayo de 1895 llegó a Puerto Príncipe el Capitán General de la Isla y en tono amenazador advirtió: “Pero si a pesar de toda mi empeño no pudiera impedir el paso de las partidas a esta región, y con ello tomase la guerra mayor incremento, no serían bastantes los medios de hoy, ni tampoco me sería posible seguir la política de templanza como hasta aquí. Llegado ese caso, los medios aumentarán y a la benevolencia seguirá la severidad...”
La amenaza del Capitán General de la Isla no atemorizó a los patriotas de Puerto Príncipe. El 5 de junio de 1895 Salvador Cisneros Betancourt, jefe de los conspiradores camagüeyanos, con 67 años de edad, se levantó en armas. Acompañado de 12 jóvenes marchó a Las Guásimas, de Montalván, en Maraguán.
Poco a poco el pequeño ejército mambí se hizo fuerte. La insurrección quedó registrada, en la historia de Cuba, como el levantamiento de Las Guásimas de Montalván.