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El combate de Santa Cruz del Sur


Por Lázaro David Najarro Pujol /  Radio Cadena Agramonte.
 
A partir de certeros informes y un plano de la ciudad de Santa Cruz del Sur, el 19 de septiembre de 1873, Miguel Betancourt, miembro del Gobierno Civil Insurrecto, se incorpora al Cuartel General.


En los documentos aparecían señalados los depósitos de armas y puntos fortificados. Con estos elementos, el Generalísimo Máximo Gómez, dominicano de nacimiento y cubano por sentimientos, cursa la orden de concentrar fuerzas en Loreto.

El día 26 el Generalísimo, quien llega con la Brigada Sur y la Caballería del Camagüey, al mando del norteamericano Reeve esta última, se reúne en ese sitio con las tropas de Las Villas. Con esas fuerzas, Máximo Gómez organiza una sola columna de 450 infantes y 170 jinetes.

El 27 de septiembre la tropa insurrecta continúa en marcha a Santa Cruz del Sur y a las 11 de la noche arriban a Lunarisco, distante una legua del punto de ataque.

El testimonio de Feliberto Pettit Tiá, confirma la llegada de los insurrectos al sur de Camagüey:

“En el pueblo se hablaba de la presencia de mambises en la zona. En esos días en el puerto ancló un guardacostas español, El Paralejo. Ese buque despertó en mi gran curiosidad porque delataba la sospecha de la gente del pueblo. Así fue, el 28 de septiembre de 1873 escuchamos el galopar de los caballos del Ejército Insurrecto.”

En el libro de P. Antonio Perpiñá titulado El Camagüey, viajes pintorescos por el interior de Cuba, publicado en Barcelona en 1889, se puede leer la siguiente cita sobre Santa Cruz del Sur: (1)

“… población con puerto respetable, cabeza de comandancia militar y del Partido de su nombre, tiene dos calles de Este a Oeste, la calle principal, llamada de la Marina, tiene las mejores pero modestas edificaciones: la iglesia, aduana, cuarteles de infantería y de carabineros, el Hospital Militar y los almacenes y comercios.

La iglesia terminada en 1847. Al norte y Oeste la Sabana de Santa Cruz; por el Este un manglar pantanoso que también mira al Sur; el agua potable no es buena. La ocupación de los habitantes consiste en el tráfico de carga y descarga de barcos, y en la pesca, muy abundante(...). Tiene mil habitantes, sin contar la guarnición.

Sus bosques abundantes, pese a la tala que en varias épocas han sufrido para el arsenal de La Habana y otros destinos. Regados por el río San Juan o Santa Cruz, abunda la cera y la miel. Hay 200 haciendas de crianzas, algunos ingenios.”

Playa Bonita cubre un área de más de dos kilómetros de costa, con sólo dos calles: una paralela a la otra. El resto de la zona está cubierta por manglares pantanosos, con gran predominio del mangle prieto, el mangle rojo y la yana, ésta ultima en menor cuantía.

La región devino en refugio permanente de  una impresionante variedad de aves marinas: el flamenco, la paloma torcaza, el “coco”, la garza, la gaviota, la corúa, el alcatraz y muchos otros.

Se crean las condiciones para, en el amanecer del 28 de septiembre del propio año, realizar el asalto al pueblo por tres direcciones:

 

El coronel Gregorio Benítez, en la dirección principal, con 100 hombres de infantería, avanzará por la parte oeste del poblado con la determinación de ocupar el Cuartel y el muelle.

A las ordenes de José González Guerra, 200 infantes apoyarían al coronel Benítez, mientras el teniente Coronel Bernardo Montejo, con medio centenar de hombres de infantería, atravesaría el Camino Real de la Calzada hacia el Este de la población, con el objetivo de llamar la atención enemiga, situándose en el Playazo, lugar intransitable por la existencia de una extensa zona de mangle, muy pantanosa.

Los Coroneles Manuel Suárez y el norteamericano Henry Reeve con 150 jinetes ocuparían la entrada a la calzada, acceso principal.

A los primeros disparos, el Inglesito, como los  cubanos llamaban a Reeve, tenía la orden precisa de lanzarse a la carrera, penetrar en el pueblo y llegar a la costa con el fin de distraer al contrario: (2)

Tres piezas de artillería española, perfectamente colocadas, dominaban las entradas del poblado, de manera que su fuego podían dirigirlo de frente y cruzado; además, en el extremo de la Calzada, por donde debía avanzar Reeve, había un fortín defendido por tropas regulares.

El simultáneo e impetuoso ataque, superó los primeros obstáculos. Por el lado oeste, golpe principal del ataque mambí, la sorprendida guarnición del puesto avanzado enemigo se repliega al cuartel próximo, y abandona en la precipitada fuga uno de los tres cañones de la Plaza.

De este punto los españoles retroceden a una trinchera continua, desde la que ofrecen entonces tenaz y prolongada resistencia.

Ocupado el cuartel, se tomó también el polvorín donde había almacenada una cantidad considerable de material de guerra.

Por su parte, el Inglesito, al frente de su tropa de asalto, con el comandante Federico Diago de segundo, bajo un inmenso fuego de la guarnición del fuerte El Monitor que defendía la Calzada o camino principal del pueblo, avanza impetuosamente con cincuenta jinetes, recorre, según lo ordenado, la calle hasta Playa Bonita, y, sobre la marcha, desaloja a los voluntarios de su cuartel situado cerca de la playa, sin recibir de éstos un sólo disparo de respuesta; al retirarse encuentra, sorpresivamente, un emplazamiento con su trinchera, de cuya existencia no se percató durante su avance y que lo recibe con un cañonazo, del cual resulta ileso.

En un gesto de indescriptible arrojo y valentía, contraataca con decisión este emplazamiento, que le cerraba el paso, y obligando a las tropas de la línea y voluntarios que lo defendían a huir, consigue ocupar, momentáneamente, la pieza de artillería. Dice Ramón Roa:

“Y bajo el humo Reeve tocó la pieza con la punta de su machete, diciendo: está tomada, al tiempo que un artillero español le disparó su carabina a quemarropa, hiriéndolo gravemente."

El Inglesito fue transportado en camilla. El cañón se perdió por esta causa, aunque este hecho no afectó al curso victorioso de la acción.

Incendiado casi todo el pueblo y obstaculizados los movimientos insurrectos por el voluminoso botín, era necesario disponer la retirada.

Una fuerza de reserva constituida por 100 infantes y 20 jinetes al mando del Coronel Lino Pérez, que estaba concentrada a dos kilómetros de distancia del perímetro del poblado para cubrir la retirada, se incorpora al cuartel general para ayudar en el traslado del pesado material de guerra ocupado.

Las victoriosas fuerzas mambisas inician el regreso a la región de Najasa, pero los movimientos se efectúan con lentitud a causa del temporal de viento, el agua reinante, y a la gran impedimenta. A las cuatro de la tarde acampan en el palenque, a cinco leguas de Santa Cruz. Ese día, Gómez escribe el parte de guerra:

“… La población fue ocupada por espacio de dos horas durante las cuales se apoderaron los nuestros de una pieza de artillería, que fue inutilizada, por no poder conducirla, ciento cuarenta y dos rifles, ciento veintinueve fusiles, sables, espadas, machetes, ochenta mil cápsulas de distintas clases, cuatro mil cartuchos, ciento treinta libras de pólvora, medicinas, trescientas mudas de ropa, gruesas cantidades de dinero... Entre los heridos el intrépido Coronel Reeve.

Considera Feliberto Pettit Tiá, que el triunfo insurrecto tuvo una gran repercusión en la población civil.
Las familias santacruceñas simpatizaban con el Ejercito Independentista. El combate del 28 de septiembre de 1873 se inscribe entre los más importantes de la guerra.

Máximo Gómez envía mensaje sobre la victoria: (3)

“El Cuartel General encarga especialmente—al Secretario de la Guerra— el grato deber que impone un sentimiento de justicia, y es que manifiesta a usted que las fuerzas cubanas en la mañana del veintiocho de septiembre se cubrieron de gloria …”

(1) Bibliografía: periódico Granma 27 de septiembre de 1978.
(2) Bibliografía: periódico Granma 27 de septiembre de 1978.
(3) Bibliografía: Máximo Gómez: Diario de campaña, pp. 141-142.


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