Serie Nacional de Béisbol, José Ariel Contreras, Norge Luís Vera, Pedro Luís Lazo

Viyo vuelve por lo que un día fue


Por Fidel Alejandro Manzanares Fernández/ Radio Cadena Agramonte.

A mi padre y a mí nos surgió un nuevo ídolo en 2001. Recién habíamos adquirido un TV a color de apenas 14 pulgadas; un Daewoo que aún me hace llegar la Serie Nacional de Béisbol.

Un chico de 21 años se trepaba en la lomita por el equipo Cuba de pelota para tirar un relevo en la final contra los yanquis en las lejanas tierras de China Taipéi. Lucía inmenso entre un staff de pitcheo de lujo. En aquella  época  vestían la camiseta del Cuba verdaderos monstruos: El Cheo Ibar,  Maels Rodríguez, José Ariel Contreras, Norge Luís Vera, Pedro Luís Lazo, formaban parte de una película de espanto para los contarios.

Los inicios de la  primera década de este siglo hicieron del 23 de la novena de Camagüey de béisbol, la referencia deportiva y el orgullo de varios peloteritos que iniciaban en las escuelas y áreas especiales de la provincia.

A Vicyohandri Odelín Sanamé, todo el mundo lo quería. Al “Viyo” le surgían muchas entrevistas. Decía el maestro de la narración deportiva Eddy  Martín, que la flema del chico a la hora de lanzar, le llamaba poderosamente la atención.

Odelín se convirtió en campeón y dueño de todos los títulos y torneítos que se les ocurrían a los organizadores de la IBAF; incluso sin el protagonismo que de él esperábamos, se coronó en Atenas, en aquellas Olimpiadas donde conocimos a Matsuzaka, ese japonés “terrorista” que cada vez que nos lanza rompe la cintura de varios de los bateadores cubanos.

Viyo tuvo su punto más alto en el Clásico de 2006, en Puerto Rico, cuando les ganó el pase a la semifinal de San Diego a los anfitriones y tiró aquella “maguatchi” con palabrotas incluidas tras ponchar a Iván Rodríguez. La gente se desquició. Soltaba aquel garabato de lanzamiento que ni él sabía para dónde cogía.

Luego a mi papá y a mí nos empezó a preocupar el rendimiento de Odelín. Ya no ganaba como antes, no se le veía con disposición en el box, y cualquier novato podía dar su primer jonrón en Series Nacionales contra él. No les miento. Rayko Olivares, Stayler Hernández, y un tal granmense de apellido Pita, figuran en la lista de los agraciados.

Parecía que el ídolo de miles de niños en este terruño no quería jugar más, como si la exigencia del “techo” de la pelota cubana fuese demasiado bajo. Se le veía por la calle fuera del marco más ortodoxo de la vida de un deportista de alto rendimiento. No tenía compromiso, ni siquiera con él mismo.

No obstante sus números históricos seguían de lujo, mas los altibajos lo hacían distanciarse de aquel que un día tiró los famosos play off contra la aplanadora de Santiago. Aunque sí el rendimiento le alcanzó para colarse en las nóminas a los Juegos Olímpicos de  Beijing y a los Panamericanos de Guadalajara en 2011.

Por cosas de la vida conocí personalmente a Vicyohandri. Me invitaron a jugar un torneo de softbal  en el equipo que el número 23 del elenco de Camagüey actuaba como short stop y manager; entonces hicimos más afinidad pues me trasladó a la segunda base de aquel conjunto. Comprendí más las interioridades del personaje. Y comencé a  juzgarlo desde otra perspectiva.

Hoy el pitcher que admiré de adolescente ha recuperado las ganas de vivir y ya es el segundo que más victorias  ostenta en la historia de mi novena del alma. Archiva 130 triunfos, le restan 11 para alcanzar a Gaspar Legón. Eso no es todo, el balance de la temporada 53 es de 7-2, y resultó elegido como refuerzo por Los Industriales, nuestros Yanquis de Nueva York.

Apenas me enteré de su condición de integrante del Villa Clara en la Serie de Caribe de 2014, corrí a contarle a mi padre, casi como si el mismísimo Messi –nuestro otro gran ídolo- me hubiese regalado una camiseta. La alegría fue mayor cuando lo vimos ganar como los grandes el primer partido de Cuba en la lid.

Ahora los medios le llaman veterano pues ya con 33 años acá se entra en esa categoría. Yo solo  espero verle sacar outs en Islas Margarita, aunque su recta no rebase las 85 millas. Ojalá él pudiese leer esto, trataré de etiquetarlo en el Facebook, tal vez se acuerde de aquel que un día fue.


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