Camagüey, esa ciudad sobria, sosegada, inmaculada, que tantos versos le arrebató a poetas y músicos –como aquel emblemático “suave comarca de pastores y sombreros” de Guillén-, luce hoy, más allá de los cinco siglos de historia que envuelven sus calles y edificios, tan común como siempre. El lente de la cámara curiosa de uno de nuestros fotorreporteros captó estas nítidas imágenes que recrean la serenidad indiscutible y muy propia de esta urbe.
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En instantes, este apacible parque se llena de jóvenes bulliciosos, ya bachilleres, que concluyen una sesión de estudios preparatorios para el ingreso a la Universidad. | Un cafecito después de almuerzo entona la digestión. |
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El cotidiano transitar por la calles Luaces y Martí se anima a pleno mediodía, en busca del reparador almuerzo. | En el histórico Casino Campestre, el mayor parque urbano de Cuba, estudiantes camagüeyanos finalizan al mediodía, una clase de Historia Natural. |
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Un paseo en bicicleta por las adoquinadas calles de Camagüey estimula todos los músculos del cuerpo. | La siempre concurrida Ignacio Agramonte más embellecida en su medio milenio. |