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Cuba y la necesidad de ser silencio


Camagüey, 12 sep.- A este país le encantan las series policiacas, disfrutadas por todos los grupos poblacionales, por toda esa diversidad de gente admiradora del coraje de los agentes y que entiende nuestra necesidad de defendernos.

Actúan con poca tecnología y sin un dispositivo tan fuerte como otros servicios de espionaje del mundo, pero con uno de los equipos de hombres más de pueblo y más inteligentes del globo terráqueo.

Desde aquí se preparan para lidiar, más que con los equipos de alta gama, con seres humanos de baja moral. Como dicen los hoy Cinco Héroes cubanos, los nuestros trabajan por convicción porque si lo hicieran por dinero cualquier otro país podría pagarlos a mejor precio.

Ellos, antes de tener ese nombre hermoso de la heroicidad, tuvieron otros nombres tristes, nombres prestados de otras vidas, nombres como espías o como contrarrevolucionarios, nombres de gente inexistente pero que Cuba necesitaba “vivos” para salvarnos, que los necesita aún.

Los terroristas vigilados por ellos siguen vivos en Miami, podemos asumir que con propósitos similares, pues todavía la fruta no ha acabado de madurar y caer en sus manos.

Otros silencios andan quizás entonces con vidas prestadas, obligados por el mismo estado de necesidad que con algo de justicia habría justificado los delitos cometidos por Gerardo Hernández Nordelo, Antonio Guerrero Rodríguez, René González Sehwerert, Ramón Labañino Salazar y Fernando González Llort.

Los daños menores de vigilancia se amparaban legalmente en la necesidad de proteger las vidas humanas de actos terroristas, una doctrina establecida también en el sistema de leyes de los Estados Unidos.

Sin embargo, entre esos y otros cargos mal explicados y nada probados, como la acusación a Gerardo por conspiración para cometer asesinato, los años de prisión llegaron tras decenas o cientos de intentos fracasados de que pactaran, traicionaran, hicieran todo lo que sus convicciones no les permitieron hacer, todo lo que no hacen los agentes cubanos en las más vistas series policiacas.

Para ellos, lo más doloroso es que era su vida real, la vida que pospuso el sueño de ser padre de Gerardo y los tantos sueños de todos los demás y sus familias, rescatados solo tras años de reclamos de Cuba y el mundo, sumado a la causa justa, entendible por cualquier letrado, solo con pensar un poco, como una de las más grandes injusticias de la historia.

Después del 17 de diciembre de 2014 todo fue felicidad para ellos, como si la serie estuviera en su capítulo final. No obstante, hubo gente que quedó en el camino, que no llegó a ese momento o lo disfrutó muy poco.

Carmen, la madre de Gerardo, ya había muerto; René apenas pudo despedirse de su padre y de su hermano; Leonard Weinglass, el abogado de Tony, no llegó a ver el cierre de su caso y sus años de silencio nunca regresaron.

Hoy el terrorismo continúa en nuestra contra aunque seamos nosotros los que figuremos en la lista de quienes lo patrocinan.

Hoy el silencio sigue siendo necesidad para cuidar de las bombas, los sabotajes, las muertes, a la Isla que decidió no ser hija de la hegemonía capitalista mundial. (Texto: Dania Díaz Socarrás/Radio Cadena Agramonte) (Foto: perfil en la red social X de Miguel Díaz-Canel Bermúdez)


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