En el contexto de la Guerra Necesaria de 1895 sesiona la Asamblea Constituyente de Jimaguayú, en Camagüey, del 13 al 16 de septiembre de 1895, considerada una magna reunión con la trascendencia histórica de haber dotado a la República en Armas del gobierno para dirigir la guerra por la independencia de Cuba y establecer una constitución provisional.
Ese acontecimiento, del que ahora se celebra el aniversario 130, ocurre con el propósito fundamental de respaldar la unión de todas las fuerzas revolucionarias que tanto había concebido José Martí, con la entonces creación del Partido Revolucionario Cubano, en 1892.
Por las experiencias precedentes, otro objetivo de importancia era evitar las contradicciones y desaciertos surgidos durante la Guerra del 68, pero lamentablemente el Apóstol de la independencia que tanto dispuso sobre ello, había caído en combate en Dos Ríos meses antes, el 19 de mayo de 1895.
Prevaleció en ese encuentro el fervor patriótico entre veteranos y pinos nuevos, participantes en la renovada gesta emancipadora contra el colonialismo español que buscaban una estructura de dirección, de Gobierno más sencilla y operativa, así como establecer las normas jurídicas por las que la pujante Revolución continuaría su senda hasta la victoria.
Los 20 delegados eran profesionales de diversas ramas del quehacer y del conocimiento e integraban los cuerpos del Ejército Libertador, líderes y jefes mambises, los cuales estaban convocados a realizar la Constitución de la República en Armas, luego de la experiencia de la Constitución de Guáimaro de 1869.
Durante esta ocasión se aprobaron 24 artículos, que reflejaban los principios políticos y la ideología de la revolución naciente, además de la división de las funciones militares y civiles, con las prerrogativas de esta última en un Consejo de Gobierno, nueva institución encabezada por un presidente, que dictaría las disposiciones relativas a la vida civil y política de la Revolución.
Y para no reiterar los errores y la fractura de la contienda precedente, que tuvo como expresión el bochornoso Pacto del Zanjón, se aprobó que el tratado de paz con España debía tener precisamente por base la independencia absoluta de Cuba, y ser ratificado por el Consejo de Gobierno y la Asamblea de Representantes.
Después de efectuarse el primer Consejo de Gobierno, los veteranos de la Guerra de los Diez Años Salvador Cisneros Betancourt y Bartolomé Masó quedaron como presidente y vicepresidente, respectivamente, y Máximo Gómez fue ratificado como General en Jefe del Ejército Libertador, y como Lugarteniente General, el General Antonio Maceo.
Las secretarías de Guerra, Hacienda, Interior y del Exterior, quedaron en manos de Carlos Roloff, Severo Pina Estrada, Santiago García Cañizares y Rafael Portuondo Tamayo, en ese orden; mientras Tomás Estrada Palma, que era delegado del Partido Revolucionario Cubano, tras la muerte de Martí, fue designado para el cargo de Delegado Plenipotenciario del Consejo de Gobierno.
Como habían aprendido de las experiencias anteriores, se precisaba en la nueva epopeya de estructuras organizativas diferentes a las del 68, más fortalecidas y que potenciaran la unidad e institucionalidad, dos grandes anhelos que motivaron a buenos hijos e hijas de la Patria a luchar en la manigua redentora.
Por lo tanto, esta Asamblea, considerada un acontecimiento histórico notable tuvo un papel preponderante en la cohesión necesaria ante la lucha contra el colonialismo peninsular, y representó un momento cardinal para darle representatividad al proceso fundacional de la República de Cuba en Armas y en la institucionalización de la Revolución.
Se logró el equilibrio entre el mando civil y militar como concebía Martí, y a pesar de los acontecimientos luego de la Guerra Hispano Cubano Norteamericana, el resultado de la magna reunión fue significativo en el contexto desarrollado de la época, a la vez que mostró la madurez y determinación de los cubanos de ser libres y luchar hasta vencer al colonialismo imperante.
Teniendo en cuenta que la Guerra de los Diez Años había terminado por la falta de unidad, a los pocos meses de iniciarse la de 1895, se habían incorporado a la contienda tres provincias del centro y el oriente del país, y constituido cuatro cuerpos de Ejército: dos en Oriente, bajo el mando de Antonio Maceo y Bartolomé Masó, respectivamente; otro en Camagüey y el último en Las Villas, sin que entre ellos existiera la coordinación necesaria para el empeño revolucionario.
En esa situación era imprescindible lograr la unidad de todas las fuerzas insurrectas bajo la dirección de un gobierno mambí y ordenar legalmente al Estado Nacional en armas, para lo cual fue vital la convocatoria a una Asamblea Constituyente, en Jimaguayú, como homenaje al Mayor General Ignacio Agramonte, caído allí en combate por la libertad, en 1873. (Texto y foto: ACN)