Andan por ahí, literalmente como perro sin dueño, van cabizbajos y enfermos por la ciudad que conocen como la marca de sus patas, y tal parecen culpables de la suerte ajena que los marcó de por vida.
Son canes desconocidos que nunca sabrán del collar inventado por un orgullo infantil. Quedará la duda de si se hubieran llamado Lazy, Dandy Motica o Campeón; qué harán ellos con la dosis natural de cariño que tienen para darle a ese ser no identificado que sus congéneres reconocen como dueños.
En ocasiones no basta con afirmar que la capacidad de razonamiento nos diferencia y nos hace superiores al resto de los seres vivos. Detectar, identificar y comprobar cuál fue el primer perro callejero es improbable; sin embargo, es un hecho que la historia de estos comenzó con un abandono.
Algo que se convirtió en práctica por todo aquel que ante los rastros de pies, los “regalitos” en lugares inconvenientes, las chancletas rediseñadas, el conocido “dijiste que te ibas a ocupar de él”, las medias perdidas o el asma del niño, prefirió botar al “sofá”.
Hasta hace unos años a miles ascendía la cifra de perros recogidos de las calles camagüeyanas. La promulgación del Decreto Ley No. 31 de Bienestar Animal cambió la forma estatal en que se mira el asunto, pero el problema sigue deambulando en cuatro patas por nuestras calles.
Este cuerpo legal permite adoptar acciones legales en favor del cuidado y mejor trato de los animales en el país. Regula los principios, deberes, reglas y fines respecto al cuidado, la salud y la utilización de los animales, para garantizar su bienestar, con enfoque a "una salud", en el que la salud humana y la sanidad animal son interdependientes y están vinculadas a los ecosistemas en los cuales coexisten.
La normativa recoge las funciones específicas de cada Ministerio para favorecer el cuidado y trato adecuado de los animales, así como las condiciones con las que deben cumplir los dueños de estos para garantizarles el bienestar que requieren.
El Decreto-Ley específica en el caso de los que sean abandonados por sus propietarios y no posean identificación, o los que deambulan en la vía pública, organismos o entidades, serán recolectados por la autoridad competente, de acuerdo con lo establecido en su reglamento.
La responsabilidad institucional, todavía tiene muchas fisuras, se encarga de la esterilización, y la vigilancia, que es muy limitada pue solo existe una unidad especializada en Nuevitas, y todos los municipios deberían tener centros de observación donde puedan permanecer los canes ante mordidas, pérdidas o para ser adoptados luego de una recogida.
No obstante, el rol social es fundamental en este fenómeno. Cuando tenemos una mascota en casa el control de la natalidad y su seguridad se hace más sencillo, no así con aquellos que deambulan. Muchas campañas y organizaciones de la sociedad civil promueven el cuidado responsable de lo animales afectivos.
Lo cierto es que todos tenemos un poco de responsabilidad y protagonismo en disminuir la población callejera de animales, esa cola que mordemos. (Carmen Luisa Hernández Loredo/colaboradora RCA)(Foto: Tomada de internet)