El rostro de Ricardo es de un hombre apacible. Siempre buscó abrirse paso en la vida, desde que tomó la decisión, primero, de adolescente como alfabetizador, de enseñar a los que no sabían leer ni escribir y así sucesivamente hasta abrazar las ideas impregnadas por el Che de innovar y racionalizar.
Por azar conoció al Che. Para ir a la secundaria donde ingresó, luego de vencer la etapa de alfabetizador, debía de pasar por frente de la casa del legendario Comandante. Lo becaron en la vivienda que estaba en séptima y 18 en Playa.
“En varias ocasiones coincidimos y tuvo la oportunidad de conversar con nosotros y nos hizo muchas preguntas”, rememoró Ricardo Sis Sánchez, transcurridas más de seis décadas.
“La segunda ocasión fue cuando comencé mi vida laboral en la fábrica de plásticos Habana, ubicada en la Virgen del Camino, inaugurada por el Che en 1964”.
En representación de la juventud Ricardo estuvo en la tribuna y se les acercó a los jóvenes para preguntarle sobre la participación que tenían en la empresa.
“La impresión de estar al lado de él, darle la mano fue muy grande, impactante. Este 14 de junio cumpliría años y fue muy lamentable que muriera, de la manera que lo asesinaron”.
“Hoy nos haría falta, imprescindible por la contribución que daría al desarrollo del país”, y mientras afirmaba lo anterior vino a la mente el desarrollo industrial que diseñó para Camagüey y Nuevitas.
Ricardo en 1986 se vinculó con Camagüey, asumió responsabilidades para encauzar la producción de tejas infinitas, época en la que trabajaba en una empresa nacional, perteneciente a la Unión de Empresas del Papel.
Pero como se dice en buen cubano: probó el agua de tinajón y se quedó. Mucho favoreció la presencia suya, junto a otros compañeros, en buscar soluciones para economizar el uso energético en el proceso fabril…
“¿Para mí qué ha sido la Anir? Una escuela. Me enseñó a buscar soluciones a esas industrias antiguas que necesitaban piezas de repuesto que no las había”.
Como cierre mencionó que en 1963 el Che lanzó la consigna: ¡Obrero construye tu maquinaria”, remitiéndose al XIII Congreso de la CTC en el que se aprobó la creación de la Anir y en 1982 la Ley 38 que proyectó un sistema de remuneración económica a los innovadores.
Este hombre se acogió a la jubilación, sin embargo, no deja de pensar en la realización de nuevos proyectos y de convertirse en un aliado permanente de la Anir en la realización de inspecciones a los centros laborales y comprobar la efectividad, o no, de lo establecido en defensa de la sagrada posición de los hombres y mujeres que, con resistencia creativa, enfrentan al Gobierno de Estados Unidos, empecinado en destruir la obra de la Revolución. (Enrique Atiénzar Rivero/ Adelante)