Camagüey, 27 ene.- Hay hombres cuya sola presencia ilumina una sala, aunque detrás de su sonrisa se escondan dolores y limitaciones. Nazario Salazar, con 84 años a cuestas, enfrenta los desafíos propios de su edad: problemas de movilidad, secuelas de episodios neurológicos y el peso de los años vividos con intensidad. Sin embargo, cuando saluda, cuando extiende la mano o dirige una mirada cálida, parece desvanecerse todo aquello que lo aqueja. Es en esos instantes donde recordamos la grandeza de su generación, la importancia de mirar hacia ellos, de valorarlos profundamente mientras los tenemos entre nosotros.
Camagüey inició el año con un regalo invaluable: la presencia de Nazario Salazar, una de sus personalidades artísticas más queridas. Su capacidad de inspirar a través de su obra y su humanidad es un don que pocos poseen. En la apertura en la galería Mira de la exposición retrospectiva Personalidad del Arte, organizada por la Asociación Hermanos Saíz (AHS) para celebrar sus 65 años de trayectoria, Nazario reafirmó esa conexión mágica que tiene con su gente.
El evento, más que una muestra, fue un diálogo entre generaciones. El café literario La Comarca se convirtió en un espacio para reflexionar sobre su legado y los valores que ha defendido. Durante el conversatorio, no solo habló de arte, sino que compartió su filosofía de vida, cargada de humildad, amor por el conocimiento y un compromiso inquebrantable con la transformación personal y colectiva.
“Siempre digo que quien mejor dirige la Cultura es una persona culta”, afirmó, al recordar sus primeros años como divulgador de la Brigada Hermanos Saíz en los años '70. Para Nazario, aquella etapa fue un trampolín para experimentar, innovar y dar lo mejor de sí mismo: “Ese taller —que estaba en la sede de la dirección provincial de Cultura, donde él trabajaba como divulgador—no solo era un taller de cartelitos a mano, se transformó en un espacio de creación influido por el diseño polaco, donde queríamos hacer cosas que no se habían hecho antes”.
A pesar de los desafíos físicos que enfrenta hoy, Nazario sigue siendo un creador incansable. Con emoción, compartió que tiene siete nuevas piezas que lo complacen profundamente: “Mientras esto se mueva como debe ser –dijo mostrando las manos– y esto esté en su lugar –enfatizó tocándose la cabeza–, tendré que hacerlo. Mi padre, que murió a la edad que yo tengo ahora, estaba trabajando 15 días antes de fallecer. Ese ejemplo me acompaña siempre”.
Habló también de su vínculo con José Martí, fuente inagotable de inspiración para su proyecto Colibrí, dedicado al arte miniaturista. “Martí decía: ‘El arte no puede, lo afirmo en término absoluto, ser realista. Pierde lo mejor, la personalidad’. Si no eres capaz de ir en contra de lo que estás viendo y crear, ¿qué estás haciendo: copiando?”.
En otro momento de la conversación, reflexionó sobre las enseñanzas de su hogar. Recordó la minibiblioteca que su padre le preparó antes de que él naciera, con obras como las de Jack London, y las lecciones prácticas que aprendió ayudando en el taller familiar. “Hoy los muchachos llegan a la universidad sin saber barrer. Mi padre nos preparó para el futuro, y eso me permitió pagar mis estudios limpiando pisos y trabajando desde los 13 años. ¿Qué reciben hoy los jóvenes que los prepare para enfrentar la vida?”.
Nazario, hombre de fe y profundo lector de la Biblia, destacó cómo esta lectura diaria ha enriquecido su amor por Martí: “Las enseñanzas martianas salen del libro de los proverbios”, dijo con una certeza que solo puede venir de quien ha dedicado su vida a reflexionar y a compartir.
A pesar del dolor físico que confesó sentir en ese momento en una pierna, su presencia irradiaba serenidad y gratitud. Con una sonrisa siempre en el rostro, aseguró: “No puedo exteriorizar mis mortificaciones con los demás. Cuando me comprometo con algo, tiene que ser algo muy grave para que no cumpla. Todos ustedes son importantes para mí, como hijos o nietos”.
Durante el conversatorio no solo escuchamos a Nazario, también lo vimos reconocer a quienes lo rodean con una gratitud desbordante. Agradeció a su médico, quien lo acompaña en su batalla diaria contra el dolor, y elogió a la maestra Matilde Varela, pilar en su formación, de quien siempre guardará respeto y cariño. Valoró la obra de la pintora Ileana Sánchez, a quien dedicó palabras cálidas por su originalidad, así como la de Joel Jover y la profundidad de las fotografías de José Gabriel “Pepe” Martínez, marcando la singularidad de cada uno.
Pero no todo quedó en sus palabras: también hubo quienes desde la sala quisieron devolverle ese reconocimiento. Matilde compartió la anécdota de la sorpresa que sintió al verlo matriculado en uno de sus cursos, un gigante del arte sentado como un alumno ávido de aprender. Ileana resaltó la relación cercana que han construido como colegas y lo definió como un paradigma de buen gusto en Camagüey.
Incluso los jóvenes, quienes han encontrado en Nazario una guía inquebrantable, tomaron la palabra para destacar su generosidad infinita, su disposición a mantener siempre las puertas abiertas y la creatividad que irradia en cada consejo y conversación. Fue un intercambio que reflejó no solo la grandeza del artista, sino también la calidez del ser humano.
Nazario Salazar, con su obra, sus palabras y su ejemplo, sigue siendo un pilar de la cultura camagüeyana. En cada gesto y reflexión, deja ver la profundidad de su alma. Su legado trasciende el arte: es un maestro de vida, un hombre profundamente amado en su tierra. (Yanetsy León González/Adelante Digital) (Fotos: Víctor Pando/AHS)