La Habana, 11 jul.- A propósito del envío del general Enoch Crowder a Cuba por el Departamento de Estado en 1919, con la expresa tarea de “resolver el problema” de la sucesión del presidente Menocal, Julio Le Riverend escribió en su rigurosa exposición histórica La República:
“Del intervencionismo como derecho, a la injerencia diaria, no hubo prácticamente solución de continuidad. País sometido económica y políticamente, Cuba no podía sino sufrir esas agresiones”.
O sea, el Gobierno de un país extranjero se arrogaba el derecho de enviar a un funcionario suyo con plenos poderes, para que asegurase que la Presidencia de otro país, la República de Cuba, tuviese un Presidente “conveniente” que resolviera los problemas de las corporaciones y los grandes intereses de EEUU, “sin más preocupación por los intereses del pueblo cubano” (ibidem).
Ya en aquel momento, hasta la prensa de derechas llamaba a Mr Crowder “el procónsul”.
Pero el procónsul Crowder no logró nada.
El problema de Menocal “se resolvió” con otro presidente sumiso a EE.UU., Zayas, a quien el pueblo cubano le decía “el pesetero”. De modo que el Departamento de Estado volvió a ejercer “su derecho” de intromisión en los destinos cubanos, y en 1921 el procónsul Crowder tuvo que regresar a Cuba, esta vez con órdenes más amenazadoras “de gobernar efectivamente el país, por medio de un representante personal del Presidente de los EE.UU.” (ibidem).
Y el enviado del Departamento de Estado volvió a fracasar.
Sin embargo, tuvo éxito en una sola cosa: prolongar la explotación y el sufrimiento del pueblo cubano. Como reacción al creciente movimiento popular de liberación, Mr Crowder tuvo el desparpajo histórico de decirle adiós a “su” presidente Zayas, y darle la bienvenida a “su” dictador Gerardo Machado con su régimen de hambre y terror.
Hoy es Marco Rubio, Secretario de Estado de Donald Trump, quien repite esta desvergonzada tradición de mangoneo, enviando a Cuba a un Mr Hammer con el misterioso propósito de que fracase. Porque un Secretario de Estado no puede ser tan desconsiderado y brutal contra su propio cuerpo diplomático, que envíe a un funcionario que probablemente tiene buena voluntad –pero también una ignorancia insoportable–, a que haga el ridículo en una isla irreductible en el caliente Mar Caribe.
Mr Hammer fracasará igual que Crowder.
Fracasará igual que el embajador Guggenheim (1929-1933), amiguísimo del dictador Machado durante los 8 años, 2 meses y 23 días que duró su régimen sanguinario apoyado por Washington. Hammer dejará un triste recuerdo en Cuba, porque actúa como un funcionario mediocre que necesitaría lecciones urgentes sobre su propia Historia. Si no las recibe de su jefe Rubio, las recibirá del pueblo cubano y fracasará como Summer Welles, como Earl E. T. Smith y como James Cason, sobre cuyo estrepitoso fracaso en Cuba ya escribí, en su momento, en Le Monde Diplomatique (Nr. de febrero, 2004).
Entonces, ¿qué puede predicar Mr Hammer –como un fraile que no cree en su propia fe–, frente a los cubanos?
Pues a quienes desean la derrota de la Revolución, podría recordarles que EE.UU. intervino militarmente en Cuba en 1898, en 1906, en 1912 y en 1961, pero que una invasión con bombas y platillos es hoy políticamente imposible en Cuba. También podría amenazarlos con la Ley Helms Burton, pues el futuro gobierno que mágicamente sustituiría al Gobierno Revolucionario tiene que estar formado exclusivamente por las personalidades que el Presidente determine que son políticamente aceptables para EEUU –y nadie más. En el texto de la Ley Helms Burton se repite 49 veces la frase: Cuando el Presidente determine. Es decir: el Presidente de una potencia extranjera. Digo que Mr Hammer debe amenazar a sus muchachos y muchachas, pues si no muestran estentóreamente su sumisión total y absoluta al Presidente, no serán tomados en cuenta cuando la Revolución desaparezca.
Al pueblo cubano en general será difícil que Hammer lo cautive con piruetas pérfidas de falso bonachón. Con ese tipo de figuras, la tradición oral cubana puede ser muy certera en su dureza. Y no tiene ni que escucharlo en Cuba. Basta con que Hammer compruebe la influencia poderosa de la oralidad cubana en su propio país. Porque a Mr Hammer podrían decirle como en “Lengua Larga”, del grupo miamense Palo: “Eres una biblioteca que solo tiene ficción”:
“Qué lengua más larga tú tienes
tan larga que la puedes pisar.
Pareces una vieja chismosa
regando rumores por todo el solar.”
O acaso el enviado de Washington podría visitar a los pacientes oncológicos del Hospital María Curie de Camagüey, donde los enfermos sufren lo indecible por carecer de los equipos de maquinaria clínica para las radioterapias, por culpa de las acciones despiadadas, criminalmente minuciosas e ilegales y constantes del Gobierno de Mr Hammer, acciones que bloquean las posibilidades de Cuba para conseguirlas. Y a pesar de esa agresión de más de 60 años, Cuba le da la vuelta al mundo para que los pacientes con cáncer reciban la atención a sus dolencias.
En cualquier guardarraya cubana, cualquier anciana campesina le puede espetar la siguiente frase a Mr Hammer, con una convicción que saca de quicios a los Marcos Rubio, a los Donald Trump y CIA:
– Señor, nosotros no obedecemos órdenes de EE.UU.. (Texto y Foto: Cubadebate)