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Sobre la crisis económica en Cuba: Un apunte a su naturaleza y orígenes


La Habana, 9 oct.- Desde el año 2019 la economía cubana viene enfrentando un escenario particularmente complejo, caracterizado por una alta inflación y escasez de bienes y servicios básicos, que han generado un descenso del nivel de vida de importantes sectores de la población. En la tabla siguiente se muestran algunos indicadores que permiten reflejar la profundidad del deterioro experimentado.

Por el lado de la oferta, entre 2019 y 2023 la producción agrícola se contrajo un 46% mientras que la manufactura lo hizo un 36%, en un contexto de caída de la producción global (PIB) de cerca de un 11%. Si bien la importación de bienes de consumo se ha incrementado en la etapa un 16% en términos reales, esto no ha permitido suplir la acelerada contracción en la producción interna. En su conjunto la caída en términos reales de las importaciones ha rondado el 22%.

Por su parte, por el lado de la demanda, en el mismo periodo la cantidad de dinero en manos de la población se ha incrementado en cerca de cuatro veces (366%), generando una espiral de presiones de demanda producto al exceso de liquidez sin respaldo productivo. El origen de esta acentuada expansión monetaria ha sido la acumulación de déficit fiscales que han obligado a la emisión de dinero por parte del Banco Central en el orden de los 250.000 millones de pesos cubanos.

La combinación de esta acelerada contracción de la oferta real, y expansión de la demanda ha terminado por reflejarse en una alta inflación, que ha terminado por licuar el valor de los salarios y pensiones reales. Medidos por el deflactor de los gastos de consumo de los hogares, los precios en 2023 respecto a 2019 se habrían incrementado en cerca de 12 veces, mientras que el tipo de cambio informal se habría depreciado en más de 8 veces. Como resultado, el salario medio estatal en términos reales se habría contraído hasta un 44% de su poder de compra respecto a 2019.

Naturaleza de la crisis: El rol central de los desequilibrios externos

La naturaleza de la crisis actual que sufre el país es sin lugar a dudas multisectorial, siendo posible identificar al menos seis dimensiones de esta —productiva, energética, de las cuentas públicas, cambiaria, bancaria y de deuda externa— que a su vez se encuentran profundamente entrelazadas. Por ejemplo, los descensos productivos impactan en la dinámica de las exportaciones, lo que a su vez priva al país de ingresos externos que son indispensables para enfrentar múltiples desafíos como la reanimación del sector energético, la intervención en el mercado cambiario o el impulso a la producción nacional. En sentido contrario, las restricciones en la disponibilidad de insumos y la inestabilidad del servicio energético, unido a la constante depreciación cambiaria generan perjuicios al sector exportador.

Lo anterior, es lo que en economía podría referirse como una crisis sistemática. Una crisis que no impacta en un aspecto particular —por ejemplo, el sector fiscal o financiero—, sino que afecta de forma simultanea a la totalidad de la estructura financiero-productiva. Una vez desatada este tipo de crisis, el reforzamiento de uno y otro aspecto es más la norma que una excepción. Los desequilibrios catalizan más desequilibrios. La escasez de recursos dinamiza más restricción de ingresos y más escasez. La economía entra en un círculo vicioso descendente sobre el cual debe actuar la política económica.

En este escenario donde varias dimensiones de la crisis se refuerzan unas a otras, se hace difícil identificar el eslabón más determinante, el nudo gordiano que debe ser desatado a fin de comenzar a requilibrar la economía. Por ejemplo, en la crisis económica libanesa de 2019, aunque se tradujo en una crisis sistémica, su origen estuvo en una crisis de deuda mayormente asociada al sistema financiero (Hausmann et al. 2023). Resolver ese aspecto fue el centro de la estrategia anti-crisis impulsada a partir de 2021 por el gobierno libanes. La cual demandó, vale la pena señalar, una ingente ayuda externa, incluyendo un préstamo del FMI por 3 000 millones de dólares.

En el caso cubano, múltiples temas se posicionan como candidatos a “nudos gordianos” de la actual crisis, desde deformaciones del modelo, la actual situación energética, hasta claramente los impactos del recrudecimiento de las sanciones norteamericanas. Sin embargo, un análisis detallado del escenario económico permite hacer converger todos estos elementos en un mismo aspecto: la crisis económica cubana es esencialmente una crisis determinada por las restricciones del sector externo, por el descenso sostenido de nuestros ingresos por exportaciones y por el impacto que este proceso termina teniendo sobre toda la estructura económica del país.

La caída de las exportaciones determina de forma simultánea: a) el descenso de la capacidad de importar insumos productivos, lo que termina desencadenando la contracción de la producción nacional y una crisis productiva multisectorial, b) igualmente reduce la capacidad de pagos externos del país, dinamiza la acumulación de deuda externa y reduce la capacidad de atraer inversores extranjeros, c) la contracción de la importación de bienes de capital paraliza la capacidad de expandir la producción y acelera la crisis energética, que a su vez impacta igualmente la producción, d) finalmente la caída de los ingresos externos —y de las reservas internacionales—, impacta la estabilidad cambiaria y la posibilidad de defender un tipo de cambio único y estable para toda la economía.

A su vez, este escenario termina impactando fuertemente los ingresos reales de las familias. Los ingresos nominales —medidos en dinero— derivan su valor de la capacidad de la economía de generar una contrapartida material en bienes y servicios a esos ingresos. Y esta oferta agregada, en una economía restringida en ultima instancia por la balanza de pago, está determinada por la generación de ingresos externos, fundamentalmente por la capacidad de generar exportaciones que permitan pagar por los compromisos externos e insumos críticos que requiere el tejido productivo del país.

A pesar de que el país sufre otros muchos desequilibrios relevantes —como monetarios y fiscales—, el problema fundamental de la economía cubana no es el déficit fiscal ni cantidad de dinero en circulación —aunque esto tenga impacto inflacionario—, sino la escasez de bienes y servicios. El consumo de los ciudadanos está limitado por la falta de productos disponibles, no por la cantidad de dinero que tienen. Los cubanos, en su conjunto, somos más pobres que en 2019 porque la economía produce menos y por tanto nuestros salarios reales y nivel de vida se ajustan a esa contracción productiva.

Una pregunta fundamental surge en este punto: ¿Qué factores estuvieron en el origen de la crisis?

Orígenes de la crisis: Dinámica precedente y los shocks externos del periodo 2019-2021

Aunque los efectos más profundos de la crisis comenzaron a darse a partir del año 2019, la dinámica de acumulación de desequilibrios que ha llevado al escenario actual comenzó a gestarse varios años antes. Como muestra el Gráfico 1, las exportaciones cubanas comenzaron a experimentar un declive significativo a partir del año 2012, con una caída de más del 33% para 2019. Esto llevó a hacer desaparecer el superávit comercial reportado en 2012 de casi 4 000 millones para 2019.

A partir de 2015, el recrudecimiento de las sanciones a Venezuela generó una fuerte tensión en nuestro comercio exterior. Cerca del 44% de nuestras exportaciones de bienes estaban dirigidas a dicho país, mientras que el principal rubro de exportación cubano estaba constituido por “combustibles y lubricantes” —altamente dependiente de la importación de crudo desde Venezuela— que representaron más de 2 690 millones en 2012, posicionándose como el mayor rubro exportable de bienes y la segunda categoría que más ingresos generaba después de la exportación de servicios médicos.

La recesión de la economía venezolana contribuyó especialmente al descenso de las exportaciones —fundamentalmente de bienes—, a la vez que puso de manifiesto una debilidad profunda de nuestro modelo: un esquema de inserción internacional altamente dependiente de acuerdos intergubernamentales, especializado en servicios profesionales con escasos encadenamiento hacia lo interno, y una alta dependencia en la exportación de productos de bajo valor agregado, que además se habían comenzado a estancar desde hace varios años.

La dificultad en el desarrollo de nuevos productos de exportación, sumada al estancamiento de rubros tradicionales, dificultaron suplir la pérdida de ingresos derivada de la crisis venezolana. Sin embargo, el lento, aunque persisten declive de las exportaciones en la etapa 2015-2019 no hicieron en un primer momento contraer el nivel de actividad, aunque si ralentizaron su ritmo de crecimiento. Dos flujos permitieron suplir temporalmente la caída de exportaciones: las remesas y el endeudamiento externo.

Las remesas como se observa en el Gráfico 1, se estima pasaron de los casi 2 000 mil millones en 2011 al entorno de los 4 000 millones en 2019. Este incremento permitió suplir fuertemente el declive de las exportaciones, aun y cuando esto no impactó en un cambio de la matriz productiva que hiciera avanzar en la solución de los problemas de baja competitividad que lastraban al tejido exportador.

Por su parte, el endeudamiento externo creció de forma constante en el periodo, tanto en términos absolutos —desde los 13 500 millones de dólares en 2011 a más de 19 700 millones en 2019— como especialmente en términos relativos. Como muestra el gráfico 1, respecto a las exportaciones el endeudamiento creció de un 80% en 2011 a casi un 260% en 2019. Esto supone un reto especialmente complejo para una economía como la cubana, en la cual las exportaciones suponen la fuente fundamental para honrar sus compromisos de repago de la deuda externa en el mediano plazo.

A la altura de 2018 y 2019 la economía cubana se encontraba sin dudas en un escenario difícil. En un contexto externo mucho más adverso y en los límites de su capacidad para seguir endeudándose. Sin embargo, a pesar de dicho contexto resulta difícil imaginar cómo se hubiera podido alcanzarse la gravedad del escenario actual sin la serie de shocks externos que se produjeron entre 2019 y 2021.

Shocks externos: Bloqueo, pandemia y deterioro de los términos de intercambio

El primer factor, y más determinante, fue el recrudecimiento de las sanciones de Estados Unidos, que afectaron directamente dos de las principales fuentes de ingresos externos que quedaban al país: turismo y remesas. Estas medidas no solo complejizaron las transacciones bancarias internacionales, sino que también limitaron el suministro de combustible, paralizando la producción y restringiendo la operatividad de las empresas. Para una economía ya financieramente debilitada, estas sanciones suponían un nuevo peso sumamente difícil de afrontar, incluso en mejores condiciones de partida.

El segundo factor clave estuvo en el impacto de la pandemia de COVID-19, que marcó el inicio de la crisis actual con una caída masiva de los ingresos externos. Más de 4 700 millones de dólares en exportaciones se perdieron entre 2019 y 2021, el 47% asociado a la casi virtual desaparición de los ingresos turísticos, un 21% asociado a la reducción de la exportación de servicios médicos, mientras que los bienes en su conjunto aportaron un 7.5% de esta caída.

Finalmente, el deterioro de los términos de intercambio agravó una situación ya compleja. Entre 2019 y 2023 los precios de las importaciones cubanas crecieron como promedio un 11% más que los precios de exportación, lo que implicaba que el país debía generar casi un 11% más de bienes o servicios exportables para poder importar la misma cantidad de bienes externos.

Estos impactos súbitos sobre el precio de nuestras importaciones, y la caída de ingresos externos, precipitaron una rápida reducción de las capacidades de pago del país, lo que contrajo el nivel de importaciones y los pagos de compromisos externos. Este proceso generó a su vez una escasez de insumos productivos, con profundos impacto en gran parte de la producción y las inversiones en proceso. Estos shocks en el sector externo, en una economía ya financieramente debilitada, indujeron una crisis de balanza de pagos —de la capacidad del país de importar y pagar deudas— que se propagó rápidamente por todo el tejido productivo y que a la postre terminaría generando profundas dificultades para la reactivación del propio sector exportador.

Apuntes finales

En general se comparte el diagnóstico de varios colegas que enfatizan en el carácter sistémico de la crisis. Así como que la economía cubana presenta deformaciones de larga data que no se originaron en el período 2020/2021, a raíz de los shocks externos que desencadenaron la crisis, sino que venían lastrando el desempeño económico desde mucho antes y, en gran medida, estuvieron en el origen del proceso de actualización del modelo iniciado en 2011. No obstante, en el escenario actual resulta necesario introducir dos distinciones claves a este análisis:

  1. En primer lugar, si bien la crisis es de carácter sistémico, no todas sus dimensiones imponen el mismo grado de restricción sobre el desempeño económico, ni todas contribuirán en igual medida a su solución. En un contexto de severa escasez de recursos materiales y humanos, junto a un amplio abanico de prioridades y ámbitos que demandan transformación, la adecuada focalización de los esfuerzos y recursos en los factores más determinantes constituye un asunto de máxima relevancia.
  2. En segundo lugar, aunque la implementación de reformas estructurales profundas resulta indispensable para sentar las bases de un crecimiento sostenido en el mediano plazo, en el corto plazo el eje de las transformaciones debe orientarse hacia un objetivo mucho más pragmático y con capacidad de un impacto transversal: el incremento de los ingresos por exportaciones del país.

Para crecer a mediano plazo, la economía cubana demanda de reformas profundas, muchas de las cuales se arrastran desde los mismos inicios de la actualización del modelo. Sin embargo, también es necesario reconocer que en el contexto actual de tanta restricción de recursos materiales y financieros muchas de dichas reformas terminarían teniendo en la práctica un impacto reducido si las mismas no contribuyen en igual medida a flexibilizar la restricción externa que hoy enfrenta la economía.

Esto no significa que no sea necesario impulsar trasformaciones sectoriales o avanzar en reformas pendientes, sino que el éxito de muchas de esas medidas —desde el mercado cambiario, la autonomía de la empresa estatal, la descentralización, la expansión de actores no estatales, hasta las medidas para recuperar el sector cañero o agrícola— van a depender de que algunos sectores críticos logren generar los ingresos externos que permitan al resto de la economía funcionar coherentemente.

Sin insumos productivos importados —fertilizantes, plaguicidas etc.— es difícil imaginar cómo se lograrán recuperar los niveles productivos de la agricultura para satisfacer la demanda del país. Sin ingresos externos no hay forma de defender un tipo de cambio estable. Y la gran mayoría de empresas estatales y privadas orientadas al mercado interno, pero altamente dependiente de materias primas importadas, no podrán incrementar su producción o oferta de bienes finales a la población. La autonomía de la empresa estatal sin recursos, es en el fondo una entelequia.

La economía cubana se enfrenta a un escenario de crisis —expresada en la escasez de recursos y la desarticulación del esquema productivo— que impone una secuencia diferente de transformaciones que las que podría haberse dado en una reforma económica en otro contexto. Priorizar aquellas trasformaciones institucionales o redistribución de los escasos recursos, que permitan la generación de ingresos externos y la flexibilización de la restricción externa constituye hoy quizás la prioridad fundamental de una estrategia de recuperación y crecimiento de la economía.

Indudablemente en este punto pueden imponerse muchas preguntas importantes: ¿Cómo se recupera exportaciones en un contexto de tantas restricciones de recursos y de un bloqueo recrudecido que persigue cualquier intento de recuperación en el sector turístico o de servicios profesionales? ¿Cuáles son las principales deformaciones internas, que, junto al bloqueo, limitan el despegue de las exportaciones? ¿Qué oportunidades se abre para Cuba en las nuevas dinámicas geopolíticas internacionales, y como podemos aprovecharlas? ¿Cuánto es el nivel de exportaciones que sería necesario para recuperar el nivel de vida de 2019 para la gran mayoría de los cubanos?

Todas estas son cuestiones vitales para el país, y en el mismo sentido sumamente complejas. Por limitaciones de espacio, sería difícil abordarlas todas coherentemente en este mismo documento, pero constituirán en su mayoría los temas centrales de una segunda parte de este trabajo. (Texto: Joé Ernesto Marili Domenech/ Cubadebate) (Foto: Cubadebate)


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