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Venezuela, invasión, Estados Unidos

Corsarios en busca de supertanqueros


Bastante se ha escrito desde que el jueves 11 de diciembre el presidente Trump ordenó el ataque y posterior robo de un súper tanquero, con alrededor de 1.9 millones de barriles de petróleo crudo, frente a las costas venezolanas, en aguas internacionales.

Días después, el 16 de diciembre, el mandatario desde la Casa Blanca decretó soberbiamente que el petróleo venezolano le pertenece, a porque si, imponiendo una nueva sanción anti venezolana que incluye el bloqueo a tanqueros “sancionados”, cuya pretensión obviamente es quebrar la economía venezolana.  

Para sostener este tipo de acciones, francamente violatorias del derecho marítimo internacional, el gobierno de EEUU actúa bajo la lógica que coloquialmente se puede describir como “mi mismo”.

Es decir, el gobierno estadounidense califica de enemigo a una entidad con cualquiera de las categorías de moda, por caso narcoterrorista, luego lo ubica en una lista espuria y establece, siguiendo esa lógica perversa de “mi mismo”, una batería de sanciones.

Cuba conoce bastante de este absurdo, al estar ubicada si se quiere en una de las lista donde nunca debido estar, como país que permite el terrorismo, palabras más palabras menos. Es archí conocido que desde el país “designador”, EEUU se han organizado y financiado cualquier cantidad de actos terroristas contra la población cubana.

Así las cosas, las sanciones contra Venezuela apuntan a su principal rubro de exportación, el petróleo, excepto claro el que de mutuo acuerdo con Chevron, PDVSA exporta a EEUU, en escandalosa articulación con la lógica de “mi mismo”, dígase que Washignton solo permitirá que salga petróleo de Venezuela si va hacia EEUU.

Tratando de justificar la carroñosa operación del pasado jueves 11 contra el supertanquero, Trump en persona no tuvo empacho en explicar que era un barco sancionado, que por tanto ellos podían ocuparlo y además que se enviaría el petróleo, los 1.9 millones de barriles, para un puerto estadounidense, porque al fin y al cabo el necesita bajar los precios de la gasolina en el país. Increíble tanta desfachatez.

Al respecto otra aclaración oportuna, la marinería estadounidense ha sido acusada de piratería, pero dicho término no es el más apropiado, realmente los tipos son corsarios, porque actúan con la patente de corso del gobierno que los envió. 

Claro a los efectos prácticos son la misma lacra, dos siglos después que los corsarios británicos o franceses, diezmaban la Flota de la India o de la Plata, como se le llamaba a las que trasladaban a Cádiz las riquezas extraídas de América, ahora los us marines, cumpliendo órdenes de Trump, roban petróleo embarcado y comprado por terceros países, sin importar mucho las consecuencias de ese atraco. Es decir, los piratas actúan por su cuenta, los corsarios por mandato del “rey” Trump, es peor.

Todavía se lee que hay personas preocupadas, seguro que sinceramente, por las violaciones a la ley implícitas en estos actos de los corsarios 2025; no se comprende que esas violaciones son la forma “natural” de actuar del imperio en su actual fase, pero que implícitamente conspiran contra el orden establecido, hasta ahora básicamente favorable a sus intereses.

Significa que el mundo basado en reglas, el mismo que fue cruelmente degradado con el genocidio en Gaza, impone cierto orden de las cosas, en este asunto en particular como debe fluir el trasiego de combustible por la mar océano, calculándose en por lo menos 3 800 la cantidad de naves que al unísono, se trasladan con una carga que puede ser mortífera si se derrama en el mar, por solo mencionar algo obvio.

Pero las sanciones unilaterales contra determinados países exportadores de crudo, en ningún caso del Occidente primer mundista, suponen un riesgoso golpe al eventual control de estos desplazamientos. Y aquí viene la pregunta del millón, ¿qué puede hacer un país arbitrariamente sancionado bajo la lógica del “mi mismo”, que necesita exportar combustible para sostener su economía?

Entonces surgen soluciones, que el Occidente primer mundista descalifica con términos como la Flota Fantasma, integrada por barcos con bandera falsa u otros ardides, para eludir los unilaterales castigos mencionados. La paradoja más absurda es que algunos de los sancionadores reciben los combustibles de los sancionados, empleando los servicios de esas flotas fantasmas, o como se les quiera llamar.

Entonces aquí emerge otro interrogante; ¿acaso no es más lógico transparentar las cosas? Por ejemplo, evitar los riesgos de barcos repletos de petróleo deambulando evasivamente para evitar ser confiscados.

Definitivamente esa lógica, como muchas otras, no operan para el imperio, convencido, en otra muestra desquiciante, que con la fuerza se puede todo, probablemente porque en rigor es lo único que les va quedando.

La fuerza claro está, solo sirve para destruir, ya ni siquiera para amedrantar porque proliferan las actitudes desobedientes de los sancionados, algunos incluso prosperan en esas condiciones, como es el caso de Rusia puntero en el crecimiento de su economía en el último año.

En el caso específico de Venezuela es obligado reiterar que el mencionado amedrentamiento, buscando un quiebre interno, ha fracasado estrepitosamente. Ya ni vale la pena exponer por donde va la cuenta que a costa del presupuesto federal, lleva gastando el ministerio de la Guerra, el Pentágono, en el operativo “lanza del sur”.

Por tanto el imperio, trabado internamente entre halcones y menos halcones en su original proyecto invasivo contra Caracas, parece optar por un bloqueo naval parcial, que podría escalar en la medida que ahora también el gobierno venezolano en pleno es una entidad narcoterrorista, según el antojo desopilante del Jefe Trump, en una decisión al estilo “mi mismo” típica y arrogante.

Pero realmente hay que ser imbécil irremediablemente para creer que Venezuela no encontrará una manera de evadir el nuevo ataque; ni se entiende cómo el imperio puede creer que logrará derrotar a la Revolución bolivariana con el tal bloqueo rebuscado.

En esta especie de locura descontrolada, de naves que van de un lado para otro sin avisar, ocurren dos episodios aéreos que por “milímetros” no terminan en una auténtica tragedia humana, cuyas víctimas hubieran sido probablemente turistas estadounidenses. 

Un vuelo regular estadounidense, el  1112 de JetBlue, fue casi embestido por una aeronave del grupo de ataque de Lanza del Sur, simplemente porque este último llevaba su transponder apagado, dada su misión de amenazar inútilmente a los venezolanos. No fue un error del piloto militar, fue la indicación que le dieron, no importa los destrozos que haga. Días después ocurre lo mismo con un jet civil en vuelo privado.

De tan rocambolesco escenario se pudiera hasta emitir una consideración preliminar, lo que ya se ha dicho, cualquier cosa es para que el show continúe, para que los MAGA y otros ilusos fáciles de engañar, sigan creyendo en lo vibrante que es el liderazgo del jefe Trump, y que los EEUU de los años 50 del pasado siglo están intactos, en absurdo desafío a la dialéctica de las cosas.

Incluso, hurgando en los detalles de muchas de las decisiones que está tomando EEUU contra Venezuela, responden a generar un relato de super matón del barrio, de mostrar quien manda en América Latina y el Caribe. 
 
Es como que Venezuela no solo es el objeto del deseo, por flotar en su mar de petróleo y otros recursos, sino que sirven de base material de estudio, con quien dar el ejemplo de que significa la Doctrina Monroe, perdón la Doctrina Trump, lo mismo a los efectos prácticos.

Con razón se insiste que en el fondo, en última instancia, Trump hace lo que siempre ocurrió en aquel país, generar alguna contingencia internacional para tapar, en el universo mediático, el desastre doméstico de ocasión, algunos de los cuales son como crónicas de una debacle anunciada para el actual mandatario.

El año 2026 se antoja mucho más complejo que el que termina. Después del efímero tiempo navideño, arranca un nuevo año con un Partido Republicano abocado a mantener su actual mayoría congresional en las elecciones de noviembre venidero, y si no fuera poco, el ejecutivo trumpista obligado a concretar algún logro real para la gente, no solo para los super ricos, más allá de los pececitos de colores  exhibidos ante las cámaras de TV, ocasionalmente instaladas en el despacho oval de la Casa Blanca. Veremos (Texto y Foto: Arnaldo Musa/ Cubasí)


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