
La Habana, 21 dic.- ¿Qué están viendo realmente las infancias y adolescencias?, ¿qué lugar ocupa la Televisión Cubana (TVC) frente al celular y las redes sociales?, ¿hasta dónde llegan las narrativas digitales en los barrios habaneros?
En ese escenario se inscribe la investigación “Hábitos de consumo audiovisual en niños, niñas, adolescentes y jóvenes. Un estudio en La Habana”, presentada por la MSc. Ivonne Sánchez Noroña, investigadora del Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello.
“Esta es una primera aproximación”, advirtió Sánchez, consciente de que estudiar el consumo audiovisual implica entrar en un terreno donde se cruzan las tecnologías digitales, la economía doméstica, el control parental, los deseos y fantasías infantiles.
La investigación se enlaza con otros esfuerzos del Instituto Juan Marinello y de redes como la del Universo Audiovisual de la Niñez Latinoamericana, que han alertado sobre la centralidad de las pantallas en la socialización de las nuevas generaciones.
El estudio se concentró en escolares de primaria de los capitalinos municipios Centro Habana y La Habana Vieja. Contó con el apoyo de la Brigada de Instructores de Arte José Martí, lo cual permitió entrar en las aulas y dialogar con docentes para aplicar cuestionarios estructurados.
Esta muestra abarcó 161 estudiantes: 79 varones y 82 hembras, con edades entre 8 y 12 años, fundamentalmente de quinto y sexto grados, un segmento donde ya se consolidan hábitos de consumo y cierta autonomía frente a los adultos.
En los formularios se preguntó no solo “qué ven”, sino también “dónde lo ven”, “cuándo lo ven” y “cómo se sienten respecto a lo que consumen”. La investigadora subrayó la presencia de un “sesgo de deseabilidad”: muchos niños pueden responder lo que suponen que el adulto considera correcto (“estudiar”, “leer”), aun cuando sus prácticas cotidianas orbitan con fuerza alrededor de videojuegos, series y redes sociales.
La investigación se propuso, en un primer momento, conocer si los niños aún ven la TVC, con qué frecuencia y en qué horarios. La mayoría respondió que la ve “todos los días” o “casi todos los días”, fundamentalmente entre las 4:30 p.m. y las 8:00 p.m., franja clásica de la programación infantil y juvenil.
Algunos confesaron que disfrutan del segmento infantil de Buenos Días aunque un número significativo consume propuestas más allá de las 8 de la noche, entrando en territorios de programación general o de adultos.
Multivisión se ha consolidado como un canal de referencia por su parrilla cargada de series, películas y dibujos animados foráneos, en su mayoría producciones estadounidenses o de otras grandes industrias, con ritmos narrativos y estéticas muy familiarizadas para los niños, gracias al circuito global de contenidos.
Cubavisión, por su parte, ha reforzado en los últimos años su apuesta por la programación nacional infantil y juvenil, pero en las preferencias de esta muestra aparece en segundo plano.
La tensión entre lo foráneo y lo nacional no es nueva en los estudios de consumo cultural en Cuba, pero aquí adquiere una expresión concreta: los niños se sienten más atraídos por la factura, el dinamismo y los códigos de los productos extranjeros que por las propuestas locales, pese a que reconocen y señalan programas nacionales que les resultan atractivos.
Un grupo significativo afirmó que el único espacio de la TVC que les gusta es la serie para adolescentes Pubertad, de Ernesto Piña; e incluso la mencionaron como un “programa ideal”. Esa distinción funciona como un elogio, pero también como una alerta: las experiencias exitosas existen, pero necesitan multiplicarse y actualizarse para dialogar con los nuevos lenguajes que los niños ya consumen en otras pantallas.
A la pregunta “¿Te gustan los programas que ponen en la televisión nacional?”, las respuestas se bifurcan. Una parte importante dice que sí: mencionan que los programas “entretienen”, que disfrutan los deportes o determinados documentales. Pero también emergen en los cuestionarios frases como: “son aburridos”, “no son de mi gusto”, “no me gusta nada de lo que ponen”, que revelan una distancia entre determinados segmentos de la oferta y los códigos con los que se identifican estos grupos etarios.
En cuanto a géneros dentro de la televisión nacional, las películas ocupan un lugar privilegiado en las respuestas, seguidas por las telenovelas –algo que llama la atención dado que se dirigen a un público adulto–y en tercer lugar se ubican los dibujos animados.
La parte más abiertamente cualitativa de la investigación se concentra en la pregunta: “¿Cómo te gustaría que fuera un programa infantil o juvenil de tu gusto?”.
Las respuestas conforman una especie de manifiesto en voz baja: quieren series cómicas, románticas, con aventuras, acción y “un poco de pelea”; piden historias que los hagan reír, que les hablen de deportes, música, temas juveniles y, en no pocos casos, que tengan “algo de miedo”.
Demandan igualmente programas “musicales” que se parezcan a su realidad y al mismo tiempo la desborden. En esa constelación, los niños parecen pedir una televisión que los reconozca como sujetos del presente y no solo como receptores pasivos de mensajes educativos; una televisión que se atreva a combinar entretenimiento, formación y participación, tal como sugieren autores que han reflexionado en Cuba sobre la necesidad de una mediación adulta activa y dialogante ante el consumo audiovisual.
El Instituto Juan Marinello prevé extender la investigación a otros territorios del país, para contrastar estas primeras constataciones habaneras con realidades diversas y menos mediadas por la conectividad a Internet.
En esa expansión se juega también el futuro de la TVC: leer con atención lo que estas niñas y niños ya están diciendo —con sus elecciones, sus entusiasmos y sus rechazos— puede ser una de las claves para imaginar una pantalla nacional que les pertenezca, sin renunciar a la responsabilidad cultural y formativa que la ha distinguido hasta hoy. (Texto y Foto: Cubasí)