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USA, donde la economía apesta


EE.UU, 24 dic.- Comprensivo, pienso que quizás el presidente norteamericano, Donald Trump,  robe el petróleo de los barcos venezolanos que raptó hace unos días y ahora se propone agredir a Venezuela para recuperar las riquezas del país suramericano que dice falsamente que le pertenece a EE.UU., con el fin de apuntalar la economía estadounidense que, pese a la propaganda, no está en su mejor momento.

Sus grandilocuentes anuncios acerca de que la economía está surgiendo boyante con los aranceles impuestos al mundo por el susodicho, no surten efecto en la mayoría de los estadounidenses que se sienten frustrados y afirman que la economía apesta.

Prácticamente todas las encuestas de confianza del consumidor y los sondeos políticos apuntan a ese tema. La gente siente que su dinero ya no rinde como antes y que el costo de la vida sube más allá de sus posibilidades.

Los aumentos de sueldo se reducen a medida que la inflación vuelve a incrementar y los precios de productos que no se pueden dejar de comprar están subiendo mucho más rápido de lo esperado.

Recordemos que durante la mal atendida pandemia del COVID-19 -que causó más de un millón de muertes- millones de estadounidenses tuvieron por primera vez una sensación de seguridad financiera. No gastaban en viajes, gasolina, restaurantes ni en otros rubros. Sus ahorros engordaron por lo que no gastaron, y recibieron un impulso adicional gracias a los históricos estímulos del gobierno.

Los salarios superaron a la inflación por márgenes récord: en mayo del 2020, los sueldos promedio crecieron 7,5% en los 12 meses previos, mientras la inflación se situó en solo 0,1%. Durante un año, los estadounidenses ganaron un poder adquisitivo notable. El “gasto por revancha” se volvió tendencia en redes sociales y la confianza del consumidor se disparó.

Con ahorros abundantes y fuertes aumentos, muchos esperaron ganar lo suficiente para alcanzar el sueño americano en una nación sin bloqueo, aunque sus gobiernos lo impongan abusivamente. Pero cuando la pandemia dio paso a la crisis inflacionaria, los estadounidenses descubrieron que las reglas del juego habían cambiado.

El mercado de la vivienda se paralizó y los últimos bastiones de la barata desaparecieron; las iniciales se vendían por cientos de miles de dólares por encima del precio pedido, las casas de un millón de dólares en ciudades de clase media se volvieron algo común y las tasas hipotecarias empezaron a subir.

La relación entre salarios e inflación se invirtió y, en el pico inflacionario de junio del 2022, los precios subieron 9,1% en los 12 meses previos —un máximo de cuatro décadas—, mientras que los salarios solo crecieron 4,8%.

El buen momento se desvaneció rápidamente. El sólido crecimiento del gasto, que se mantenía hasta el 2023, cayó en picada y ahora apenas se sostiene.
“Personas en todo el espectro de ingresos estaban gastando; estaban viviendo una vida bastante buena”, dijo Heather Long, economista jefe de Navy Federal Credit Union. “Y luego ves el declive directo para el 80% inferior, para la gran mayoría de Estados Unidos”.

La seguridad financiera que muchos estadounidenses creyeron que podrían lograr se siente aún más lejana que antes de los aumentos salariales de hace algunos años.

Los alimentos, la electricidad, el cuidado infantil, los precios de las viviendas y los alquileres han crecido por encima de los salarios a lo largo de esta década. Todos esos rubros tienen un punto en común: son gastos regulares que no se pueden evitar.

Los precios del supermercado y del cuidado infantil subieron 30% en los últimos cinco años. La electricidad se ha encarecido 38%. El alquiler ha subido 30% y los precios de las casas se han disparado 55%, según la Oficina de Estadísticas Laborales.

Se puede decidir no comprar un televisor nuevo o no hacer un viaje. Se puede reducir el gasto en las fiestas —y muchos estadounidenses lo han hecho—. Pero si lo que sube de precio son las necesidades básicas, el golpe se siente aún más.

EL DOLOR DE CABEZA DE TRUMP

La creciente deuda pública de Estados Unidos que alcanza los 38 billones volvió a pasar factura. En una decisión que generó un fuerte impacto en los mercados, la agencia Moody's Ratings rebajó la calificación crediticia del país de AAA a AA1, alineándose con el criterio adoptado anteriormente por otras agencias como Fitch Ratings y S&P Global Ratings.

"Reconocemos la fortaleza económica de Estados Unidos, pero ya no es suficiente para compensar el aumento de la deuda y el déficit fiscal", indicó la agencia en un comunicado oficial.

La economía estadounidense cerró noviembre con un dato que pone en aprietos a Trump. El desempleo subió al 4,6%, el nivel más alto desde el 2021, según Financial Times. La cifra rompe con la tendencia de estabilidad que el colorado mandatario había exhibido como uno de sus principales logros económicos. Aunque la creación de empleo continúa, los números revelan un enfriamiento persistente del mercado laboral y encienden todas las alarmas sobre el rumbo económico del país.

Según datos aportados por France 24, en noviembre se generaron 64 000 nuevos empleos, más de lo esperado, pero insuficientes para compensar las pérdidas registradas en octubre y los ajustes negativos en el sector público. Este contraste entre crecimiento y despidos apunta a una economía que avanza con debilidad, marcada por recortes en el gasto gubernamental y un ritmo de contratación más lento del previsto.

Este aumento se debería, principalmente, a salidas de trabajadores del sector público y estatal, mientras que las contrataciones en salud, construcción y servicios han logrado sostener parcialmente el empleo.

El informe publicado por Financial Times destaca, además, que la fuerza laboral creció ligeramente, lo que sugiere que más estadounidenses están buscando trabajo, pero que no todos logran encontrarlo. Aunque la economía mantiene señales de dinamismo en algunos sectores, la desaceleración en manufactura y transporte confirma que la recuperación postpandemia ha perdido vigor en los últimos meses.

El repunte del desempleo representa un revés político para Donald Trump, quien ha basado parte de su discurso económico en la fortaleza del empleo y la estabilidad del mercado laboral, desde su vuelta a la Casa Blanca en noviembre del 2024. Según France 24, esta es la tasa más alta desde septiembre de 2021 y podría erosionar la narrativa de éxito económico que su administración busca proyectar antes del cierre del presente año.

En lugar de enfocarse en el costo de vida o la asequibilidad, que Trump ha calificado repetidamente como un “engaño”, el presidente prefiere destacar los ingresos que el Departamento del Tesoro de Estados Unidos recauda de los aranceles y la inversión empresarial. Habla con frecuencia de las grandes sumas de dinero que está ingresando Estados Unidos, comparando su economía, la “mejor de la historia”, con la del país supuestamente “en decadencia” bajo el expresidente Joe Biden.

El crecimiento de los ingresos y la actividad empresarial puede ayudar a abordar la asequibilidad, ó sea, con precios que esté al alcance de todos  Pero conectar esos puntos es complicado, y el mensaje de Trump de “en realidad, somos ricos” no parece convencer a los consumidores hartos.

Esto sin contar el desajuste que ha conllevado la expulsión de decenas de miles de inmigrantes, muchos con estatus legal. Y la persistente pobreza con miles de norteamericanos durmiendo a la intemperie, tema digno de otro artículo sobre la “prosperidad” en la era del trumpismo. (Texto: Arnaldo Musa/ Cubasí) (Foto: Cubasí)


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