En el año 1734 el Cabildo de la Villa de Puerto Príncipe solicitó al arzobispo de Cuba, Juan Lazo de la Vega y Cancino, la construcción de una ermita y asilo para leprosos bajo la advocación de San Lázaro.
El 9 de agosto de 1735 el Cabildo recibió la autorización para ejecutar las obras constructivas. Según el historiador camagüeyano Juan Torres Lasqueti ya existían dos casas en las afueras de la población para la atención de los lazarinos.
Cabe recordar que desde 1731 en la hacienda Hato Arriba, en la sabana del Tínima, había sido creado un “depósito de leprosos”, los cuales debían estar lo más lejos posible del resto de la población como medida sanitaria para evitar el posible contagio de esa terrible enfermedad.