Por Dania Díaz Socarrás/ Radio Cadena Agramonte.
El día empieza con el cansancio de la noche anterior y de la otra; las tareas que nunca terminan obligan a seguir; el desayuno para todos; las meriendas listas para la escuela; el arreglo de los demás primero, el propio, después.
Si aparece un dolor repentino, una temperatura corporal un poco mayor que la habitual, un malestar, entonces cambia de pronto la rutina. Si no, el día sigue, pero siempre, para todas, si les preguntas te dirán que ellos son lo primero.
El día mejora cuando todos llegan a alegrarla.
La sonrisa de la madre es tan grande como la del hijo y para que ellas no teman sonreír sin que eso atente contra hacer bien el rol materno, es importante que lo vean así todos los que están a su alrededor.
Las madres, cada madre, hace por sus hijos hasta lo que nunca habría hecho por ella misma. Corre antes al hospital, busca las soluciones que en otro momento no se le hubieran ocurrido, se empeña en que todo esté en orden y aun así procura buscar tiempo para una sonrisa, una caricia, un beso.
Solo por eso merece entonces su propia sonrisa, su propia caricia, su plenitud incluso cuando ha llegado a la adultez mayor.
Todos tuvimos o tenemos a las nuestras, a las abuelas, tías, amigas, maestras, otras madres prestadas por la vida.
Muchas lo somos y hemos vivido de un lado y de otro. Las más jóvenes todavía puede ser que nos rotemos los roles porque el día que mamá está en casa, o que visitamos a mamá o a abuela, ese día somos también las niñas, un poco mimadas de nuevo, aunque ahora los mimos sean compartido con los nietos.
La celebración de este domingo tiene miradas diferentes, recuerdos tristes y felices, lágrimas, nostalgias y alegrías, tiene colores y sabores a las comidas que fueron en la casa de todos, a los dulces de manos que ya no están, al pasado, e incluso al futuro de quienes aún tienen la maternidad en proyecto, en un proyecto profundamente deseado.
Sea de un modo u otro el segundo domingo de mayo lo vivimos todos y en distintos momentos del día estaremos, otra vez, a la entrada de una puerta, o en el umbral de cualquier vida, procurando el tiempo para ese maquillaje atrasado, para ese café con las amigas, para ese rato que ella también merece, para la sonrisa que intentaremos reconquistar con un cartel imaginario o no de "Felicidades mamá". (Foto: Radio Rebelde)