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Cuba, Raúl Castro

Raúl, la permanencia que inspira


 

Por Marta Gómez Ferrals/ACN

Millones de cubanos en estos tiempos llaman simplemente y con familiaridad Raúl al revolucionario probado y consecuente, mediante el combate tenaz por la libertad, los ideales patrióticos y políticos, la fidelidad a las raíces y su gran altura cuando fue estadista, quien cumple 92 años hoy 3 de junio.

Cuando se piensa en el General de Ejército Raúl Castro Ruz, se evoca sin falta a Fidel, su jefe, guía y hermano de sangre y causa, junto a quien aunó fuerzas y alientos incalculables, marchando por la ruta de la existencia. Ambos vinieron al mundo para el combate, con convergencias hondas y también con trayectorias personales muy definidas.

El hogar formado en Birán, Oriente, por el gallego Angel Castro y la cubana Lina Ruz fue decisivo, en momentos en que todo parecía muy patriarcal, pero bullía y germinaba a velocidad tropical.

Raúl, el menor de los dos, comenzó su bregar en la juventud al liderar una acción política realizada en oposición al golpe de estado de Batista el 10 de marzo de 1952. En abril de ese propio año estaba entre los abanderados de un grupo de estudiantes universitarios que realizaban un acto simbólico de entierro a la Constitución del 40, injuriada por el futuro dictador.

Luego se le vio como destacado participante de la Marcha de las Antorchas realizada en enero de 1953, en homenaje al Centenario del Apóstol, y en julio de ese año resultó uno de los asaltantes al Cuartel Moncada, dirigido por Fidel, donde mostró cualidades como jefe. Más tarde sufrió prisión en Isla de Pinos y en 1955 partió al exilio junto al Movimiento Revolucionario M-26-7, a organizar la expedición del yate Granma.

Ya en la Sierra Maestra, tras el descalabro inicial de Alegría de Pío, se reúne con Fidel y una veintena de revolucionarios en Cinco Palmas y deciden continuar el combate, con fe increíble, contra viento y marea.

Sin flaquear, se instalaron en el corazón de sus montañas, a pesar de circunstancias que se tornaban abrumadoras y contrarias. Aunque parecía un empeño de orates y era amor de ley a la Patria. De esa estirpe eran y son ellos.

Ascendido más adelante a Comandante de un beligerante y cada vez más creciente Ejército Rebelde, en 1958 ya tiene experiencia para fundar el III Frente Oriental Frank País, así como otros jefes rebeldes de su rango : Juan Almeida, Che Guevara, Camilo Cienfuegos también cumplían indetenibles grandes misiones.

Asumiendo esa responsabilidad lleva a cabo proyectos de medidas organizativas e incluso de gobierno que favorecían a los pobladores de las comunidades campesinas liberadas en las montañas norteñas de Oriente, de la Sierra Cristal, cerca de Mayarí, donde operaba esa pujante fuerza de combate.

Esas iniciativas del joven jefe militar, delgado y con cara de niño entonces, serían después multiplicadas en todo el país al triunfo revolucionario. Fueron un avance ilustrativo de su creatividad e inteligencia cuando más tarde se desempeñara durante casi 50 años, al frente del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (Minfar).

Ello, sin desmedro de la tarea principal de la institución armada. Su capacidad y eficiencia combativa fue evidenciada en el gesto solidario e internacionalista de ayuda a la independencia de Angola, que culminó además con la de Namibia y el fin del Apartheid en Africa.

Parejamente, los cubanos pudieron prepararse en sus propias tareas de defensa interna, desplegando con el corazón y la mayor disciplina la preparación para afrontar, si era necesario, la Guerra de todo el Pueblo. Era un grandioso programa de alistamiento en el cual Fidel y Raúl pusieron su alma y estrategias proverbiales, movilizando a la nación.

Desarrolló en el Minfar experiencias que posteriormente sirvieron al país, como el Perfeccionamiento Empresarial, con valiosos conceptos de la administración, la sostenibilidad, la eficiencia y el control, del cual nació el Sistema Empresarial muy útil a diversas instancias.

El pueblo ha aprendido a conocer a Raúl Castro desde los fuegos de su juventud valiente y comprometida a la madurez fecunda y serena de la media rueda y la edad provecta, repletas de enseñanzas que transmite de manera sencilla, sin mostrar apego al poder o cargo alguno. Entonces se aprecia más su fibra humanista, presente siempre, que preconiza la jarana, la calidez familiar, el trato llano, decir las cosas de modo directo y por su nombre, sin olvidar nunca la exigencia y la disciplina.

Esas características personales le han servido como formador de cuadros en las altas instancias del ministerio que encabezó, el Partido Comunista de Cuba y el Gobierno. Como presidente labró como orfebre una política interna y foránea que permitió garantizar saltos cualitativos para avanzar en la línea de continuidad de la Revolución, incluso en los duros momentos en que Fidel ya no estaba físicamente, ni su amada esposa Vilma Espín, su compañera de toda la vida, madre de sus hijos.

A estas alturas, con pruebas fehacientes de su participación y protagonismo en hechos y procesos trascedentes en el destino de la Patria, es natural que se admita su permanencia de buen grado por los revolucionarios y más raigales patriotas de la nación. Es la querida “vieja guardia” de los comunistas que no falta en las causas más genuinas. Es un honor contar con ella.

Siendo el mejor discípulo de Martí y de Fidel, eso lo diría todo, pero se le reconoce además su propio caudal de experiencias y aportes.

Ese legado es inmenso y no constituye exagerado decirlo. Una parte de él vive en la fe que ha ayudado a entronizar como respuesta a los escollos por vencer o ante los estragos del infame bloqueo, a la confianza que insufla cuando afirma que siempre se podrá vencer porque nuestra causa es justa.

Eso lo afirma un hombre que en medio de una difícil situación económica y social pudo en su tiempo de estadista diseñar y estimular profundos cambios y consensos profundos que influyeron en nuestro avance.

Ejemplos de la eficacia de su actuación en la arena internacional están la renegociación con los acreedores de la deuda externa cubana, la actualización de la Ley Migratoria, impulsó transformaciones en el sector agropecuario y estimuló la ampliación de las formas de gestión del sector no estatal de la economía.

Fue decisiva la contribución de Raúl a la liberación de nuestros Cinco Héroes, cumpliendo así la palabra empeñada por el Líder Histórico de la Revolución cubana.

Sobre él, el Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel ha suscrito: “Ha signado con su estilo una amplia y dinámica actividad en las relaciones exteriores del país. Con firmeza, dignidad y temple dirigió personalmente el proceso de conversaciones y negociaciones que tuvieron como fin el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con los Estados Unidos.

“Las indudables cualidades de Raúl como estadista, como defensor de la integración latinoamericana, distinguieron de manera especial el periodo de Cuba en la presidencia pro tempore de la Celac. Su legado más importante, la defensa de la unidad dentro de la diversidad, condujo a la declaración de la región como Zona de Paz y contribuyó de manera decisiva a las conversaciones para la paz en Colombia”.


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