Radio Cadena Agramonte emisiora de Camagüey
Camagüey, 19 dic.- ¿Cómo generar contenidos creativos desde el documental sin renunciar a la ética ni al valor testimonial? Esa fue la pregunta que articuló buena parte del taller de realización documental desarrollado en el contexto de la muestra audiovisual El Almacén de la Imagen, un espacio de pensamiento crítico y formación conducido por el realizador Osmany Sánchez, junto a Rosa María Rodríguez, directora de El Gato Rosa Films, y el cineasta Armando Capó.
Más que un ejercicio técnico el encuentro se convirtió en una defensa del documental como punto de partida del acto creativo, un género esencial para comprender la realidad y, al mismo tiempo, entenderse a sí mismos como creadores, especialmente para los jóvenes que hoy se inician en el audiovisual.
Para Rosa María Rodríguez el documental ofrece una libertad expresiva única, pero esa libertad implica un compromiso ineludible con lo testimonial. En sus palabras, la obra documental no puede desligarse de la responsabilidad ética hacia las personas y los contextos que retrata.
De ahí la importancia de formar realizadores conscientes de los derechos de autor, la circulación adecuada de las obras y el respeto a quienes hacen posible cada historia. En ese sentido, subrayó la necesidad de generar una cultura de derechos en las escuelas de cine del país, como vía para proteger y promover las obras desde las plataformas correctas.
Osmany Sánchez, por su parte, defendió la idea del documental como una auténtica obra de arte, capaz de trascender el registro de la realidad cuando se exploran otros códigos narrativos que aporten nuevas visiones y estéticas.
Desde su estilo cercano y “guajiro” insistió en que el documental necesita del asombro y de una verdadera libertad de pensamiento para existir. Para él, el documentalista es un juglar, alguien que cuenta las historias de otros, y es precisamente en ese acto donde se define el proceso ético de la creación.
El uso de símbolos, explicó, permite que la obra sea decodificada, aprehendida y comprendida por el espectador, ampliando sus niveles de lectura. Asimismo, señaló que realizar documentales desde las provincias supone otro desafío: crear lejos de los grandes centros de producción exige persistencia, sensibilidad y una relación honesta con el entorno inmediato.
Desde su experiencia Armando Capó invitó a los participantes a buscar el sentido de cada momento que aporte algo al creador y, a partir de ese reconocimiento, desarrollar la obra. Defendió el valor del material más cercano, aquello que se conoce y se vive, como punto de partida seguro para investigar y construir relatos sólidos.
Para Capó el documental es siempre el inicio, la herramienta fundamental para que los jóvenes cineastas comprendan quiénes son y qué quieren decir.
El realizador también destacó la importancia del personaje documental, al que definió como alguien que necesita tanto del creador como el creador de él: alguien que busca ser escuchado, comprenderse o resolver conflictos, estableciendo una relación de mutua responsabilidad.
Durante el taller se trataron, además, aspectos prácticos como la música en el documental, donde se recomendó siempre que sea posible la composición original pensada específicamente para la obra, no solo por razones estéticas sino también por cuestiones de derechos y costos de producción.
En un contexto donde las imágenes circulan con rapidez y muchas veces sin profundidad, el documental se reafirma como un género imprescindible para preservar la memoria, cuestionar la realidad y formar miradas críticas, especialmente entre los jóvenes.
Como recordatorio final, una idea atravesó el encuentro y resonó entre los asistentes: los hombres mueren, pero las obras son inmortales. Impulsar el documental hoy es apostar por esa permanencia. (Texto: Idaylén Rodríguez Rodríguez/Radio Cadena Agramonte) (Foto: María Félix García Posada)
