Por Adolfo Silva Silva/ AIN.
Une a la vetusta Plaza de la Merced -hoy de los Trabajadores- con el puente de La Caridad, en un recorrido sinuoso que se despeña a orillas del Hatibonico, un río con emblemas ancestrales.
Comenzó a nacer en el siglo XVI, con el abolengo fundacional de la última ubicación de la Villa de Santa María del Puerto del Príncipe.
Durante varias centurias la denominaron Mayor, y es la calle Salvador Cisneros de la actual ciudad de Camagüey, tercera más poblada de la Isla.
Atraviesa una zona privilegiada, con un atributo de connotación mundial: el sector declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad, en el centro histórico urbano local.
Tiene cuadras de longitud disímil, y describe dos pronunciadas curvas antes de sucumbir frente a uno de los más viejos de los casi 50 puentes de la urbe.
Cisneros, como la llaman para abreviar su nombre, resulta estrecha y serpentea, al igual que otras tantas arterias, en una irregular trama vial de singularidad en el país.
Allí está el parque Agramonte -antigua Plaza de Armas- presidido por un conjunto monumentario, en honor al Mayor General Ignacio Agramonte, uno de los principales jefes militares e ideólogos de las luchas por la independencia de Cuba.
También el otrora Ayuntamiento, sede de la Asamblea Municipal del Poder Popular, edificio cubano con más tiempo dedicado a funciones gubernamentales, y el lugar donde radicó la vivienda natal de Salvador Cisneros, dos veces presidente de la República de Cuba en Armas.
Además, se ubican en esa vía el Tribunal Provincial -asiento transitorio en el siglo XIX de la Audiencia Primada de América-, la Catedral Metropolitana, y otros tantos sitios, igualmente con huellas en el tiempo y en la gente.
Todos, los de antaño y los de ahora, los famosos y los anónimos, están unidos para siempre en la que fue Calle Mayor, la cual cuesta abajo desemboca en el Hatibonico y cuesta arriba, en el corazón de los camagüeyanos, de los de ayer, de los de hoy y de los que habrán de venir.