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La pelota sin paso de conga


Por Fidel Alejandro Manzanares Fernández/Radio Cadena Agramonte

Tras su alocución televisiva hace unos días donde nos catalogó de “malinterpretes”, el Presidente de la Federación Cubana de Béisbol, Higinio Vélez, volvió a tocar el caso de la suspensión de nuestra querida conga, gracias a una circular oficial elaborada por la máxima dirección de la pelota en la isla.

La tan polémica misiva prohíbe la presencia y los acordes de agrupaciones de música o sintonías emitidas por los altavoces dentro de la instalación beisbolera donde se efectúen partidos de nuestra ya maltrecha, “cualitativamente” hablando, Serie Nacional. Dicha normativa también incluyen a las congas, cuyo ritmo junto al espectáculo atlético son los más perjudicados.     

Según Vélez la legislación para nada es nueva, solo que no se estaba aplicando con el carácter para la cual fue concebida. Tras un dime que te diré de los más fanáticos a los DO-RE-MI de las congas, el tema llegó al programa de la Mesa Redonda, donde el directivo deportivo se refirió al carácter disociador del sonido emitido por tambores y metales. “Que eso no se veía en ningún lugar del mundo.

Y claro que no se ve en ningún lugar del planeta, al no ser que habiten cubanos. Sí, porque la conga es nuestra, muy nuestra.
¿Acaso nosotros copiamos las animaciones esas de TARA TA TAN TAAANNN de la MLB; o sus bufandas  agitadas en todo el estadio para pedir el ponche del adversario?

No, la cultura de acá es otra. Es la de la algazara de la gente cuando  llega la conga del barrio X que trata de sonar más alto que la del rival del barrio Y. Es la trompeta china santiaguera que ensordece y la gente mueve la cintura como si se tratase de un espectáculo en Tropicana en su versión más económica.

Higinio decía que los managers no logran comunicarse con los atletas pues generalmente los agitadores de tambores se instalan sobre los dugouts .

Parece que olvidó su etapa de director y la combinación de señas extra verbales. Añadió además el factor concentración.  Pero el atleta que nos esté apto para soportar la algarabía conguera, pues sencillamente que se vaya a una academia de ajedrez,  o a un centro donde se practique el yoga para lograr mejores cualidades con lo de la abstracción ambiental.  

¿Qué sería de la conga solo tocando en el intervalo de los entre innings, cuando ya  el bateador  dio el batazo que puso al equipo home club delante en el marcador, o cuando el lanzador contrario recuperó su control tras un boleto y se perdió la oportunidad de hacer una carrera?

No imagino los seguidores del Liverpool del futbol inglés, sin corear durante casi los 90 minutos, su “You never walk alone”, ni las barras bravas del balompié sudamericano sin la algarabía por más de una hora en las gradas.

A los intrépidos congueros de mi isla no se les puede aislar a un área, determinada por un cartelito  en la esquina más profunda del jardín derecho, que diga: “Área para conga, solo por dos minutos, a expensas de ser multados si actúan en plena jugada.”

Jamás me han gustado las congas, pero tampoco me molestan, y me alegra que los niveles de decibeles que logran establecer en el escenario deportivo provoque el goce de tantos miles. Es cubanía e identidad. No maltratemos más la pelota cubana, al menos dejemos que el aspecto “musical” siga corriendo por nuestras venas.   
 


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